Voces del Periodista Diario

¿De qué está hecha la raza de bronce americana?

Sinfonía Telúrica

Por Abraham García Ibarra

En la entrega de ayer acometimos una veloz incursión sobre 500 años de conquista y dominación de los pueblos americanos por la Corona Española; en el reciente medio siglo, endosadas a los tecnócratas neoliberales.

Recordamos que, 130 años después del brutal avasallamiento de México a partir de 1521, una población de más de cinco millones de nativos en nuestro territorio quedó reducida a un millón 200 mil.

A decir verdad, esa pérdida humana fue provocada en algunos casos por no pocas pestes importadas de las que fueron portadores conquistadores y colonizadores. Todavía hace un siglo, nos alcanzó la pandemia de influenza española.

El dato que subrayamos fue que, de aquel pie de cría superviviente a mitad de los mil seiscientos, en 2019 se tenían censados a unos 16 millones de indígenas en México; en tanto, más de 25 millones de mexicanos comparten el habla de alguna de las más de 50 lenguas vernáculas. Nos aproximamos a ese supuesto cuando escuchamos estaciones de radio comunitarias.

El Estado no apoya la soberanía alimentaria de pueblos originarios

De lo anterior sigue la pregunta, ¿de qué está hecha la raza de bronce mexicana, que el oaxaqueño José Vasconcelos quiso raza cósmica?

Si nos atenemos a la tradición, podemos subrayar un punto: A duras penas, los pueblos originarios mexicanos siguen bregando por su soberanía alimentaria no apoyados por el Estado-, ejerciendo planes propios de siembra y cultivo de semillas nativas de América, que les permiten nutrientes bastantes para acumular inmunidad orgánica a fin de hacer frente a toda clase de virus, bacterias, hongos, etcétera, que les amenazan desde zonas urbanas y desde el extranjero.

En la agricultura de exportación, helada ecuación costo-beneficio

Con terca frecuencia y con conocimiento de causa -como nacidos en el noroeste del país-, en nuestro trabajo de campo recordamos, una y otra vez, que gran parte de la mano de obra contratada para la agricultura de exportación, es enganchada en los estados con más alta densidad demográfica indígena. Cuestión de costo-beneficio.

Primero en los valles de Sinaloa; después en los de Sonora y Baja California, dimos testimonios desde los años sesenta de la aplicación criminal e indiscriminada de toda clase de herbicidas nocivos para la salud humana. Para el caso, de las familias jornaleras agrícolas, con extensión a las poblaciones aledañas que consumen agua contaminada por esas substancias.

Esas fórmulas son patentes de la industria química en los Estados Unidos y Europa, donde son severamente regulados y en muchos casos prohibidos en la agricultura doméstica u otras actividades asociadas.

Glifosato, nuevo enemigo público número 1 en el campo mexicano 

Hoy, hoy, hoy, el enemigo público número 1 de esa masa laborante, es el glifosato, precursor de la mayoría de herbicidas; químico que provoca lesiones en los sistemas renal, hepático y cardiovascular, que se manifiestan a largo plazo, cuando la atención médica temprana es primordial para contener su desarrollo antes de que desemboque en estado terminal.

No obstante que está comprobada la alta productividad de esos sembradores y cosecheros mexicanos, para algunas autoridades adminstrativistas el criterio es que, no hay mejor indio, que el indio muerto -si lo dijo el general Custer o el sargento Smith, es lo de menos. Será porque, con el T-MEC, México pretende escalar en el top ten de los países del mundo que más alimentos importan. Es cuanto.

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Redacción Voces del Periodista