Voces del Periodista Diario

¿Feliz año nuevo?

Por José Luis de la Cruz Gallegos (*)

En 2018 México se debatirá entre la esperanza y la realidad. Las promesas del ciclo electoral abonarán a la primera perspectiva, los resultados a la segunda. ¿Pueden converger ambos aspectos o se encuentran ubicados en polos opuestos?

Un análisis objetivo permite afirmar que durante el 2018 el país no llegará al paraíso prometido de crecer 5%.

El punto de partida no será el más propicio la economía 15 del mundo. A pesar de las reformas estructurales aprobadas desde el cierre del 2012 el crecimiento del PIB nacional sigue anclado alrededor de un 2%.

El “estancamiento estabilizador” no cedió su lugar al progreso ofertado en el anterior ciclo político. De igual forma el “bienestar para la familia” y “el crecimiento del 7%” que se anunciaron desde 1994 se mantiene en un horizonte lejano, más próximo a los países del Este Asiático que a México, una nación que se llegó a ubicar entre las primeras del orbe al inicio de la década de los años ochenta del siglo pasado.

Se debe reconocer que a diferencia del “Presidente del Empleo” que llevó la administración pública entre el 2006 y el 2012, en esta ocasión se avanzó en la formalización del mercado laboral y en la reducción de la tasa de desocupación.

No obstante, se debe establecer que ello se logró en función de la creación de ocupación y empleo de bajos salarios, en donde las personas con más educación tienen menos oportunidades para encontrar un lugar en el mercado laboral, básicamente porque la economía no genera valor agregado y por ello no requiere de capital humano especializado.

El contexto descrito es distinto al que esperaban las autoridades para el cierre de la administración. Si se recuerda, en los albores del actual sexenio la prospectiva descrita en el Plan Nacional de Desarrollo y el Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo era que, con las reformas estructurales, México crecería 5% en 2017 y 2018. Su razonamiento era que los cambios macroeconómicos tendrían la facultad de elevar las capacidades productivas de la microeconomía, es decir de las empresas y los trabajadores.

Los cambios se realizaron, pero el crecimiento no llegó, aun la reforma energética no se ha convertido en el propulsor de una mayor producción de petróleo y gas, así como de otros energéticos y sus derivados más baratos. Por el contrario, la importación de estos últimos presionará a la economía en 2018. La evidencia es contundente, aun las autoridades del Banco de México lo tuvieron que admitir.

El objetivo inflacionario no fue alcanzado y a ello contribuyó tanto el desequilibrio generado por la liberalización del precio de las gasolinas como la depreciación del peso frente al dólar.

La autoridad monetaria conoce que para el 2018 la presión de ambas variables continuará, y probablemente se exacerbará más, tanto por el ciclo político como por la renegociación del TLCAN, un trago amargo que México deberá aceptar ya sea bajo la forma de su fin o por la firma de un acuerdo en donde Estados Unidos termine por imponer sus condiciones.

Solo la fuerza de las empresas trasnacionales de aquel país podría frenar la obsesión de su presidente, pero antes habría que preguntarse si desean hacerlo después de que les dio una reforma fiscal que aumentará sus beneficios. Hoy los cambios tributarios ya propiciaron la devaluación del peso.

La pérdida de valor de nuestra moneda frente al dólar constituye una mala noticia para un país que tiene un déficit estructural de cuenta corriente que no es financiado con bases productivas: ascendería a casi 50 mil millones de dólares anuales si no fuera por el arribo de las remesas que envían los migrantes mexicanos que laboran en el extranjero.

¿Qué significa esto último? Las necesidades de financiamiento del país son cubiertas, parcialmente, por quienes no encontraron una oportunidad laboral y decidieron ir a Estados Unidos. La crisis laboral de las últimas décadas es uno de los flotadores externos de la economía nacional, tan grande como la inversión extranjera directa.

Por ello Banxico ha filtrado que México no verá una inflación de 3% hasta el 2019. Quizá se deberá esperar más. Además, ello ocurrirá en un entorno de menor crecimiento.

Ante la negativa para hacer cambios fiscales y enfrentar el reto planteado por Estados Unidos, habrá que esperar el posicionamiento de quienes aspiran a la presidencia. Si no incorporan a sus plataformas cambios de fondo en materia de crecimiento económico difícilmente se podrá salir del “estancamiento estabilizador” que convive con 53 millones de personas en pobreza.

(*) Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico

Twitter: @jldg71

VP/Opinión/JSC

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