Voces del Periodista Diario

Al diablo el gobierno de los peores, ¿qué sigue?

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

Para decirlo de algún modo, en nuestra iniciación en la cobertura de la “fuente” política por allá, a fines de los sesenta, en la selección de materiales de consulta se nos recomendó la obra Los partidos políticos, de Roberto Michels, a quien citamos con frecuencia cuando hablamos del desencanto de la democracia.

Más recientemente, observamos que en los cenáculos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM se adoptó como gurú, en vivo y en directo, a Michelángelo Bobero. En sus exposiciones conocimos el término kakistocracia, el gobierno de los peores.

Esa definición es la opuesta a la aristotélica de aristocracia, el gobierno de los mejores.

Las raíces de la lucha de los contrarios en México

En México, en términos generales, la vieja clase política activa después del triunfo de la Revolución provenía del llano. Sería con la institución en los veinte de la Universidad Nacional de México cuando se empezaron a tejer las redes del poder, encadenadas en el paso por las aulas de enseñanza superior.

Por cuestiones de método, unas líneas para definir partido y concretamente partido político: En la literatura sociológica de medio siglo XX: parcialidades o facciones representativas de intereses determinados.

La lucha política hasta la década de los setenta pretendió caracterizarse, desde el punto de vista ideológico, como continuación de la pugna decimonónica entre liberales y conservadores, supuestamente reproducciones de los jacobinos y girondinos, adversarios al calor de la Revolución Francesa.

Desde su fundación como Partido Nacional Revolucionario, el PRI se consideró depositario del legado doctrinario de los liberales del siglo XIX. Ejerciendo su hegemonía, los ideólogos priistas endosaron a los del Partido Acción Nacional la condición de conservadores. La etiqueta: Partido del retroceso.

Otros marbetes: PRI, partido de masas. PAN: Partido de cuadros.

En la tipología clásica, el PRI encajaría como defensor de los intereses de la clase trabajadora de la ciudad y el campo. El PAN, preferentemente, de las clases medias y altas urbanas.

No fue casual, por ello, que de origen y hasta la fecha el PRI conserve en su estructura ejecutiva los sectores obrero y agrario, que le imprimieron los rasgos de partido corporativo. El PAN dio prioridad a la militancia individual.

Con base en una referencia basada en las fronteras ideológicas en boga en la América del Sur de las dictaduras militares, aquí se aclimató la figura de democracia sin adjetivos, acuñada por un dictador brasileño.

Se llegó incluso a aconsejar la implantación formal del modelo bipartidista en la expresión norteamericana (demócratas y republicanos) o la británica (conservadores y liberales).

Al asomo del neoliberalismo y el pretendido fin de las ideologías, y al soplo de extralógicas transiciones democráticas europeas (años ochenta), aquí el sistema de partidos fue conducido deliberadamente a un estado híbrido desde el punto de vista doctrinario. Todos se corrieron al centro. No más geometrías políticas.

La Alianza estratégica del 88, carta de navegación

La obra corrió a cargo de los tecnócratas que, formados particularmente en universidades estadunidenses, se autoproclamaron cuadros de excelencia y, después de cooptar a los dos partidos dominantes, se declararon la nueva clase.

La carta de navegación de ese cambio fue la Alianza estratégica, pactada en 1988 por el sedicente priista Carlos Salinas de Gortari y la nomenclatura del PAN.

Dos procesos marcaron esa transición: 1) La institución del corporativismo empresarial, y 2) La extinción de la Justicia Social como prioridad del Estado mexicano.

Saldos de la posmodernidad neoliberal: El Estado nacional popular desvertebrado; 16 plutócratas mexicanos incluidos en la lista Forbes de los hombres más ricos del mundo: Más de 80 millones de parias.

Regla suma cero: Ganar el poder y perder los partidos

El bipartidismo se fracturó en tres momentos bajo la figura de la regla suma cero: En 1988 el PRI empezó a perder su hegemonía electoral; perdió el poder presidencial en 2000.

En 2000, el PAN se hizo de la Presidencia de México, que ejerció durante dos periodos. En 2012 se cumplió un viejo temor de las cabezas más lúcidas de esa formación: Se ganó el poder, pero se perdió el partido. El partido de las viejas derechas se redujo a mero partido de votantes.

En 2012, el poder presidencial fue recuperado por un PRI sin priismo. Esto es, sin bases sociales, que a lo largo del sexenio derivó en su expresión más catastrófica: Un PRI sin bases electorales.

La tercera opción tirada por la borda

La fractura del bipartidismo mexicano abrió una tercera opción activa desde 1988 y confirmada en las elecciones federales intermedias de 1997: La de las izquierdas, categoría que usamos como mero formulismo.

Esa alternativa, endosada por los votantes al Partido de la Revolución Democrática (PRD), fue consumida rapazmente por la tribu que se dejó dar masajes al ego como la izquierda políticamente correcta.

¿Dónde quedó aquello de que los partidos políticos son parcialidades representantes en la lucha de los contrarios de intereses determinados, cualesquiera que éstos sean?

El ojo de agua o el Arca de Noé

Electoralmente, en 2018 la población votante fue capturada por el Movimiento Regeneración Nacional, que en 2016 obtuviera su registro legal como Morena.

En la perspectiva de la sucesión presidencial de 2018, Morena, para emplear una figura rural, se convirtió en una suerte de ojo de agua. Todos acudieron a abrevar en él. Los comentaristas más ácidos lo figuraron como El arca de Noé.

El fenómeno cierto es que, en Morena se dieron cita prominentes hombres de negocios que durante medio siglo tuvieron preferencia por el PAN o el PRI y financiaron sus campañas, y legiones de priistas de diverso estatus socioeconómico que no le vieron futuro a su partido.

Convergieron en Morena dirigentes y militantes del Partido del Trabajo, cuyos documentos básicos obvian las causas de su lucha; desertores del PAN, del que fueron dirigentes o cuadros de administración durante dos periodos presidenciales.

Al tibio fogón de Morena arrimaron su sardina los de otro partido cuya declaración de principios no se concilia con los principios liberales del líder de la formación triunfante, y miles de mexicanos que se sumaron a la campaña a título personal.

Los que decidieron el resultado del 1 de julio

En la contraparte se vieron millones de compatriotas del llano que agotan su energía en las fábricas y los talleres; en el ejido y la comunidad indígena; en la economía informal, en las reservaciones agropecuarias, y miles, miles de jóvenes víctimas del desempleo y el subempleo que están excluidos del rango de capital humano productivo.

Aquí entramos en la gran cuestión: Una cosa es acudir multitudinariamente a las urnas electorales a depositar la esperanza y muy otra es participar en la formación de gobierno.

Tanto en las instancias de los poderes Ejecutivo y Legislativo a escala federal como estatal, renovados el pasado 1 de julio, están nominados protagonistas que en diversos recientes periodos defendieron vehementemente las causas de los partidos derrotados en las pasadas elecciones generales.

La democracia viaja por los carriles de la aristocracia

Mientras no se conozca el verdadero Plan Nacional de Desarrollo para el periodo 2019-2024 y se establezcan las prioridades en materia de políticas públicas y su eficaz ejecución, las señales de la cuarta transformación de México flotan en una agenda movediza y de ambigüedad ocasional, según el tipo de audiencia a la que se dirija el nuevo mensaje presidencial.

No resistimos a la tentación de volver a Roberto Michels: Cuando las democracias han alcanzado un cierto grado de desarrollo, experimentan una transformación gradual, y adoptan el espíritu aristocrático, y en muchos casos las formas aristocráticas, contra las cuales habían luchado antes con tanta fiereza… Grave asunto.

¿Por qué se votó el pasado 1 de julio? Creemos que por mandar al diablo a la kakistocracia, el gobierno de los peores. ¿Alguien tiene alguna duda? Es cuanto.

Articulos relacionados

“VER LA PAJA EN EL OJO AJENO”

Voces Diario

¡Lo que natura no da..!

Restaurar el humanismo político y liberar a México