Voces del Periodista Diario

En pleno siglo XXI sigue a galope el apartheid

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

Una sumatoria en lo que ha corrido del nuevo sexenio federal, nos da el dato de 29 mil 629 homicidios, la mayoría dolosos con arma de fuego. Un corte de 2019 a septiembre pasado, reportaba 25 mil 890 muertos. Sólo en el estado de Chihuahua, a noviembre: Mil 843.

En Michoacán, entre 2011 y 2016 la suma de asesinatos era de 2 mil 735. En un lapso de 48 horas en octubre pasado, fueron ejecutadas 48 personas.

Sólo en el puerto de Acapulco, Guerrero, en 16 meses sucumbieron mil 300 personas a manos de pistoleros. Hace una semana, en Zacatecas, se dieron choques entre bandas del crimen organizado rivales: Saldo de la jornada, 21 ejecutados y nueve heridos.

En los tres meses recientes, han sido asesinados un alcalde en Chalco, estado de México, entidad que, con Guanajuato, Baja California, Jalisco, Michoacán y Chihuahua, aparece entre los estados más violentos del país; no pocos jefes de Seguridad Pública y de otras corporaciones policiales locales y federales.

Es absolutamente probable que, del gran total de 2019 y de los datos particulares antes consignados, las actas de defunción registren los apellidos Sánchez, López, Pérez, González, García, Ramírez y algunas denominaciones indígenas de luchadores sociales; verbigracia, wixárica, rarámuri o yaqui.

La privilegiada importancia de apellidarse LeBarón

Entre las víctimas se nombra a varones de distinta edad, niños y mujeres de diferente condición social. Una vida humana, una sola, cualquiera que sea su apelativo, es suficiente para deplorar su sacrificio.

Una semana antes de los terribles sucesos en Zacatecas (21 muertos, 9 heridos en una sola jornada), en los límites de Chihuahua con Sonora, fue emboscada una familia: Murieron seis niños y tres mujeres, identificados todos con un tronco común: LeBarón, nominados por autoridades y medios de comunicación social como de origen estadunidense.

¿Qué diferencia hace a nueve víctimas de la violencia criminal abatidas en Sonora, del resto de 25 mil 890 de nacionalidad mexicana, computadas en todo el país en lo que va de 2019, si todos son seres humanos? ¿Su nacionalidad? ¿Su identidad religiosa? ¿Su estatus social?

Por esas nueve pérdidas humanas, influyentes medios de comunicación estadunidenses revelaron la intención de Washington de armar una operación militar en territorio mexicano, la Casa Blanca exige justicia y reparación del daño, y cadenas de televisión europeas nos presentan como una comunidad salvaje y denostan al Estado mexicano, como si sus agentes hubieran apretado el gatillo.

En Chile, toque de queda, estado de sitio, muertes civiles

Es una actitud típica que caracteriza a medios internacionales y la reproducen los mexicanos: Desde mediados de octubre, en Santiago de Chile se iniciaron violentas jornadas de protesta popular por las políticas neoliberales del presidente Sebastián Piñera, quien declaró primero el estado de emergencia y más tarde el toque de queda. Algunas zonas de la capital chilena y otras plazas rurales se encuentran en estado de sitio. Las víctimas mortales suman ya de medio centenar.

La narrativa de esos disolventes sucesos apenas ha merecido espacios interiores en los medios impresos mexicanos y si acaso alguna mención de relleno en medios electrónicos.

En Bolivia, una conspiración maquinada por Washington, usando como mano de gato a la OEA, desembocó en la renuncia del presidente indígena Evo Morales. Con lujo de ilegalidad la senadora opositora Janine Áñez Chávez tomó por asalto la presidencia y ha desencadenado una violenta represión contra seguidores de Morales, reportándose ya el asesinato de población civil por elementos de la Fuerzas Armadas.

Antes de 24 horas, la Casa Blanca había reconocido la presidencia usurpada por la rubia golpista, celebrada por el golpista fallido venezolano Juan Guaidó, también reconocido por Donald Trump.

Los humillados, obligados a rendirse a la supremacía blanca

La humanitaria acogida de Morales en México, ha dado pie a una feroz campaña de racismo, orquestada por militantes de partidos de derechas internos, que recuerdan las mismas reacciones de xenofobia que se dieron contra chilenos, argentinos, brasileños y uruguayos que solicitaron asilo en nuestro país, huyendo de las dictaduras militares sonsacadas por el Departamento de Estado, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y de Defensa de los Estados Unidos.

Lo que nos queda del anterior trágico repaso, son los excesos de la pretendida supremacía blanca, que se ensaña contra los humillados y ofendidos pueblos, donde no logra erradicarse el apartheid. Es cuanto.

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