Voces del Periodista Diario

Frente al Calígula del Potomac

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

Dios nos coja confesados Mientras rezamos, recreamos unas crónicas marcianas.

En las recientes cuatro décadas, sólo dos republicanos han dobleteado en el Salón Oval de la Casa Blanca: Ronald Reagan (1981-1989) y George W. Bush (2001-2009).

La Casa Blanca fue ocupada por el actor aclimatado en California apenas ocho años después de que el también republicano Richard M. Nixon fue obligado a abdicar por el escándalo del Watergate. Los asesores del nuevo Presidente recomendaron andar con pies de plomo en política interior.

Cuenta la leyenda que, en cada acuerdo de gabinete, Reagan instalaba la reunión e instruía: Cuando despierte, quiero ver una tarjeta ejecutiva sobre lo que trataron y resolvieron. Tres años después, se reveló que sus médicos de cabecera le diagnosticaron Alzheimer.

La gestión de política exterior de George P. Shultz

Durante la mayor parte de su doble mandato, Reagan encomendó al astuto californiano George P. Shulzt el Departamento de Estado. Uno de los logros diplomáticos de Sultzt, fue neutralizar al líder soviético Mijaíl Gorbachov en materia de política armamentista.

En política exterior para América Latina, Washington convirtió El Salvador en un cementerio masivo, invadió Granada y Panamá. La operación Irán-contra fue concebida por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para derrocar el gobierno sandinista de Nicaragua.

En la era reaganiana, huésped permanente en el Salón Oval fue el tanque pensante de la Fundación Heritage. Las prioridades doctrinales de esta entidad conservadora son la defensa de los valores tradicionales de los Estados Unidos, gobierno limitado y libertad de empresa.

A la Heritage de le atribuye la paternidad de la estrategia para lanzar al empresariado latinoamericano a la pugna política y electoral. Para México, propuso como opción contra el PRI al Partido Acción Nacional, al que desde entonces se le hicieron donaciones de la Fundación para la democracia.

Bush implanta en el mundo el terrorismo de Estado

El republicano Bush hijo es conocido como El renacido, en mérito a su exposición a tratamientos médicos para liberarlo de su adicción a las drogas y el alcohol.

Bush inauguró su primer periodo con los atentados contra las Torres gemelas en septiembre de 2001. Se le acusa de haber implantado el terrorismo de Estado a escala internacional. El establishment lo cuestionó por su guerra contra Irak.  

En su “área de influencia” continental, Bush arrancó su agenda con el patrocinio del golpe de Estado en Venezuela. Al país vecino le impuso el Plan Colombia, al tiempo asestado a México con la Iniciativa Mérida.

De origen electoralmente fraudulento su primer mandato, sin embargo no se despeinó para derrotar en 2004 al demócrata John Kerry y asumir su segundo mandato.

Demenciales coincidencias Trump-Reagan

Donald Trump llegó a Washington en 2016 por el mismo carril que su compañero de partido Bush: En desventaja en el voto popular, fue designado por una élite de delegados electorales.

Hoy, con los mismos petardos discursivos, Trump usa a México para lograr su reelección en 2020. Esa estrategia le permitió hacerse de la Casa Blanca en enero de 2016.

El Calígula anaranjado tiene una coincidencia demencial con Ronald Reagan. Sería, en el largo plazo, la tabla de salvación para los mexicanos y otros pueblos latinoamericanos.

En sus pocas horas de vigilia, el lirón Reagan imaginó el imperio cósmico estadunidense: Privatizó la Agencia Espacial (NASA) y ordenó el director financiero de este ente, Jeff DeWit, el diseñó un plan para desarrollar una economía espacial muy robusta.

Una especie de Guerra de las galaxias para extender el monopolio comercial hacia el infinito, regido por Wall Street y los departamentos de Estado, de Defensa, de Comercio y del Tesoro estadunidenses.

Sin cesar su perversa embestida contra México, hace unos días Trump cayó en cuenta de que la NASA cuesta muchos miles de millones de dólares a los contribuyentes: Dispuso el lanzamiento galáctico de la política exterior de Washington.

Chiquito se la hace el Cosmos para echarse un buche de agua

De acuerdo con su lúcida visión del modificado Destino manifiesto, el inquilino de la Casa Blanca ordenó a sus exploradores y expedicionarios la Conquista de Marte.

Marte tiene dos identidades mitológicas: Dios de la guerra y, aleatoriamente, Dios del Comercio, que convergen en un solo objetivo trumpiano: La Guerra comercial extraplanetaria, no vaya ser que los chinos y los rusos le vayan a comer el mandado a los Estados Unidos.

Por lo pronto, existe una falla en ese fabuloso plan. El marciano anaranjado necesita una visita guiada al Cosmos. La Luna no es satélite de Marte. Es el satélite natural de la Tierra.

Si Trump quiere trasladar la Casa Blanca a Marte para ejercer su segundo pretendido mandato, debe saber el lunático que los satélites del planeta rojizo son Fobos y Deimos. Allá lo requieren para poblar el planeta con un nuevo Jardín de las rosas alterno. Buen viaje. Es cuanto.

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