Voces del Periodista Diario

Educación: El asesinato del alma

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

Del ciclo de la persona -entre la infancia y la juventud-, un dictado recordamos: La letra, con sangre entra. Tuvimos la fortuna de la amistad de un exiliado español, humanista y filósofo de la Educación, Carlos Sáenz de la Calzada, quien impuso una fe de erratas: La letra, con sangre entra, , pero con sangre de maestro.

(Ese personaje, tan se sentía de Los de abajo que, él mismo, se presentaba, en vez de De la Calzada. De la guaracha. Pisaba, en efecto, ese artículo tan mexicano.)

Cambio de página: Por nuestro aprendizaje libresco, supimos que, en el estudio de los regímenes totalitarios europeos de la primera mitad del siglo XX, el más bárbaro fue el nazismo en su modalidad hitleriana.

Investigaciones de la Siquiatría nos informan que los dirigentes de esos regímenes abrevaron en las fuentes de los sistemas de educación autoritaria decimonónicos que, impuestos desde el círculo familiar, se trasladaron al ejercicio del poder político.

Esos “modelos” educativos europeos crearon doctrina. Algunas de sus expresiones las encontramos en instituciones de enseñanza en México, todavía en el siglo XXI.

La persecución del niño en la familia autoritaria

El asesinato del alma, título con el que encabezamos estos apuntes, lo tomamos de la obra del siquiatra Morton Schatzman, quien coloca en el sumario: La persecución del niño en la familia autoritaria.

La investigación tiene como núcleo el caso -ya clásico- del alemán Daniel Paul Schreber. Fue éste un eminente juez, cuya locura se manifestó a los 42 años de edad; volvió a enloquecer poco más de 8 años después. Terminó sus días en un establecimiento siquiátrico.

Daniel Paul tuvo un hermano mayor, Daniel Gustav, quien murió por suicidio. Una de sus hermanas también fue afectada por la demencia.

Esos muchachos fueron hijos de Daniel Gottlieb Mortiz Shreber, destacado médico y pedagogo, quien sometió a sus vástagos a los más brutales métodos de enseñanza, de factura propia.

“Formar” al niño para una sociedad mejor y una raza superior

Dicho pedagogo consideraba que su época era moralmente blanda y decadente a causa de la laxitud de la educación. Proponía, entonces, combatir la flojera, para hacer de los niños seres obedientes y sumisos a la autoridad del adulto.

El objetivo de Schreber padre era una sociedad y una raza mejores. El segundo concepto fue retomado particularmente por Adolfo Hitler, quien postuló la supremacía de la raza aria. En nombre de ese “principio”, provocó la matanza de comunidades que no encajaban en aquel patrón étnico.

El caso de estudio consultado se centra en dos afecciones: La esquizofrenia y la paranoia.

En México, la obsesión por fabricar cuadros de excelencia

Durante el periodo neoliberal, especialmente en los ciclos de enseñanza Media y Superior en las instituciones privadas, los programas tienen como fin formar cuadros de excelencia, de corte gerencial, al servicio de los grandes corporativos empresariales. Ese objetivo terminó por contaminar la gestión del Estado, en la que se enquistaron esos especímenes.

La Secretaría de Salud, la Universidad Pública mexicana y sus institutos especializados han asumido la preocupación por la creciente incidencia de enfermedades mentales. Algunas investigaciones documentan cada vez más crecientes casos de suicidios de jóvenes estudiantes, víctimas de depresión por dos causas: La económica y las adicciones.

La letra, con sangre entra, sí, pero con sangre de maestro

Viene ese fenómeno a tema ahora que, en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) ha hecho explosión la crisis sicológica en algunos estudiantes que han tomado la puerta falsa del suicidio por no poder enfrentar las exigencias draconianas que imponen los programas de educación.

El problema, ya de Salud Pública, sin embargo, no se circunscribe a una institución en específico. Existen datos de que en otros planteles particulares de provincia se da una situación similar.

Cerramos como iniciamos, en la voz del humanista doctor Sáenz de la Calzada: La letra, con sangre entra, sí, pero con sangre de maestro. Tenerlo presente. Es cuanto.

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