Voces del Periodista Diario

Asesinato de Colosio, ¿crimen insoluto?

El lecho de Procusto

Por Abraham García Ibarra

¿Era necesario dictar 68 mil fojas (27 líneas de investigación, tres teorías y múltiples hipótesis) para concluir finalmente que el asesinato de Luis Donaldo Colosio tuvo como autor material a Mario Aburto, luego afamado como el asesino solitario?

Aquella “verdad histórica” echó por tierra la línea que consideró el fiscal especial Miguel Montes García, quien públicamente declaró que no estaba descartada la hipótesis del complot. Fue cesado.

Como sea, el crimen perpetrado el 23 de marzo de 1994 fue inscrito en lo que algunos analistas tipificaron como clima político. Esto es, una atmósfera cargada de especulaciones, insidias, rumores e incluso chismes en el interior de la propia campaña presidencial del PRI, a la que no fueron ajenas la Presidencia de la República y sus bocas de ganso.

Se subraya el anterior ingrediente con su tipificación, política, habida cuenta que, en el entorno de las campañas de 1994, no pesaba con su dimensión actual el espectro del crimen organizado. No en su actual tipología.

Sin embargo, entre las teorías sobre el asesinato, al que algunos dieron rango de magnicidio, se incluyó la posibilidad de una acción  perpetrada por el narco.

Los territorios “administrados” del narcotráfico

Algo no embona en aquella especie: Para entonces, se daba por supuesto que la actividad de los traficantes de droga era administrada por agentes del Estado.

Intentemos una aproximación a esa versión: De 1985 a 1989, con la captura primero de Rafael Caro Quintero y Ernesto Don Neto Fonseca Carrillo en el primer año datado, y Miguel Ángel Félix Gallardo a fines de la década, los tres sinaloenses, se dio por desmembrado El Cártel de Guadalajara.

Entre los desprendimientos de Guadalajara se dio por integrado El cártel de Tijuana, de los hermanos sinaloenses Arellano Félix, activo desde el enclave en  que fue ejecutado Colosio.

Empezó a hablarse de Joaquín El chapo Guzmán Loera y del incipiente Cártel de Juárez, entonces todavía comandado por Rafael Aguilar Guajardo, después liderado por otro sinaloense Amado El señor de los cielos Carrillo Fuentes.

Lo que dio verosimilitud a insinuación de que el narco era tripulado desde el Estado fue -después del desmantelamiento de  El cártel de Guadalajara y sus conexiones en el Pacífico- el posicionamiento y consolidación de El cártel del Golfo, de los hermanos García Ábrego.

A esa sospecha contribuyó posteriormente un testimonio mediático difundido en Texas, del ex comandante de la Policía Federal Guillermo González Calderoni en el sentido de que, al cierre de las campañas presidenciales de 1988, los servicios de los hermanos García Ábrego, concretamente Juan, fueron requeridos para el asesinato de dos estregas de la campaña de Cuauhtémoc Cárdenas.

Según González Calderoni, en pago de esos servicios a los capos del Golfo se les respetaron los territorios desde donde podían competir contra los del Pacífico y de Chihuahua.

Para 1994, los hermanos Arellano Félix estaban relativamente neutralizados: Fueron implicados en el crimen contra el cardenal católico  Juan Jesús Posadas Ocampo en mayo de 1993, precisamente en Guadalajara. No obstante, se acogieron a la protección del Nuncio Apostólico, Jerónimo Prigione. Aquí, la teoría prevaleciente fue la del fuego cruzado.

De todas formas, con lo del asesino solitario, los cárteles de la droga quedaron, para efectos prácticos, exonerados del crimen contra Colosio.

1989: “No pierdan de vista a ese hombre”

Cambio de página: En mayo de 1989, Carlos Salinas de Gortari presentó públicamente su Plan Nacional de Desarrollo (PND/ 1989-1994).

Días después, tocó explicar y defender el PND en la Cámara de Diputados al secretario de Programación y Presupuesto, Ernesto Zedillo Ponce de León. Era 1989. Un alto funcionario de Los Pinos, asumió dotes de augur: No pierdan de vista a ese hombre.

(Zedillo, maestro y doctor en Economía por la Universidad de Yale tuvo su curva ascendente en el sector público desde el establo del Banco de México, dirigido por otro maestro por Yale, Miguel Mancera Aguayo.)

La voz premonitoria a la que aludimos, se desprendió desde un corrillo, cuyo centro era el jefe de la Oficina de la Presidencia de la República, Joseph Marie Cordobà Montoya. (José Maria Córdoba, para efectos del directorio oficial).

Córdoba Montoya nació en La Ciota, Francia. Hizo sus estudios en la Escuela Politécnica de París. Obtuvo una maestría en Filosofía por la Universidad de La Sorbona. Apareció incorporado a la Secretaría de Programación y Presupuesto cuando era titular de la misma, Miguel de la Madrid.

Córdoba ostentaba carnet del PRI

Aunque obtuvo formalmente su carnet del PRI en 1985, desde 1980 se le vio en la sede del partido como colaborador del Instituto de Estudios Políticos, Económicos y Sociales (IEPES), bajo la dirección de Salinas de Gortari, en los meses de 1980 en que se preparaba la campaña de De la Madrid.

Instalado Salinas de Gortari como secretario de Programación y Presupuesto en 1982, Córdoba Montoya fue primero jefe de asesores y de 1985-1987 director general de Política Económica y Social.

Al ser nominado en 1987 Salinas de Gortari como candidato presidencial del PRI, Córdoba Montoya fue presentado como consejero especial del candidato.

Cuando Salinas arrancó su campaña bajo el lema ¡Que México hable! nos tocó asistir a una asamblea temática en Morelia, Michoacán. Dado su paso por Programación y Presupuesto, al “consejero especial” le parecían ociosos esos ejercicios y no ocultaba su enfado: Es que México es un país sobrediagnosticado.

Pasado el terremoto político del 88 (De la Madrid dixit), Córdoba Montoya inició el sexenio como coordinador y después como Jefe de la Oficina de la Presidencia de la República.

Evidentemente, el funcionario francoespañol no se conformaba con practicar oficios de tinieblas. Tipificado como supersecretario, buscaba público selecto, a la altura de su intelecto: Todo un dómine, era huésped de las páginas más exclusivas en las que divulgaba su carta de navegación sobre el rumbo económico de México.

En tratándose de los secretarios del gabinete presidencial y los gobernadores, en Los Pinos Córdoba Montoya administraba con plena autoridad el derecho de picaporte.

Todo empezó el 28 de noviembre de 1993

Lo que nos recordó aquella expresión respecto de Zedillo escuchada en 1989, es que en 1993, en la perspectiva de la nominación de candidato presidencial para el 94, el PRI barajó cuatro nombres, en este orden: Luis Donaldo Colosio, secretario de Desarrollo Social; Manuel Camacho Solís,  regente del Distrito Federal; Pedro Aspe Armella, secretario de Hacienda, y Zedillo, para entonces secretario de Educación.

El 28 de noviembre del 93, el humo blanco pinolero cubrió la imagen del sonorense. Zedillo fue designado coordinador de la campaña presidencial. Aunque Colosio había sido presidente nacional del partido, diputado y senador, Zedillo exhibía credenciales desde 1971, si bien su nombre había aparecido sólo ocasionalmente en algunas comisiones del IEPES.

Zedillo coordinó la campaña desde unas exclusivas torres al sur de la Ciudad de México. Colosio desde Insurgentes Norte y eventualmente, en un despacho alterno en la Colonia del Valle.

El clima político: “La campaña no levanta”

Después de su aclamación como candidato el 8 de diciembre, El hombre de Magdalena de Kino emprendió sus jornadas de proselitismo. Para enero de 1994, empezó a implantarse públicamente una manipulada percepción: La campaña no levanta.

El marco previo a ese supuesto de que “la campaña no levanta” estaba marcado por dos signos ominosos simultáneos: La irrupción del Ejercito Zapatista en Chiapas, el mismo día -1 de enero- en que se botaba el buque insignia de Salinas de Gortari: El Tratado de Libre Comercio (TLC), carta de presentación del salinato en Las grandes ligas de la globalización.

El 6 de marzo de 1994, Colosio pareció enderezar la ruta en una asamblea de aniversario diferido del PRI y un resonante discurso.

Dos llamadas telefónicas contradictorias

El 22 de marzo vimos a un Colosio revitalizado en Mazatlán, Sinaloa (estado en el que el sonorense había actuado como delegado de la CNOP). Incluso, lo vimos manejar su camioneta para, rumbo al aeropuerto, recorrer fuera de itinerario algunas colonias porteñas.

En las instalaciones aeroportuarias, se produjo una  señal: El candidato se separó de su comitiva para atender en privado una llamada telefónica urgente desde la Ciudad de México: Manuel Camacho Solís, comisionado para la paz en Chiapas, declaraba la tregua: Se adhería por fin a la candidatura del ex secretario de Desarrollo Social.

Mazatlán fue escala hacia Culiacán. En la capital del estado, aquella tarde fue de júbilo para Colosio. Súbitamente, a las horas su estado de ánimo cambió.

Al amanecer del 23 de marzo, recibió otra llamada desde la Ciudad de México que lo perturbó ostensiblemente. Sus cercanos identificaron a su interlocutor telefónico como José María Córdoba Montoya.

Después de su paso por Baja California Sur, Colosio asistió a su cita postrera en Lomas Taurinas, Tijuana, Baja California: Un disparo le perforó el cráneo. Después, se hablaría del segundo disparo.

El monstruoso desenlace clínico se retuvo a los medios por órdenes desde Los Pinos. Separados ya de la comitiva, en Mazatlán nos tocó enterarnos del fin del candidato al través de canales de televisión estadunidenses con señal internacional. Se entró de inmediato al terreno de las especulaciones.

El suplente “legitimado” por una videocasetera

A las pocas horas, en Los Pinos empezó a tratarse de la suplencia del candidato priista. ¿Pedro Aspe Armella? Es secretario en funciones. Está impedido, por razones de plazo, a la sucesión.

Una videocasetera resolvió el intríngulis: Interpretó su audio el gobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones Rivera (de oscura actuación en las horas trágicas de Tijuana): El suplente es el coordinador de la campaña: Ernesto Zedillo Ponce de León.

La elección presidencial sería en agosto. Otro evento violentó el proceso: El secretario de Gobernación, Jorge Carpizo, a la vez presidente del Instituto Federal Electoral, inopinadamente anunció su renuncia. No pasó de un acto de histrionismo. Rectificó, sin más explicaciones sobre su veleidosa actitud.

Zedillo logró uno de los más altos porcentaje en votación presidencial (58.18 por ciento), contra Diego Fernández de Cevallos (26.69 por ciento) y Cuauhtémoc Cárdenas (17.08 por ciento). 17 millones 333 mil 931 votos logró el PRI en aquella azarosa campaña.

A diferencia de 1988, los resultados no fueron impugnados.

A mediados de 1995, presentes los remesones del Error de diciembre, después de la ruptura con su antecesor Salinas de Gortari, Zedillo anunció su Plan Nacional de Desarrollo. En términos sustanciales, fue la continuidad del modelo neoliberal puesto sobre rieles el sexenio anterior.

Un hombre atormentado por la angustia…

Algunos elementos para reconstruir el expediente histórico de un crimen político:

Quiero que me ayuden a diseñar lo que Salinas y Córdoba me pidieron: Un grupo político capaz de destruir el cardenismo. Luis Donaldo Colosio.

  • “A ese grupo deben pertenecer sólo priistas muy perversos”. Federico Arreola.

Federico Arreola fue hombre de confianza del sonorense. Escribió Así fue/ La historia detrás de la bala que truncó el futuro de México.

En su documentado relato personal, el autor dibuja el retrato de un actor relevante de los hechos sobre los que hemos recapitulado: Un hombre atormentado por la angustia que le produjo aquel cambio de sexenio que anunciaba, para su mayor desgracia, un posible viraje en el proyecto salinista.

Un individuo que, sin ser mexicano por nacimiento, movió los hilos del poder en México durante 1988 y 1994, y que buscó por todos los medios, incluso los ilegítimos, seguir moviéndolos en el sexenio siguiente.

El gobierno de Carlos Salinas de Gortari -escribió Arreola- “no se puede entender sin la figura de José Córdoba Montoya. Más que un asesor del presidente, Córdoba fue socio a partes iguales. Ambos gobernaban  por igual y en cierto sentido Córdoba tenía más poder que Salinas”. “Así fue”.

Por nuestra parte decimos: Es cuanto. Por ahora.

VP/Opinión/EZ

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