Voces del Periodista Diario

El neurosexismo y la emancipación femenina.

Por Rodolfo Ondarza*

“Hay una mujer al principio de todas las grandes cosas” (Alphonse de Lamartine).

¿Alguien conoce ser más perfecto que la mujer?. Sin embargo, esto no es tan simple.

En 1910 Clara Zetkin, marxista alemana, propuso la creación del Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Un fecha para conmemorar su lucha y unificar los diferentes movimientos en el mundo de las mujeres trabajadoras, a través del socialismo – relación entre clases y género -, originados en el afán de alcanzar derechos legítimos para la mujer, derechos económicos y políticos, como el voto. En México no fue sino hasta las elecciones del 3 de julio de 1955, cuando las mujeres pudieron emitir su voto.

Esta desigualdad entre géneros se justificaba con afirmaciones de la inferioridad de la mujer, empleándose incluso argumentos “científicos” que pretendían demostrar la superioridad del cerebro masculino, esto de manera similar a como se había asegurado que el cerebro de las razas blancas era superior al de otras razas humanas; este fue un método eficiente para negar derechos a la población, y que ha sido usado para justificar genocidios por “depuración étnica”.

Esta tendencia neurosexista había sido usada para manipular y controlar políticas públicas de diferente índole de gran utilidad para el capitalismo creciente de una sociedad conservadora que durante siglos pretendió limitar el ámbito de acción en los roles, social y cultural de la mujer, evitando con ello su participación económica, política, intelectual, científica y en el arte, sometiéndola exclusivamente al cuidado de sus hijos y de su hogar. A la fecha esta tendencia prosigue permeando en algunos círculos sociales.

Si bien es cierto que todas las células de nuestro cuerpo, incluidas las cerebrales poseen cromosomas sexuales femeninos (XX) o masculinos (XY) no se ha definido científicamente que el cerebro masculino difiera significativamente del femenino.

Por otra parte, los cerebros femenino y masculino inician su diferenciación durante el desarrollo embrionario porque el cromosoma Y masculino, y quizá otros cromosomas, contienen genes cuya expresión conduce a la producción hormonal que regula una programación temprana y diferencial en el cerebro, condicionando a la vez su comportamiento adulto.

Sin embargo, no ha sido determinado a la fecha, si estas diferencias cerebrales, entre el hombre y la mujer, están específicamente relacionadas con el perfil hormonal, es decir si son enteramente de consecuencias biológicas, o si son efecto, al menos parcialmente, de factores culturales de los que aprendemos roles de género, y que debido a la plasticidad cerebral pueden originar diferencias cerebrales; es perfectamente conocido que nuevas conexiones cerebrales, permiten al entorno modificar las estructuras biológicas; o qué tanto es una mezcla de estas circunstancias multifactoriales.

¿Qué tanto el aprendizaje de un comportamiento “característico” de género aceptable socialmente desde la infancia es capaz de modificar las estructuras cerebrales?.
Si esto es así entonces la misma sociedad, al crear estereotipos conductuales de acuerdo al género, origina o acentúa cerebros con diferencias también acordes al género. Entonces estas diferencias cerebrales dependen en cierta medida de las políticas educativas y sociales que marcan la desigualdad en nuestras sociedades, justificando conductas inapropiadas.

Es un hecho que en el cerebro tanto lo biológico e innato se entremezcla con las experiencias vividas en nuestro entorno social y cultural, y que de esta interrelación depende su desarrollo, particularmente antes de alrededor de los 21 años, en que termina su madurez.
Si bien los circuitos neuronales están determinados genéticamente pueden modificarse por la experiencia desde la vida intrauterina; de hecho en este conocimiento se fundamenta la neuroestimulación temprana.

Si los fenómenos sociales en los que se ve inmerso el cerebro humano son de gran importancia para su desarrollo, entonces podemos encontrarnos ante cerebros y manifestaciones conductuales artificialmente “femeninos” o “masculinos”.

De cuando en cuando aparecen notas en los medios supuestamente basadas en “evidencias científicas” sugiriendo que los hombres o que las mujeres son más inteligentes que el sexo opuesto.
También se habla del efecto Flynn. James Flynn observó los puntajes relacionados al cociente o coeficiente intelectual (CI) en el último siglo han tenido un incremento constante, el aproximado a tres puntos por década, calculando que esto significaría el equivalente a unos 30 puntos en ciertos países. Sin embargo, los problemas del mundo están lejos de estar resueltos, además, de acuerdo a estas observaciones, en la actualidad la humanidad pareciera no sólo haber llegado a un límite, sino que inicia un leve descenso en su puntaje de CI.
En cuanto a las diferencias de género todo inició con las las desigualdades de peso cerebral promedio, que fueron empleadas como argucia para sustentar prejuicios machistas. Estas diferencias varían de acuerdo con los autores que sean considerados, pero se afirma que en promedio los cerebros de los hombres son entre 10 a 15 por ciento más grandes que de las mujeres; lo cual podría ser explicado porque que los hombres son en promedio más grandes y altos que las mujeres.

Dimitri van der Linden y otros coautores de la Universidad Erasmus de Rotterdam, Países Bajos, publicaron, en 2017, el artículo “Sex differences in brain size and general intelligence” (https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0160289616302975), abriendo una vez más la discusión. Realizaron resonancia magnética de cráneo a 875 hombres y mujeres a quienes midieron el tamaño cerebral, encontrando que los cerebros masculinos son un 14% más grandes. La medida del cerebro fue entendida como el volumen total de sustancias gris y blanca. El resultado promedio fue de un litro para las mujeres y de 1.2 para los hombres. A los voluntarios también efectuaron diversas pruebas cognitivas relativas a memoria, cálculo, vocabulario, velocidad de procesamiento y de reconocimiento, así como de CI.
En términos generales, los sujetos con mayor tamaño cerebral tuvieron los mejores resultados, independientemente del tamaño del individuo. En las pruebas vinculadas al coeficiente intelectual, los hombres mostraron estar 3.75 puntos por arriba de la media de las mujeres.
Los hombres obtuvieron una puntuación más alta en las pruebas relativos a la habilidad espacial, en tanto que las mujeres tuvieron una mayor consistencia en las pruebas relacionadas a la memoria.

Lo anterior demuestra que el tamaño no mporta en cuanto a la eficiencia cerebral, y de acuerdo a diferentes neurocientíficos esta evidencia no es lo suficientemente fuerte como para demostrar que los cerebros masculinos de mayor tamaño sean más inteligentes que los cerebros femeninos.

El estudio de Dimitri van der Linden, et al., no concuerda del todo con hallazgos y particularmente con interpretaciones previas, como los del investigador Roberto Colom (https://www.redalyc.org/pdf/727/72711301.pdf) de la Universidad Autónoma de Madrid, tal como el estudio que realizó sobre el CI y distintas capacidades cognitivas en cerca de 7.000 aspirantes a ingresar en una universidad de Madrid entre 1989 y 1995. Una superioridad de cuatro puntos de los hombres sobre las mujeres se expresó en dicho estudio, sin embargo ésta fue atribuida a especificidades en los tests que privilegian las facultades masculinas de razonamiento matemático y percepción espacial; concluyendo que las diferencias por sexo se mostrarían “en los niveles modulares del cerebro”, y no en el conjunto de correlaciones positivas entre las funciones que dan lugar a nuestra inteligencia general.
Por otra parte debemos recordar que hay mujeres con capacidad excepcional para el manejo matemático, como la matemática estadounidense Karen Uhlenbeck, laureada con el Premio Abel, o la matemática iraní Maryam Mirzakhani, ganadora de la medalla Fields, ambas preseas consideradas como el Nobel de las matemáticas.

Se ha discutido sobre otras diferencias de género, adaptativas y complementarias, argumentándose que los hombres tienen mejores habilidades motoras y visoespaciales, y que poseen mayor tendencia a la agresividad; en cambio, las mujeres poseen mejor memoria, habilidades emocionales y mejor cognición social, que las lleva a ser más empáticas que los hombres.

Aún cuando se han encontrado otras diferencias físicas en los cerebros de mujeres y hombres como en la proporción de sustancia gris (cuerpos neuronales) -de acuerdo con algunos autores es mayor su densidad en la mayor parte de la corteza cerebral femenina, aunque otros análisis revelan que existe más materia gris (9 por ciento) en los hombres – y sustancia blanca (compuesta por axones neuronales que conectan unas neuronas con otras); en el patrón de conexiones de los cerebros de hombres y mujeres, los varones parecen poseer mejor comunicación neuronal dentro de cada hemisferio cerebral, y en las mujeres es mejor entre un hemisferio y otro; mayores áreas de lenguaje en las mujeres y en los hombres áreas cerebrales de mayores dimensiones vinculadas a capacidades visoespaciales y análisis de sistemas.

Investigadores de Científicos de la Universidad de Cambridge, publicaron en la revista Neuroscience and Biobehavioral Reviews un interesante metanálisis con el que detectaron diferencias en la anatomía cerebral de hombres y mujeres, mediante un estudio que incluyó 126 artículos científicos, con información de sujetos de todas las edades, en un espacio de 20 años (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/24374381/, https://www.cam.ac.uk/research/news/males-and-females-differ-in-specific-brain-structures, https://elmedicointeractivo.com/descubren-diferencias-hombres-y-mujeres-estructura-cerebral-20140218134118099540/).

Es debido a las observaciones anteriormente mencionadas que algunos investigadores han deducido que los cerebros femeninos están mejor dotados para el procesamiento analítico e intuitivo, así como en habilidades concernientes al lenguaje verbal, mientras que los masculinos para la percepción y la coordinación de las acciones, etc.

Existen estructuras cerebrales que se diferencian en ambos sexos, debido a las influencias prenatales y postnatales de las hormonas sexuales (sexodimórficas). Por otra parte es fundamental considerar también los factores ambientales y de desarrollo general que pueden inciden sobre la expresión de los genes heredados (influencias epigenéticas), de forma que las diferencias originadas durante el desarrollo están más vinculadas con los ambientes educativos y las estímulos recibidos durante la vida que con diferencias intrínsecas entre los cerebros de ambos géneros.

Un hallazgo particularmente interesante, por su relación con el género es que el tercer núcleo intersticial del hipotálamo anterior, es casi dos veces mayor en los hombres que en las mujeres. Se trata de un núcleo sexualmente dimórfico, es una estructura en el hipotálamo relacionada con la regulación de la fisiología y el deseo sexual, y que no está involucrada en tareas cognitivas complejas.Este núcleo ha sido relacionada con la orientación y la identidad de género. Investigadores han encontrado que esta estructura es más de dos veces mayor en los hombres heterosexuales que en homosexuales, en los que se asemeja más a la de las mujeres.

El cerebro y sus reacciones al entorno son complejas y poco comprendidas en la actualidad. Observaciones en investigación básica relativas a experimentación sobre patrones de neuroge?nesis y de plasticidad avalan las teorías de la importancia ambiental en la neuroanatomía y neurofisiología de los cerebros dependientes del género (http://www.scielo.org.co/pdf/rups/v13n3/v13n3a30.pdf). Las ratas hembras poseen una mayor densidad de espinas dendríticas en la región cerebral del hipocampo en comparación con los machos. Sin embargo, cuando se somete a las ratas a estrés la densidad en los machos aumenta y la de las hembras, disminuye.
Es decir, bajo tales condiciones existe una inversión anatómica y por lo tanto funcional dependientes del género.
En otras palabras, experimentalmente se ha demostrado que los efectos del ambiente sobre el cerebro pueden depender del género y cambiar totalmente la anatomía previamente determinada genéticamente.

La neurología también nos enseña sobre la diferente prevalencia de enfermedades neurológicas o psiquiátricas de acuerdo al sexo de los pacientes, por ejemplo, el Alzheimer y la esclerosis múltiple son más frecuentes en mujeres, mientras que la enfermedad de Parkinson lo es en hombres.

Ciertamente, muchas de las diferencias que se han relatado sobre los cerebros de hombre y mujer son pequeñas, y requieren, además de confirmación, conocimiento sobre cómo pueden influir en las capacidades mentales y el comportamiento de cada sexo, algo que sigue también en manos de los investigadores.

En términos generales los hallazgos sobre las diferencias en los cerebros masculinos y femeninos están limitados puesto que se basan en promedios poblacionales; y es un hecho que en el cerebro de un hombre existen características femeninas y viceversa. No es posible inferir a priori qué cerebros serán similares y en qué forma diferentes.
De modo que el cerebro humano se ubica en un continuo entre lo masculino y lo femenino. Lo que se contrapone a la existencia de cerebros masculinos o femeninos.
Las diferencias encontradas son más de tipo cuantitativas que cualitativas, y pudieran ser debidas más al tipo de educación diferencial recibida que a una herencia genética propia de cada género. Y también quizás pudieran ser entendidas como características complementaria sin las cuales la especie humana no podría subsistir.

La palabra neurosexismo fue acuñada por la psicóloga experimental Cordelia Fine en su libro Delusions of Gender: How Our Minds, Society, and Neurosexism Create Difference (2010). Argumenta que se puede hacer mal uso del método científico al verse afectado por los prejuicios de los investigadores, o de quienes difunden la ciencia, incluso de manera involuntaria. Ello debido a deformación profesional en el análisis de resultados, diferentes tipos de sesgos en la investigación, extralimitación en las conclusiones, malinterpretación de los fenómenos estudiados, divulgación sensacionalista de los resultados de estudios neurocientíficos, etc. (http://neurosexismo.blogspot.com/p/que-es-el-neurosexismo.html).

Las diferencias cerebrales de género han constituido, a lo largo de siglos, el sustento de un neurosexismo débilmente fundamentado, originando la creencia de que hombres y mujeres debemos ser tratados de forma distinta, y han servido para justificar la exclusión de la mujer, manteniéndola en condiciones de inferioridad respecto a los hombres en los diferentes ámbitos sociales.
No podemos permitir que por estas razones se violen los derechos de la mujer usándose aparentemente el método científico con un uso tendencioso y pseudocientífico.

Rodolfo Ondarza*. Neurocirujano. Activista en la defensa de derechos humanos. Presidente de la Comisión de Salud, ALDF, VI Legislatura. @DrOndarza

Articulos relacionados

El Movimiento de los Médicos Residentes e Internos de 1964

¿Golpe de Estado judicial?

Redacción Voces del Periodista

Educación Covid-19

Editor Web