Voces del Periodista Diario

De cómo se explica “el mal humor social”

VOCES OPINIÓN Por: Mouris Salloum George

Para dejar del lado “el boato”, según dijeron algunos locutores en horas previas a la presentación del IV informe de Gobierno, la Presidencia de la República decidió suspender el faraónico espectáculo que se presentaba en Palacio Nacional al día siguiente de la Sesión de Congreso General en el Palacio Legislativo de San Lázaro.

En efecto, el montaje palaciego cambió de formato para que el presidente Enrique Peña Nieto pudiera dialogar con una batería de 300 jóvenes. A fin de cuentas, dice que gobierna por el futuro de las nuevas generaciones.

En la densidad de esas horas mexicanas, sacudidas por los temas de la insólita visita a Los Pinos del candidato presidencial republicano, Donald Trump, las vicisitudes del inicio del nuevo ciclo escolar y la conmoción causada por la muerte de Juan Gabriel, necesariamente hubo cuestiones que, o pasaron a segundo plano, o no fueron incluidos en la agenda de los medios de comunicación.

De otro lado, no es fácil acceder y menos descifrar los voluminosos anexos que acompañan el Informe. Aún en sus versiones digitales, la interpretación de los números absolutos queda como tarea para expertos, sobre todo cuando los cuadros se saturan de números relativos. Los porcentuales, pues.

¿Cómo anda la clase trabajadora mexicana?

Verbigracia: ¿Cómo anda la gente del llano y especialmente la clase trabajadora de la ciudad y del campo; obreros manuales e intelectuales, según viejas tipologías borradas ya de los códigos de la tecnocracia?

Para no caer en los riesgos de la excesiva numerología, destaquemos sólo unos cuantos aspectos del balance de la política laboral en lo que va del sexenio.

Con datos de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STyPS) y reportes del Instituto Nacional de Geografía y Estadísticas (Inegi) -no las del ilusionista dúo Pepe y Toño-, se puede saber que en México laboran tres millones 416 mil compatriotas que laboran sin percibir salario alguno.

En otra subcategoría están los que sólo reciben un salario mínimo: El número de estos trabajadores aumentó desde 2012 a la fecha en un millón 261 mil individuos; esto es, de seis millones 756 mil, a ocho millones 17 mil. Algo es algo, al menos tienen un ingreso, así sea irrisorio.

Pero en otro casillero no pintan las cosas mejor: El número de trabajadores que recibían algo más de cinco salarios mínimos en 2012, bajó en 2016 de tres millones 884 mil a dos millones 900 mil. Menos casi un millón. Es cuando se dice que las clases medias “se están desclasando”. Hasta aquí algo buceado en el IV informe.

El otro punto es menos visible, dada la manipulación del índice de inflación, que el Banco de México sitúa en menos de tres por ciento.

Las amas de casa no entienden esa habilidosa monserga tecnocrática: Sobre su monedero pesa un concepto más plástico, la carestía, que miden en pesos y centavos.

Ese pesar, medido en pesos, se refleja en el costo de la Canasta Básica Alimentaria (CBA), que en los últimos años se ha elevado en más de 27 por ciento.

Queda, finalmente, el asunto de la Seguridad Social. Entre los contratos de protección empresarial institucionalizados por líderes de centrales oficialistas, y los contratos triangulados que liberan al empleador último de obligaciones establecidas en la Ley Federal del Trabajo, los obreros y empleados, si bien les va, son remitidos al ilusorio Seguro Popular.

Son, pues, razones bastantes que explican “el mal humor social”. Pero luego dicen los del poder ahíto, que es asunto de “percepción”. Una percepción que los estómagos traducen en hambre insatisfecha.

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