Voces del Periodista Diario

El telegrama Zimmerman, tratados de Bucareli y el espionaje petrolero:

Por Mouris Salloum George (*)

La historia del famoso telegrama Zimmermann, por medio del cual el gobierno alemán quiso sobornar a Venustiano Carranza ofreciéndole, previo abastecimiento petrolero, que al triunfo de la Primera Guerra Mundial, México recuperaría con el apoyo del Káiser los territorios perdidos ante los Estados Unidos, es harto conocida.

Al triunfo de la facción obregonista, y en busca del consabido reconocimiento diplomático y avituallamiento de armas para acabar con el delahuertismo, el gobierno tuvo que firmar acuerdos secretos, conocidos como los anexos al Tratado de Bucareli, que jamás pasaron por el Congreso…

… pero que obligaban a la causa de la Revolución a salvaguardar los intereses financieros sobre el petróleo, no dar retroactividad al artículo 27, y lo que es peor, comprometerse a no fabricar ni manufacturar durante 50 años artículos de guerra, ni bienes de capital. Acuerdo que se sostiene hasta nuestros días y que nos condenó a ser una sociedad pastoril, y jamás entrar al círculo selecto de industrializados, so pena de perder el reconocimiento y la protección del protectorado yanqui.

Pero lo que vino después, no tiene desperdicio: la vigilancia permanente, a través del espionaje de bellas mujeres, para esquivar el trato preferente de proveedor a los intereses estadounidenses, durante la segunda Guerra mundial. Y tener encima la supervisión de otra para continuar como proveedores de opiáceos a los insaciables gabachos.

El papel desplegado por una antigua amante de Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi, Hilda Krüger, jugó un papel fundamental. Expulsada de Alemania, por instigaciones de la esposa del poderoso portavoz hitleriano, quien aprovechó, para lograr su objetivo, que estaba casada con un judío, precipitó la llegada a México, vía Hollywood, de la bella actriz germana.

En México, la Krüger fue apoyada por algunos académico , como Edmundo O’ Gorman, para entrar al cine nacional, dada su trayectoria de primer orden en el celuloide germánico. Hilda fue tan solicitada, que llegó a filmar dramas como «Casa de Mujeres», hasta las primeras películas irónicas, junto a Jesús? Martínez, «Palillo».

Se sabe que Hilda Krüger, aprovechando la simpatía que algunos personajes políticos sentían hacia el régimen nazi, se metió hasta la cocina. Primero fue amante de Ramón Beteta, posteriormente secretario de Hacienda del régimen alemanista, y fundamentalmente, del poderoso secretario de Gobernación de Ávila Camacho, Miguel Alemán.

El hecho es que con el tiempo, Beteta, llegó a ser tan cercano a Miguel Alemán, que pudo intervenir para que éste desistiera, ya como Presidente, de imponer como candidato? del PRI a su primo, el regente Fernando Casas Alemán. En el intermedio, y en plena guerra durante el régimen avilacamachista, donde el mandatario no se enteraba de nada –¿dónde habremos oído esto?– se desarrolló una fantástica historia de espionaje.

?Nada hubiera pasado, si Hilda Krüger no encontrara el caldo de cultivo necesario para enhebrar todas las intrigas que se escenificaron en nuestro país, desde aceptar públicamente que los alemanes y no los yanquis, habían hundido los cargueros petroleros Potrero del Llano y Faja de Oro –cuestión que físicamente era imposible– hasta ponernos a punto del conflicto real con las fuerzas aliadas.

?Era tal la influencia de la Mata Hari alemana, como se conoció a la Krüger, que todos los principales asuntos de Estado se cribaban en el lujoso departamento que le montaron en las calles de Dinamarca, de la Colonia Juárez, de la ciudad de México.

Al mismo tiempo, otra infiltrada de los grandes intereses financieros en la mafia estadounidense, la actriz Virginia Hill, pareja reconocida del mafioso Bugsy Siegel, cuando una vez ejecutado éste por no cumplir algunos acuerdos bajo la mesa contraídos con el padrino Meyer Lanski, dejó abierta la carrera de la aspirante hollywoodense.

Virgina Hill llegó a México cargada de dólares de la mafia, para aprovechar el resquicio que se había abierto cuando Miguel Alemán, desconociendo la prohibición que sobre el juego y las apuestas había impuesto Lázaro Cárdenas, como sello de identidad en su cruzada contra el callismo, expidió la autorización para ambas actividades y sus similares en la nueva Ley Federal de Juegos y Sorteos de 1947.

Después de entablar una relación amorosa con Alemán, Virginia Hill fue la encargada de la mafia de sostener, a partir de enormes corruptelas con políticos y militares de todos los niveles, el permanente avituallamiento de las drogas heroicas.

Bajo el pretexto de hacer del puerto de Acapulco, el nuevo Montecarlo de América Latina, la Hill participó en todas las componendas, acerca de casinos y drogas.. Años después, cuando fue detenida por agentes del FBI de Hoover, exclamó: «¿por qué me detienen a mí y no primero al Presidente de los Estados Unidos?», una frase que dio la vuelta al mundo.

Lo mismo sucedió con el suicidio de Miroslava Stern. Aunque muchos historiadores de la época lo atribuyeron a despechos amorosos con Luis Manuel Dominguín y hasta con el aduanero alemanista Jorge Pasquel, amigas íntimas del mundo de la farándula relataron que se debió a que ya habían sido descubiertas sus actividades de espionaje en nuestro país, en favor de potencias europeas, sedientas de petróleo.

Bellas espías del pasado, han sido sustituidas por traidores y mercenarios gubernamentales que obedecen ciegamente consignas que no entienden, y que al parecer, nunca podrán tener la capacidad de entender.

Para estos mercachifles, lo único que vale la pena, son sus «moches» y su pertinaz desequilibrio mental de acabar, los sexenios mucho más ricos que los traidores que encubren y enaltecen con los símbolos nacionales.

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