Voces del Periodista Diario

El hongo nuclear se cierne sobre USA

VOCES OPINIÓN Por: Mouris Salloum George

Hay semejanzas maravillosas: En México, en 2006 arribó a Los Pinos Felipe Calderón, estigmatizado por la sospecha de un megafraude electoral avalado por los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Introducido clandestinamente el 1 de diciembre de ese año por un túnel improvisado en el Palacio Legislativo de San Lázaro para rendir su protesta constitucional en Sesión  de Congreso General, antes de dos semanas de gestión Calderón declaró la guerra al crimen organizado, descargando sobre Michoacán toda la parafernalia militar.

Analistas políticos y especialistas en Inteligencia coincidieron en señalar que con esa súbita operación el michoacano pretendió darle legitimidad a un mandato no respaldado en las urnas.

En enero de 2001, se instaló en la Casa Blanca el republicano George W. Bush. Llegó bajo sospecha de fraude electoral contra el demócrata Al Gore. Lo cierto es que el texano, conocido como El renacido después de tratamientos contra sus adicciones, no fue favorecido en el conteo del voto popular que favoreció a su oponente.

Popularmente cuestionado y con precaria autoridad sobre El Capitolio, antes de   cumplir los primeros ocho meses en el Salón Oval, Bush tuvo la oportunidad de “legitimarse”.

El 11 de septiembre produjo el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York. Antes de que se levantaran los escombros, Bush declaró su guerra contra el terrorismo, expidió la Ley Patriota (de censura a los medios y otros foros  Expresión) y lanzó sus hordas sobre el Medio Oriente.

No estorba recordar que, en un periodo crítico, los Bush se beneficiaron para tratar de levantar sus empresas petroleras de financiamientos liberados por la familia Bin Laden. Osama, caudillo de Al Qaeda, fue en 200l la coartada para desatar la locura bélica sobre Irak.

El método Trump, vieja coartada de usurpadores

El turno llegó al también republicano Donald Trump. No obstante que el voto popular se pronunció por la demócrata Hillary Clinton, dado el sistema electoral de los Estados Unidos el magnate se alzó con los votos de los delegados electorales.

Desde sus primeros días en la Casa Blanca, Trump reveló una actitud colérica contra los medios de comunicación, fallaron sus negociaciones en el Congreso en iniciativas que anunció desde su campaña y las cortes judiciales empezaron a revocar sus actos administrativos.

Dentro de su propio país, Trump se convirtió en la imagen del ridículo y a la vez del miedo. Sus asesores no requirieron de mucha imaginación para tratar de reivindicarlo ante la nación: Primera acción, los ataques contra Siria; segunda acción, la superbomba sobre Afganistán.

Ipso facto, los rejegos de El Capitolio rindieron banderas y se humillaron ante “su Presidente legal y legítimo”. Éste se sintió facultado y autorizado para la empresa mayor: Doblegar la insolencia del líder norcoreano Kim Jong-un.

Sin embargo a Trump le salió respondona la criada: ¡Guerra total! le replicó el norcoreano a la amenaza de respuesta estadunidense “efectiva y aplastante” a cualquier ataque de Corea del Norte con armas convencionales o nucleares.

 La guerra, pues, como motor del patrioterismo, es el presupuesto de los usurpadores para “legitimarse”. El inquilino de la Casa Blanca, que debiera serlo de un centro siquiátrico, se ha puesto a jugar a las vencidas, no contra Corea del Norte, sino contra Rusia, eventualmente apoyada por China.

Y aquí la baladronada puede convertirse en holocausto que, de creerle a Kim Jong-un, clavaría la su proyectil nuclear en territorio norteamericano, que en anteriores conflictos ha estado a salvo. Grave cuestión.

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