Voces del Periodista Diario

Donald Trump, el emperador desnudo

Sinfonía Telúrica

Por Abraham García Ibarra

Poquito falta para que, a la menor provocación, el hombre saque a la bestia que todos llevamos dentro. Es lo que le está pasando con el inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump.

Desde que andaba en campaña por la presidencia de los Estados Unidos, académicos inscritos en asociaciones científicas de ese país, especializados en Sicología y Siquiatría, certificaron que el magnate republicano era un potencial paciente por sus profundos pero evidentes trastornos mentales.

Los detractores del mandatario, a partir de esa referencia, lo tipificaron como una rencarnación de Adolfo Hitler

En entregas editoriales de recientes meses, citamos algunas obras de autores estadunidenses, intelectuales, ex funcionarios de la administración de Washington y líderes sociales y políticos, cuyo punto de coincidencia, aplicado a Trump, es que existen gobernantes surgidos de procesos democráticos, al asumir el poder desdoblan su verdadera personalidad y exhiben su naturaleza totalitaria.

Roto el orden constitucional, Trump gobierna como un monarca

Desde hace más un año, en que la Cámara de Representantes en El Capitolio comenzó a considerar la opción de destitución de Trump, se alegó que el Presidente se colocó en pleno desacato de la Constitución. No obstante los documentados y sólidos argumentos de la Cámara baja que le dieron soporte a la causa, los correligionarios republicanos en el Senado lo absolvieron.

Nosotros tenemos una Constitución republicana y no elegimos un rey. Lo que se dijo en las audiencias de El Capitolio durante el juicio político, se repitió ayer en voz de prominentes personalidades neoyorkinas.

Son los días en que gobernadores de diversas entidades, en el entorno de la emergencia nacional por el coronavirus, han sido acusados de amotinamiento y  amenazados por el Presidente, de no reproducir al pie de la letra las tardías medidas de contingencia emanadas de la Casa Blanca, pasándose por el arco del triunfo la soberanía de los estados, conforme lo indica el orden constitucional.

El momento de inflexión se ha dado en las horas en que la crisis sanitaria ha pasado a herir el Talón de Aquiles del sistema: La crisis económica, que avanza a pasos vertiginosos en todo el espectro productivo y especulativo.

El desenfrenado orate busca en la OMS su chivo expiatorio

El nuevo ingrediente del fenómeno sicosocial fue detonado por el propio Trump al anunciar el freno de la aportación de los Estados Unidos al fondo de la Organización Mundial de la Salud (500 millones de dólares; casi simbólicos ante la magnitud de los requerimientos financieros de la OMS frente a la pandemia).

 Evidentemente, lo que el alienado republicano quiso demostrar fue un acto de autoridad atrabiliario sobre una de las agencias de la ONU, imprescindible en momentos de crisis humanitaria.

El argumento del orate no puede ser más deleznable: La OMS encubrió los alcances de la pandemia, desperdiciando un tiempo que ahora cobra miles de vidas.

(El reporte de ayer daba más de 600 mil estadunidenses contagiados y más de 26 mil muertos.)

Lo que parecía quimera ya está aquí: La dictadura unipersonal

Miente Trump con toda la cachaza. Desde diciembre de 2019, El Pentágono empezó a procesar informes de sus agencias de Inteligencia y entregó sus resultados a la Casa Blanca. Su inquilino puso oídos sordos o consideró un riesgo para su campaña hacerlos del dominio público. Entidades médicas de la propia Administración le dieron voces de alerta, topando con el muro de la ceguera.

La democracia precursora arriba pues, hasta la terminal de la dictadura unipersonal. La declaración de Emergencia Nacional da para eso y más. Es cuanto.

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