Voces del Periodista Diario

El “éxito” de las reformas transformadoras/span>

Amenaza latente: El mercado negro/span>

Voces Opinión Por: Mouris Salloum George

Cuenta la leyenda, que cierto alcalde de buena fe -no precisamente de una república  bananera- se propuso dar servicio de agua potable a cierta comunidad enclavada en un cerro, como ocurre en el área metropolitana de la Ciudad de México, donde son confinados cientos de miles de familias precaristas.

Un técnico de obras públicas le advirtió a su jefe que cumplir con ese compromiso, firmado en campaña, tendría costos desorbitantes pues la Ley de gravedad impondría subir el líquido desde el llano donde se encontraban las plantas de bombeo hasta las cumbres: “Pues que el cabildo derogue esa ley de gravedad”, respondió el alcalde.

Las grandes reformas transformadoras neoliberales que en este sexenio se han procesado y promulgado, dictadas por el mercado, pretendieron restituir en México la Ley de la oferta y la demanda, que dice que, a mayor y plural oferta, los compradores tienen más opciones de elección y más baratas.

El mito genial de la libre competencia

Sacar al “Estado monopólico” de sectores de consumo básico, permitiría una libre y sana competencia entre los agentes comerciales privados y, en automático, los precios al público bajarían.

Dicho argumento se esgrimió como coartada para darle curso y concreción a la Reforma Energética, cuyo eje es la contrarreforma petrolera.

En la Constitución mexicana -deshilachada en este sexenio-, la cuestión de los monopolios y de las prácticas monopólicas es regulada por el artículo 28. Dice el texto que la ley castigará severamente y las autoridades perseguirán con eficacia toda concentración y acaparamiento en una o pocas mano de artículos de consumo necesario y “que tenga como objeto obtener alza de precios…”.

Con las reformas transformadoras, hasta “dientes” se le injertaron a la Comisión Federal de Competencia Económica.

Desorbitantes incrementos a las tarifas “de luz”

Reforma Energética para bajar los precios de “la luz” y las gasolinas, decía el spot.

Veamos como opera ese compromiso “te lo firmo y te lo cumplo”: En julio pasado, fue transferido de la dirección general de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) a la dirigencia nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza.

En mayo pasado, un hogar clasemediero de la Ciudad de México recibió de la CFE el recibo correspondiente al consumo bimestral por 225 pesos. En agosto, el mismo hogar, sin haber agregado un aparato electrónico a su menaje, recibió la factura de la CFE reclamando un importe de 950 pesos. Si la computadora no se equivoca, el costo para ese hogar significó un incremento de cerca de 300 por ciento.

Los gasolinazos, a tambor batiente

El mercado de consumo de petróleo y derivados se ha liberalizado con lo cual, se prometió, se daría fin a los gazolinazos. De las gasolinerías ha desaparecido el logo del ex monopólico Pemex. Pero los gasolinazos no han cesado.

La promesa de Año Nuevo es que, con la libre competencia, los precios de las gasolinas se dispararán en enero alrededor de 15 por ciento. Si bien nos va.

La Asociación Mexicana de Empresarios Gasolineros denuncia que en Jalisco hay desabasto de gasolina Premium. Existe desabasto de Magna en Querétaro, Puebla, Sinaloa, Coahuila, Chihuahua, Zacatecas, etcétera.

Con la libre competencia se ha abierto el mercado nacional a la importación de derivados del petróleo. Pemex asegura que, aun con ciertas deficiencias, el abasto “es normal”.

Algo no cuadra entonces en esa libre competencia energética. Cualquiera puede sospechar que se está gestando un mercado negro en la perspectiva de la liberalización de los precios en enero. La lógica del mercado negro, que opera al través de las compras de pánico, es el incremento en los precios.

Más de 300 por ciento en el incremento real en las facturas por consumo “de luz” en algunos segmentos del mercado y 15 por ciento más -mínimo- en  los precios de las gasolinas, que puede hacerse extensivo al diésel.

Para mencionar un solo factor, está comprobado que el incremento en los precios de gasolinas y diésel se repercute en los costos del transporte y, por supuesto, en los precios de las mercaderías al consumidor final.

No obstante, analistas especializados pronostican que la inflación para 2017 será de 4.13 por ciento.

El Banco de México se queda sin argumentos

Pongamos el asunto en perspectiva: Desde hace tres décadas, el Banco de México alegó que la inflación es “un impuesto adicional que recae sobre los más pobres”. Ergo: Hay que reducir el costo laboral de las empresas. Solución: Establecer los topes salariales.

Los topes salariales siguen vigentes, pero la carestía de productos y artículos de consumo necesario continúa a galope hasta la fecha.

El propio Banco de México atribuyó sistemáticamente las variantes a la alza de la inflación al pico de gallo: El chile, el tomate y la cebolla.

Por lo narrado, ya no pueden ser el chile, el tomate y la cebolla los chivos expiatorios de la inflación.

El autor y ejecutante de la peregrina tesis descrita, el dicho Banco de México, ha abierto las esclusas al incremento de las tasas de interés de referencia. Los expertos aseguran que los primeros afectados serán el gobierno, endeudado hasta los topes, y los adictos al plástico para satisfacer hasta los gustos más superfluos. Ambos fenómenos son factor de inflación. Quien paga el pato es el consumidor más desvalido.

La tecnocracia neoliberal sigue por el camino correcto

El trance para la tecnocracia neoliberal radica en dos aspectos vinculados: No puede renunciar a su mito de la Ley de la oferta y la demanda. Ahora que se visibiliza del tamaño de los volcanes la mano invisible del mercado, el gobierno no tiene voluntad de aplicar la normatividad antimonopolios.

El Feliz Año Nuevo tiene un nuevo convidado: El mercado negro. Dicen los contadores de cuentos que hay cosas que merecen contarse. Esta es una de ellas: Seguimos por El camino correcto. ¡Y aléguenle al oráculo!

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