Voces del Periodista Diario

Codicia y riqueza.

Voces del Director

Desde Filomeno Mata 8

Por Mouris Salloum George (*)

Rastrear el origen de la palabra crematomanía es muy interesante. El mito griego del Rey Midas, que gobernaba el país de Frigia ilustra esta patología. Midas amaba el oro, tanto que al tener la posibilidad de pedir un único deseo al dios Dionisio, eligió que se convierta en oro todo lo que él tocara. ¿Y qué pasó? No podía siquiera comer, porque hasta la comida que se llevaba a la boca se convertía en oro. Y cuando, desesperado, quiso abrazar a su hija Zoe, también se convirtió en una hermosa estatua de oro. “Como siempre la cultura griega, fundacional y universal, nos explica las grandes pasiones y las más terribles miserias humanas”, dice Andahazi.

No resistí la tentación de considerar que la codicia es una enfermedad mental, o sea, una enfermedad del cerebro. ¿Cómo si no?, alcancé a preguntarme. No resulta fácil entender el sentimiento que alberga la codicia, meterse en la piel del codicioso. ¿Por qué gente que ya es muy rica quiere o ha querido más y más? ¿Por qué siguen acumulando riqueza si ya tienen de sobra todo lo que necesitan para vivir bien? ¿Acaso están enfermos?

Origen etimológico de codicia es cuspiditas, un vocablo latino. Se ha definido como un afán excesivo de riquezas, como un deseo voraz y vehemente de algunas cosas buenas, no solo de dinero o riquezas. Lo que más caracteriza al codicioso es un interés propio, un egoísmo que nunca se consigue satisfacer. Se ha dicho que la codicia es como el agua salada, pues cuanto más se bebe más sed da. Para el codicioso suficiente nunca es suficiente. Codicia y avaricia no son la misma cosa. Mientras que la avaricia es el afán de poseer riquezas u otros bienes con la intención de atesorarlos para uno mismo mucho más allá de lo requerido para satisfacer las necesidades básicas y el bienestar personal, la codicia se limita a un afán excesivo de riquezas sin necesidad de querer atesorarlas. El avaro acumula, es tacaño, gasta lo menos posible y casi nunca comparte. El codicioso puede disfrutar de su riqueza, se la gasta y puede incluso compartirla. Hágase pues, si le place, amigo de un codicioso, pero nunca de un avaro. El jugar a la lotería, el apostar en un casino o el invertir en bolsa, incluso cuando se trate de pequeños ahorradores, tampoco deja de ser un comportamiento que, aparte de adictivo, alberga un plus de codicia, pues no suele hacerse por necesidad.

Un estudio de la universidad de Gante en Bélgica ha puesto de manifiesto que la codicia ocurre más a menudo en hombres que en mujeres, en el mundo financiero o en posiciones de gestión y, generalmente, en personas no muy religiosas. Ninguna razón biológica que conozcamos nos permite afirmar que las mujeres son menos codiciosas que los hombres, pero el que la mayoría de los imputados y condenados por corrupción en muchos países sean hombres pudiera darlo a entender. La explicación a esa diferencia es cultural, pues en la mayoría de países son los hombres los que suelen asumir el liderazgo en los negocios o los cargos políticos o administrativos susceptibles de generar corrupción.

 

Las consecuencias de la codicia

La codicia, al estar en el origen del colonialismo y la esclavitud ha sido uno de los peores males que ha padecido la humanidad. Además de relacionarse con comportamientos inmorales, es causa de guerras, de corrupción, traiciones y delitos, estafas, robos, asesinatos y mentiras. El codicioso casi siempre se beneficia a costa del resto de la población. La codicia se ha relacionado especialmente con las deudas financieras, pues la impaciencia por conseguir beneficios hace que muchos banqueros sean negligentes y arriesgados y la falta de contención en la inversión puede haber originado burbujas económicas como la que dio lugar a la Gran Depresión de 1929 en los Estados Unidos. Burbujas que ocurren cuando los precios suben por encima del valor real de las cosas y cuando la codicia hace que se promuevan actividades especulativas relacionadas con el desarrollo de nuevas tecnologías, como la burbuja.com, generada por la introducción de Internet.

¿Por qué gente que ya es muy rica quiere o ha querido más y más? ¿Por qué siguen acumulando riqueza si ya tienen de sobra todo lo que necesitan para vivir bien? ¿Acaso están enfermos?

La codicia estuvo detrás del uso de las conocidas tarjetas Black y de abusos como el de los directivos de la entidad financiera Cataluña Caixa, que autorizaron incrementos salariares para sus ejecutivos cuando la entidad ya había reclamado ayudas extraordinarias al Estado por la situación de bancarrota en que se encontraba. Parecida es también la codicia de accionistas y empresarios que no reparan en mantener factorías o industrias que deterioran el medio ambiente con sus vertidos y la generación de residuos tóxicos. Y no es sólo cosa de tiempos modernos, pues como explica el historiador Juan Eslava Galán, el Duque de Lerma, valido del rey Felipe III trasladó la corte de Madrid a Valladolid muy posiblemente con la intención de dar un pelotazo inmobiliario, pues había comprado allí previamente terrenos y casas a un precio inferior al que luego vendió a los funcionarios y cortesanos que se vieron ante la amenaza de comprarlos o sufrir las consecuencias.

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