Voces del Periodista Diario

De los yuppies a los ninis, ¿qué sigue?

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

En 2012, en ocasión de El Día Internacional de la Juventud, el entonces secretario general de la ONU, Bin Ki-moon, se gratificó por los jóvenes con oportunidades plenas. Deploró, sin embargo, la existencia de aquellos que, aún con estudios altos, se enfrentan a bajos salarios, empleos sin porvenir y tasas records de desempleo.

El orador hizo una advertencia desgarradora: Es posible que estemos ante el espectáculo de una generación perdida, de talento y sueños desaprovechados.

Generación perdida. La descripción la hizo Gertrude Stein refiriéndose a jóvenes escritores estadunidense que habitaron París y otras ciudades del viejo continente entre la Primera Guerra Mundial y la primera Gran Depresión de 1929.

A aquella generación, sin embargo, se deben inmortales obras literarias que permanece aún en los estantes de todas las librerías del mundo y en las bibliotecas de las facultades de Filosofía y Letras.

Cuando los tecnócratas neoliberales se pusieron el gafete

Medio siglo después, en los Estados Unidos cobró fama la Generación Yuppi, cuyo santuario fue Nueva York.

Originales como siempre, los jóvenes tecnócratas neoliberales mexicanos de la década de los ochenta importaron el código y se colgaron orgullosos el gafete.

Previo a la elección presidencial del 6 de julio de 1988, Carlos Salinas de Gortari habló así de los yuppies: Tienen orgullo de sus raíces históricas, pero la vista puesta hacia adelante; en las transformaciones que coloquen a México en una avanzada mundial, en el umbral no sólo del nuevo siglo, sino del nuevo milenio. (Je je je).

¿Por qué entonces, 30 años después, en México se plantea la falsa dicotomía sicarios o becarios si, al concluir su sexenio, el propio Salinas de Gortari blasonaba que la primera satisfacción de su mandato fue transformar la mentalidad de los mexicanos?

El ejército de reserva del crimen organizado

De la obra de los yuppies “mexicanos”, el más detestable de sus productos es La generación nini; los chicos que no estudian ni trabajan. Desde hace una década se hablaba ya de más de siete millones.

En los reportes periódicos de las instituciones defensoras de Derechos Humanos, destaca la preocupación por los niños y jóvenes que, sin opciones, se han visto obligados a servir al crimen organizado y, lo que es aún peor, a reclutarse en las corporaciones de las Fuerzas Armadas, para combatir a los cárteles de la droga, de armas y trata de personas.

En ambos casos, el destino manifiesto es el mismo: Madres de todas clases sociales forman brigadas en todo el país, buscando en cementerios y fosas clandestinas a sus hijos desaparecidos. Otras, esperan los días de visita en los reclusorios para convivir con los que han sobrevivido.

Los que menos perra suerte han corrido, ambulan en el país y en extranjero con sus pergaminos de licenciaturas y posgrados, que de nada les sirven en la economía negra, en la que subsisten careciendo de los mínimos de Seguridad Social y aun de un ingreso fijo, que los empujan a permanecer en los hogares de sus padres.

Van, y vienen, reformas laborales que sólo han precarizado más las ocupaciones y los salarios. Talento y sueños desaprovechados, dijo apenas seis años el secretario general de la ONU.

Ahora se les codifica como millennials; su suerte es la misma

Hace unos días, la colega Susana González, firmó en La Jornada un reportaje bajo el título:  Millennials en México: 50% son asalariados.

El dato de entrada es que la mitad de la nueva generación es de asalariados; 42 de cada 100 ganan menos de 8 mil pesos al mes. Aquí donde la moneda en uso es el dólar: unos 400 billetes verdes.

Esos jóvenes y no tanto, nacidos entre 1980 y 1999, son empleados de empresas privadas o de alguna dependencia pública.

La tercera parte contrata y paga deudas con tarjetas de crédito y departamentales. Nomás considerar el costo de adquisición de los plásticos, las comisiones e intereses que absorben esos ocho mil pesos.

La pregunta es si esos jóvenes pueden confiar en resolver su degradante y degradada situación ejerciendo su derecho al voto electoral.

El obrero michoacano que advirtió la tragedia nacional

Las transformaciones, dijo en su oportunidad Salinas de Gortari, colocarán a México en la avanzada mundial; en el umbral del nuevo milenio.

Solo recordamos un acto de campaña electoral del ex secretario de Programación y Presupuesto, en Morelia, Michoacán. Le plantó cara un modesto obrero, increpándolo: Si no cambian las políticas económicas, presupuesto público hará falta para construir nuevos hospitales y cárceles para tantas víctimas de la exclusión. Brujo.

Llegó el nuevo milenio, y los hijos y nietos de aquel obrero todavía no saben si resulta útil cultivar esperanzas de emancipación, aquí donde se les niega hasta la justicia inmanente. Es cuanto.

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