Voces del Periodista Diario

El talón de Aquiles del combate a las mafias

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

Con la venia de ya saben quien, nos tomaríamos la facultad de proponer “otros datos”, si de lo que se trata es de jalar la madeja del poder narcotizado y narcotizante en México y puntos intermedios.

Primera fase, segunda mitad de los setenta, después de la Operación Cóndor sobre el Triángulo dorado de la droga: Entran súbitos y abundantes caudales en dólares a la industria hotelera y restaurantera. Florecen paraísos residenciales en los suburbios de las principales ciudades del país. Las distribuidoras de automotores tienen comprometidos masivamente, antes de su exposición al mercado, sus modelos y marcas de lujo del año siguiente.

Segunda fase: Las compañías aéreas, misteriosamente capitalizadas, modernizan sus parques voladores, son autorizadas a establecer nuevas rutas y ampliar el número de sus vuelos a pequeños puertos y ciudades que jamás habían aparecido en sus planes de inversión por incosteables. Determinadas regiones de limitado tráfico terrestre, son habilitadas, sin embargo, con modernas autopistas de cuatro y hasta ocho carriles de alta velocidad, propicias para escapes urgentes.

Las costas, primero del litoral del Pacífico, se pueblan de Marinas donde, de preferencia en horarios nocturnos, se fondean lujosos yates, con capacidad de desplazamiento a mar abierto suprior a la de las lanchas rápidas de la guardia costera. Luego vendrán Las escaleras náuticas.

Banca paralela y servicios financieros accesorios

Tercera fase: Hay un momento en que el Tesoro federal tiene problemas de caja; esto es, de liquidez. Después de la expropiación del sistema de banca y crédito en 1982, en que se consolida la figura de banca múltiple, surge, rigurosamente tolerada, la denominada banca paralela con ingeniosas y atractivas ofertas de servicios bancarios y financieros.

Con autorización oficial, principalmente los puertos fronterizos en el norte del país, aparecen como hongos en verano lluvioso cientos de casas de cambio, comprando dólares incluso por arriba de la cotización oficial y vendiéndolos por debajo de la cotización comercial.

Un corte: En ese periodo, aunque el Producto Interno Bruto (PIB) no crece sustancialmente -incluso con algún año de crecimiento cero-, el Banco de México detecta excepcionales flujos de circulante en efectivo en moneda nacional y dólares.

La gran puja por todo el espectro económico del Estado

Cuarta fase: Para mediados de 1984, una revelación periodística conmociona el universo económico y político: Una nueva sociedad anónima ofrece, de golpe, comprar todo el espectro económico del Estado: Todas las empresas públicas. Nunca se conoció a ciencia cierta el origen del capital con que se financiaría esa descomunal operación. A principios de la década, la participación del Estado en la economía nacional se tasaba entre el 27 y 27 por ciento del valor total.

Quinta fase: En octubre 1987 estalló el gran crack de la Bolsa Mexicana de Valores. Medido en pesos mexicanos a tipo de cambio todavía el peso con tres ceros, el quebranto contra los jugadores se calculó en poco más de 36 billones de pesos. Por supuesto, los perdedores nunca fueron resarcidos. Los bolseros perdonados exploraron y medraron en otras opciones especulativas.

Sexta fase:  Al amparo del dejar hacer, dejar pasar, sigilosamente en la Ciudad de México y algunos estados de El Bajío emergió cierto tipo de operadoras comerciales (algunas corredoras de futuros o factoraje), captando ahorro particular a cambio de intereses por encima, hasta de 150 por ciento, de las tasas de referencia del Banco de México.

Séptima fase: A partir de mayo de 1990 se iniciaron los procesos legislativo y administrativo para reprivatizar la banca nacionalizada. Surgieron postores cuya fama pública no les acreditaba más que un moderado poder adquisitivo o, de plano, naufragaban en la insolvencia financiera. Sin embargo, los vendedores del sistema de banca y crédito les aceptaron valores de garantía, garantizados por quién sabe quién.

Más de 50 mil millones de dólares al año, ¿de parte de quién?

Octava fase: Cuando en 1992 en El Capitolio de los Estados Unidos se abrió la consulta sobre el Tratado de Libre Comercio (TLC) los legisladores escucharon a un respetable ponente advertir que, para entonces, los excedentes del narcotráfico le reportaban a México un ingreso de entre 15 mil y 17 mil millones de dólares al año.

Novena fasePara la segunda mitad del sexenio pasado, agencias financieras multinacionales e instituciones oficiosas atentas al monitoreo de actividades criminales en el mundo, estimaban ya en más de 50 mil millones de dólares anuales el ingreso de divisas a México, generadas por los tráficos de drogas, armas y personas.

Y, sin embargo, el Producto Interno Bruto sigue en caída libre.

De todo ese intríngulis descrito, ¿qué conclusiones se pueden extraer?  Los malpensados nos quedamos con una sospecha. Es eventualmente probable que, en tan dinámico trasiego e inversión de capitales, estén las prodigiosas manos de los blanqueadores.

En la jerga bancaria, perpetradores de operaciones inusuales. Tan “inusuales” que ya la noble institución tiene un profiláctico nombre: Lavado de dinero.

Ahí se localiza el Talón de Aquiles del combate al crimen organizado. Pero hágalos usted entender y, sobre todo, actuar. Es cuanto.

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Redacción Voces del Periodista