Voces del Periodista Diario

El Alto Golfo de California en la cuerda floja

Ruta México

Por Álvaro Aragón Ayala

Bajo el ruido y la furia que azotan a México desde hace más de tres meses por la pandemia del coronavirus, las sordinas se han colocado en los lindes del Alto Golfo de California -Sinaloa, Sonora y las dos Baja Californias-, nodriza de la economía pesquera del noroeste, al que los Estados Unidos someten a unilateral embargo de ocho de las especies marinas más rentables, comestible y económicamente.

El más duro impacto de esa acción, promovida por el Servicio Nacional de Pesquerías Marinas (USA), confirmada en abril pasado, se ha diferido eventualmente porque la captura de camarón en el litoral del Pacífico es objeto de la periódica veda por la Comisión Nacional Pesquera.

La medida es continuidad de históricos litigios de Washington contra los productores pesqueros mexicanos para proteger a sus propias empresas. Lo significativo de su confirmación en la primavera pasada es que se decidió cuando el Congreso de los Estados Unidos había aprobado ya el T-MEC y el parlamento canadiense estaba por hacer lo propio.

No olvidar: El T-MEC consagra el libre comercio. Es obvio que embargos de esa naturaleza desnudan la vocación proteccionista del gobierno del vecino país a costa, sobre todo, de México.

La cortada del gobierno estadunidense, es la protección de la vaquita marina, pero se lleva entre las espuelas el camarón, la sardina, la sierra, la curvina, la macarela, el arenque, el chano y las anchoas, a los que se cierran las fronteras rumbo al mercado de consumo en la Unión Americana.

La autoridad estadunidense empleó como mano de gato al Consejo para la Defensa de los Recursos Naturales, el Centro para la Diversidad Biológica y el Instituto para el Bienestar Animal, que en 2018 actuaron como personeros de los industriales norteamericanos ante la Corte de Comercio Internacional de EU que, no faltaba más, decretó el embargo comentado.

El veto amenaza a más de 500 mil empleos directos e indirectos

Bien a bien las cosas, a México se le asigna el papel de conejillo de Indias, habida cuenta que, sentado el precedente, los productores y exportadores de camarón de otros países, aunque no estén en la zona de protección de la vaquita marina, no podrán acceder a los mercados estadunidenses si no cuentan con certificado de comparabilidad, hecho al gusto y medida de los competidores gringos.

Sólo en variedades de camarón, los mexicanos exportan hacia el vecino país unas 35 mil toneladas al año. En valor representan un ingreso de más de 500 millones de dólares. La industria da ocupación, sólo en el hinterland del Golfo de California (mar abierto y granjas camaroneras ribereñas) a más de medio millón de personas, entre empleos directos e indirectos.

Lo alarmante del caso, es que en el noroeste de México no se conoce reacción alguna de las secretarías de Economía y Agricultura y Desarrollo Rural (implicadas en el fomento y regulación de la industria pesquera nacional) de lo que sigue que la Secretaria de Relaciones Exteriores hace como que la virgen le habla.

El coronavirus puede servir también como cortina de humo.

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