Voces del Periodista Diario

¿Cuántos gatos encerrados hay en el T-MEC?

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

Una forma de corrupción es también negar la verdad verdadera a los gobernados, decírselas a medias o mentirle. Peor aún: Adoptar una política de desinformación.

En recientes días hemos escuchado las mismas fanfarrias que escuchamos en 1994 cuando, con bombo y platillos, se presentó en México una versión rasurada del texto del primer Tratado de Libre Comercio (TLC), que nos incorporaría a Las grandes ligas, donde se juega la economía globalizada.

Conocidos los primeros demoledores impactos del TLC sobre México, algunos investigadores nuestros se dieron a la tarea de consultar minutas de sesiones en El Capitolio de comisiones que discutieron la iniciativa trinacional.

Tránsito de mano de obra, no; hidrocarburos mexicanos, si

El primer hallazgo fue que algunos senadores estadunidenses se negaron darle a aquel instrumento el estatuto de Tratado, cuya especificidad unifica, por ejemplo, regímenes militares y judiciales. Por aquella época se insistió en codificarlo como mero acuerdo, particularmente en la Cámara alta, coadyuvante en la Política Exterior de Washington.

Organizaciones laboristas mexicanas denunciaron la omisión de nuestros negociadores –aplicados sólo a los aspectos de comercio e inversión-, que no se preocuparon por la libre circulación de mano de obra en los territorios de los países firmantes, cuyo precedente más destacado lo había establecido la Unión Europea.

Más lesiva resultó la secreta promoción de México para que en el TLC se incorporara la cláusula de los hidrocarburos nacionales. El peine apareció cuando, después del maquinado Error de diciembre de 1994, el gobierno de Ernesto Zedillo se vio obligado a embargar la factura petrolera como garantía de pago del salvataje coordinado por el presidente Bill Clinton.

Cuando el TLC (ya con su denominación de TLCAN) cumplió 20 años de ejecución, dos Premio Nobel de Economía norteamericanos hicieron un balance en 2014, para concluir que el sector mexicano más devastado es el agropecuario. Ni qué hablar de los pequeños industriales y comerciantes que, o fueron extinguidos, o absorbidos por las grandes trasnacionales de la maquila y el comercio.

Donald Trump puso a retozar el primer gato encerrado

Desde que, en el primer semestre de 2019, en que se dieron por concluidas preliminarmente las negociaciones para liquidar el TLCAN, resultó obvio que el festín de Donald Trump sobre el triunfo de su causa -la electorera– contenía un gato encerrado sobre las concesiones de México en el T-MEC. El inquilino de la Casa Blanca echó a retozar el felino.

El mismo triunfalismo de 1994, tuvo la semana pasada una segunda edición. Por nuestra parte advertimos que no había que destapar el pomo de champaña en la víspera. Había que tener conocimiento, primero, del texto aproado hace medio año y luego el del Protocolo modificatorio.

Una acotación, no precisamente accesoria: En las mismas horas celebratorias del T-MEC en México y Washington, desde Europa llegaba la noticia de que la sección de controversias de la Organización Mundial de Comercio (OMC) no sólo estaba desarticulada, sino su directorio con la mitad cesante. ¿A quién acudir para ventilar y resolver las controversias?)

Antes de que se secara aquí la tinta de las firmas estampadas en el documento decembrino, se supo que la Embajada de los Estados Unidos en México redistribuía sus espacios para dar lugar a cinco agregadurías laborales a fin de monitorear y certificar el cumplimiento de México de los compromisos en la materia.

El subsecretario de Relaciones Exteriores para América del Norte, Jesús Seade Kuri, negociador del acuerdo desde el periodo de transición presidencial, se conformó con esta pretendida “explicación”: Es una cuestión interna de los Estados Unidos. ¿Sin la menor consideración ni respeto a sus dos aliados comerciales?

Surgió otra amenaza como catedral: Unilateralmente, el gobierno de los Estados Unidos anunciaba operaciones fast track en la aplicación de sus estrategias arancelarias, atentatorias no sólo contra el sector exportador mexicano, sino contra algunos segmentos importadores.

Paralelamente, algunos sectores nacionales, como el de la ganadería lechera y de importación de insumos estadunidenses para esa industria, sintieron la lumbre en los aparejos.

Los mexicanos nada tenemos que agradecerle al Niño Dios

A punto de ahogarse el niño, el presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado, Ricardo Monreal Ávila, tan diligente en las promociones anteriores del T-MEC y ahora del afamado protocolo, lanzó de su ronco pecho: Apelaremos a la Convención de Viena para asuntos comerciales. Nos imaginamos la reacción de la amenaza anaranjada en el Salón Oval: ¡Mira como tiemblo!

Por lo que documentamos -más lo que se acumule esta semana-, podemos augurar que las navidades para los eternos paganos mexicanos, no serán mejores que las de los últimos 25 años. Es cuanto.  

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