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¿Está preparado el grupo dominante para una “nueva normalidad”?

Ruta México

Por Álvaro Aragón Ayala

En la perspectiva de La sucesión presidencial de 1910, el periodista canadiense James Creelman le hizo en 1908 una entrevista a Porfirio Díaz, que ocupo 47 páginas en la publicación londinense Pearson´s Magazine, que la presentó bajo el inaceptable título -para los mexicanos- Presidente Díaz, héroe de las Américas.

El dictador blasonó que su política de progreso había generado una robusta clase media, pero que la aspiración de democracia -“único principio de gobierno justo y verdadero”- era imposible, dado que los indios están acostumbrados a guiarse por aquellos que poseen autoridad, en vez de pensar por sí mismos.

México, sostuvo el autócrata, tiene hoy una clase media. Pero los pobres son a su vez tan ignorantes que no tienen poder alguno. Éramos duros. Algunas veces, hasta la crueldad. Pero todo esto era necesario para la vida y el progreso de la nación. Si hubo crueldad, los resultados la han justificado con creces.

Tres años después, contra su voluntad, Díaz fue embarcado en El Ypiranga con destino final a París.

Los de abajo hicieron en 2018 la gran revolución electoral pacífica

El quid de aquella entrevista fue si el pueblo mexicano estaba preparado para la democracia. Transcurrido un siglo de aquel suceso, Los de abajo acometieron una revolución electoral pacífica. Hoy, segmentos de las clases media y alta, que en  julio de 2018 se pronunciaron por la continuidad del régimen neoliberal, se mueven entre la estupefacción y la resistencia con el solo enunciado de cambios socioeconómicos.

El Covid-19 ha cimbrado los fundamentos económicos e ideológicos del sistema neomercantilista, implantado por la generación política de los ochenta: La autodenominada nueva clase, que reprodujo el modelo que durante el porfiriato impusieron Los científicos.

La reacción social frente a la estrategia del Estado para impedir la propagación de la pandemia ha generado un escenario de anarquía, rayano en el caos, cuyo santo y seña es la incertidumbre.

No se puede pasar por alto que ese fenómeno marca el escenario de 2021, descrito -por la densidad electoral más significativa en la historia política de México- como un parteaguas, cuyos resultados impactarán la sucesión presidencial de 2024.

En ese erizado y electrizante marco, la pregunta obligada no es si el pueblo mexicano está preparado para la democracia -lo demostró en 2018-, sino si el grupo dominante está preparado para asumir los costos del imperativo democrático.

Desafío para el poder económico, la clase política y la sociedad civil

Por grupo dominante se entienden los agentes del poder económico privado, los dirigentes de la clase política, actuante en los partidos y sus representaciones en los órganos de los poderes Ejecutivo,  Legislativo y Judicial; las formaciones de la sociedad civil al través de sus organizaciones intermedias, entre las que se incluyen las de orden religioso, que forman el gran entramado de la institucionalidad nacional.

La cuestión viene a tema porque, al advertirse un eventual control de la crisis sanitaria y sus proyecciones socioeconómicas, se habla ahora de construir una nueva normalidad.

Inaceptable poner de nuevo la carreta delante de los bueyes

 El concepto no es nuevo. Después de darse por superada una etapa de crímenes de Estado, la irrupción armada del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas, el maquinado Error de diciembre de 1994 y presentarse una nueva correlación de fuerzas en la composición del Congreso de la Unión en 1997, acompañada por la ocupación del gobierno del Distrito Federal por un partido diferente al PRI, empezó a hablarse de una nueva normalidad política, cuyos exégetas la publicitaron como transición democrática.

Tres sexenios transcurrieron bajo el supuesto de una nueva normalidad política, cuya marca de la casa fue la profundización del modelo neoliberal, contra cuyos resultados votó en 2018 el gran conglomerado electoral.

Por hoy, la nueva normalidad no es más que una etiqueta, un eslogan. Lo que hay que advertir es sobre el riesgo de que se empiece a poner la carreta delante de los bueyes y el producto sea más de lo mismo.

Esa película ya la hemos visto durante más de tres décadas. Lo que nos queda es conocer los fundamentos ideológicos, políticos y económicos de esa nueva normalidad, para tener algo que escribir a casa. En vías de mientras, sólo tenemos el suspenso envuelto entre el ruido y la furia.

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