Voces del Periodista Diario

Agrarismo bajo la sombra de Agustín de Iturbide

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

Usuarios consuetudinarios del Metro, tenemos tres opciones para arribar a nuestro santuario laboral en Filomeno Mata 8, Centro Histórico de la Ciudad de México: Las estaciones Juárez, Zócalo y Allende.

Descendiendo de la primera estación en Balderas, tomamos la Avenida de Juárez y conectamos con 5 de Mayo. Pura ruta patriótica. Alrededor del edificio Guardiola observamos las durmientes escorias de la Ciudad. En frente está la morada principal del Banco de México.

Con puntual frecuencia, al exquisito palacio le están puliendo las esculturas que adornan su frontispicio y otros ornatos metálicos. En las banquetas, no obstante, al peatón le asfixian las fétidas emanaciones de las cloacas.

Los nauseabundos aromas parecen no llegar a los salones de los ejecutivos bancarios, cuyos choferes y escoltas los introducen por el estacionamiento que tiene su acceso por la callecilla de Condesa.

Manjares del mar, vinos, postres y otras delicias

La vomitiva pestilencia no llega al comedor privado del gobernador del banco, donde la carta ofrece a distinguidos visitantes extranjeros variedades gourmet de langosta, caviar, lenguado, codornices, etcétera, con guarniciones vegetales orgánicas y frutas secas; todo, rociado con caldos importados. “Caldos” le llaman a los vinos de mesa. Quién se va a indigestar.

En 5 de Mayo y Bolívar existe otro comedor para funcionarios medios de la insigne institución. Vagonetas llegan ahí todas las mañanas a entregar, entre otras cosas,  manjares del mar y otras delicias. En México, todavía hay “clases”.

En memoria de Fray Toribio de Benavente

Cuando descendemos en la estación Zócalo, nuestra primera reacción es entrar a la Catedral Metropolitana para asegurarnos de que el nicho que perpetúa la memoria del Emperador Agustín de Iturbide no ha sido profanado.

¿Qué harían en tal caso los residuos monárquicos y neocristeros que cada 27 de septiembre acuden al templo a rendirle homenaje al “verdadero consumador de la Independencia de México”?

La tercera opción es la estación Allende: Salimos a superficie por la calle de Motolinía. Este uso es de origen indígena. Lo aplicaron los indios a los Doce Apóstoles franciscanos cuando los vieron pobres, descalzos y afligidos. Fray Toribio de Benavente se rebautizó con esa identidad.

Desde que llegó Vicente Fox a Los Pinos, a una sala de exposiciones de un edificio que está a mitad de cuadra se le puso el nombre de Agustín de Iturbide, el criollo que quiso ser emperador. Menos de 100 metros de distancia separan a ese sitio de la Catedral.

Sólo tenemos un reparo a ese despropósito: Dicho recinto fue construido, contra toda norma arquitectónica, por los latifundistas socios de la Unión Nacional de Productores de Legumbres y Hortalizas.

Por esas cosas tan absurdas de la vida, el gobierno neoliberal lo contrató para habilitarlo como  sede de la Procuraduría Agraria. Se pensaría que se hizo justicia poética.

No es así: En tiempos idos, los de la Secretaría de la Reforma Agraria con su correspondiente Departamento Jurídico, los campesinos con derechos a salvo o ya con títulos de posesión, cuando venían a algunas gestión a la Ciudad de México, durante su estancia la Confederación Nacional Campesina (CNC/ PRI) les daba albergue gratuito  en La Casa del Agrarista.

Asestada la contrarreforma agraria de 1992 y desaparecida después la secretaría del ramo por los tecnócratas neoliberales, los campesinos que enfrentan litigios hasta de 40 y 50 años llegan a Motolinía en espera de ser atendidos por los burócratas de la procuraduría marras. Infructuosamente.

Ahí los vemos, a la intemperie, todas las mañanas. Hoy, hoy, hoy, por ejemplo, los vimos de nuevo bajo la lluvia y sobre los charcos, “alimentándose” con atolito de arroz  y tacos de canasta. Tan cerquita que están los comedores del Banco de México.

No sean reaccionarios; saluden el progreso y la prosperidad

Esta mañana, el contingente es de campesinos potosinos. Llegaron clamando por justicia agraria, con su frío a cuestas y con sus carpetas engrasadas y despapeladas de tanta espera.

Son representantes de 503 campesinos del ejido La Pila, de San Luis Potosí, titulares legales de unas ocho mil 500 hectáreas. El ejido hace frontera con el estado de Querétaro.

La acusación es de despojo agrario. El principal imputado, es el gobernador del PRI, Juan Carreras López, quien anda a la carrera repartiendo gratuitamente ejemplares de la Constitución. San Luis Potosí, con Carreras, es publicitado como un estado sin pobreza.

La operación ratera se inició hace varios años. Con la coartada de derechos de vía y el saludo al progreso y la prosperidad, se ha agandallado hectáreas y más hectáreas para un Parque de Logística Industrial.

Si de combatir la pobreza potosina se trata, los primeros que han salido de pobres son los integrantes del comisariado ejidal encabezados por Guadalupe Martínez Rivera.

Los ejidatarios despojados nos informan que, a valor especulativo, el metro cuadrado alcanza cotizaciones de entre 500 y mil 200 pesos. A cambio, los directivos del comisariado han recibido unos 70 millones de pesos, que se han perdido en la noche de los tiempos.

Dos horas, tres horas: Orita ya se va a recibir a una comisión; no se impacienten, les dice un guardia de seguridad tras rejas con candados.

Bajo el nublado, vemos la sombra de Agustín de Iturbide, por lo que sabemos que nuestros labriegos siguen viviendo de la época de La Colonia. Es cuanto.

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