Sinfonía Telúrica
Por Abraham García Ibarra
En 2007, “el candidato a Premio Nobel de Literatura”, Vicente Fox Quesada, ambulaba por los Estados Unidos promoviendo su más reciente obra. Por allá, zarandeó verbalmente al periodista de origen mexicano, Rubén González Luenga: Pobre imbécil, vulgar, mentiroso.
El insultante suceso apenas mereció mención en los medios mexicanos. Los sedicentes líderes de opinión estaban celebrando el inició de la sangrienta guerra contra el crimen organizado, declarada por Felipe Calderón Hinojosa en diciembre de 2006, pretendiendo darle legitimidad a su azaroso arribo a Los Pinos.
Así inició el michoacano el segundo sexenio de La docena trágica.
Incesantes masacres durante el sexenio del michoacano
Para 2011, ya se contabilizaban más de 60 mil muertes violentas, la mayoría con arma de fuego, en tan solo cuatro años: 19 mil correspondientes a los 12 meses anteriores, que fueron marcados por cuatro masacres en San Fernando, Tamaulipas; Boca del Río, Veracruz; Guadalajara, Jalisco, y Monterrey, Nuevo León. Unas 300 víctimas, la suma.
Entonces, el Presidente discurseaba: Vamos ganando la guerra, aunque no lo parezca.
En 2011, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) documentaba 68 asesinatos de periodistas y 13 desapariciones, en los primeros once años del siglo mexicano.
Sólo para los primeros cuatro años de Calderón: 41 colegas asesinados y nueve desaparecidos, según fuentes gremiales. El 4 de mayo de 2011 se conmemoró en México el Día Internacional de la Libertad de Prensa. Habló Calderón: Se respeta las ideas, las diversas expresiones y las propuestas periodísticas.
Por esos meses, sin embargo, corría a firma por todo el país un compromiso de más de 600 medios de comunicación, editores y líderes de opinión: La autocensura.
Familias de Ciudad Juárez y Culiacán,” en absoluta normalidad”
Se trataba de bajarle al cotidiano conteo de víctimas de la barbarie, del que se descontaban, por supuesto, los daños colaterales.
Dos de los conspicuos intelectuales mutantes, promotores de aquel humillante escrito, declaraban en pantallas y escribían en medios impresos metropolitanos que, al menos en Ciudad Juárez, Chihuahua, y Culiacán, Sinaloa, las familias vivían en absoluta normalidad, haciendo tranquilamente su vida social.
En 2012 llegó el gobierno de Un México en paz. En el balance sexenal, la organización con sede central en Londres, Artículo 19, reveló en abril de 2019 el dato de 2 mil 502 agresiones a medios –129 por ciento más que en el sexenio anterior: 47 comunicadores ejecutados y cuatro desaparecidos. Los sedicentes líderes de opinión seguían haciendo como que la virgen les hablaba.
Sacan a balcón, pruebas al canto, a locutores-empresarios
Poco más de un año antes, el gremio periodístico fue sacudido por un informe del resultado de investigaciones –contratos y facturas en mano– que sacó a balcón la lista de locutores-empresarios favoritos y favorecidos por la administración de Peña Nieto. Entonces sí, los líderes de opinión pusieron el grito en el cielo.
Ese grito es una constante en lo que va del sexenio. La semana pasada, fue aludido en Palacio Nacional uno de los personajes de los medios listado en la denuncia comentada en el párrafo anterior. Ardió Troya. En ese capítulo intervino el jefe de la Guardia Nacional, Luis Rodríguez Bucio en torno al tema.
Militarización del país al servicio de un proyecto político
Uno de tantos líderes de opinión que tienen una unidireccional conversación con el inquilino de Palacio Nacional, escribió: El general ha debido renunciar.
Argumentó: Usar al Ejército para amedrentar a periodistas, es un exceso. Líneas antes, interpretó “la militarización del país” como servicio a un proyecto político.
Todo el alegato estaría requetebién, si no fuera porque el denunciante no puede borrar de su expediente su condición de sobrino del golpista chileno, General Augusto Pinochet, quien en 1973 asesinó al doctor Salvador Allende para encaramarse al poder, que detentó hasta 1990. Es cuanto.