Voces del Periodista Diario

El viaje del PRI a las catacumbas

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

Hoy, algunos medios metropolitanos presentan como “noticia” que Enrique Peña Nieto es el presidente más reprobado socialmente en la historia de México.

Según la encuesta de opinión  que se toma como fuente, el mexiquense, a cuatro meses de que entregue la banda presidencial, es anatemizado por 71 por ciento de los mexicanos. En el tramo final de su sexenio, la repulsa popular se disparó en 15 puntos porcentuales.

De acuerdo con los métodos de las agencias encuestadoras, los resultados de los sondeos sólo indican tendencias, sostenidas en números relativos, habida cuenta el estrecho alcance de las consultas, generalmente telefónicas, respecto del basto universo de la población afectada por el tema puesto a  consideración de los encuestados.

44 millones de mexicanos dijeron no, al peñismo

Son los números absolutos los que hablan por si solos: Con independencia del listado nominal de electores (más de 89 millones de mexicanos mayores de edad), se estimó que el 1 de julio asistieron a las urnas unos 53 millones.

El partido y el candidato presidencial de Peña Nieto, el PRI y José Antonio Meade, fueron rechazados por más de 44 millones de votantes, que sufragaron por otras opciones que aparecieron en la boleta electoral.

Como dato ilustrativo, el dato de 44 millones de mexicanos equivale a más de once veces el número total de habitantes de la República de Panamá.

La descomunal y reveladora estadística se recupera porque, particularmente en 2015 de elecciones federales intermedias y en las posteriores de gobernador en varios estados de la República, Peña Nieto expuso su gestión y su figura personal a referéndum.

Como corresponde a la subcultura priista, el mexiquense fue asumido como factótum en la selección de candidatos del PRI a todos los cargos de elección popular; en algunos casos, hasta el nivel municipal.

Raíz de la debacle: La contrarreforma estatutaria

A mayor abundamiento, de Los Pinos partió la línea para que la despistada y esclerótica nomenclatura del PRI convocara a la Asamblea Nacional de agosto de 2017, centrando su agenda en la reforma estatutaria con dedicatoria expresa al entonces secretario de Hacienda, bajo la figura de candidato simpatizante.

Fue la bomba de mecha corta sobre la disciplina y el ánimo del priismo, que generó la resistencia de viejos y experimentados militantes, que a la sorda o abiertamente urdieron y ejecutaron la labor de zapa, sobre todo después de que en marzo se decidieron las candidaturas al Congreso de la Unión y a las gubernaturas de nueve estados.

El candidato simpatizante del PRI obtuvo algo más de nueve millones de votos. Un  más un menos que los que logró Carlos Salinas de Gortari en 1988. Si bien  está por verse si el partido termina el en basurero de la historia, lo que sí es seguro que viaja ahora mismo a las catacumbas. Es cuanto.

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