Voces del Periodista Diario

Hacer prensa libre en el país más peligroso del mundo

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

En abril pasado, Reporteros sin Fronteras colocó a México como el país más peligroso de América para el ejercicio periodístico.

Tres meses después, la organización no gubernamental Campaña Emblema Prensa (CEP) situó a México como el país más peligroso del mundo para los periodistas, seguido de Afganistán.

En el registro que lleva el Club de Periodistas de México, con lápidas desde la década de los ochenta y hasta 2019, encontramos dos categorías de colegas ejecutados: 1) La mayoría de las víctimas eran practicantes del oficio en medios impresos, 2) La mayor suma de asesinados se localiza en los estados.

La explicación es obvia: Reporteros, fotógrafos y camarógrafos son los que en antaño eran catalogados como La infantería. Periodistas de a pie, que hacen el trabajo de campo y asumen todas las consecuencias del riesgo.

Cazados y acribillados con premeditación, alevosía y ventaja

En Chihuahua y Sinaloa, Tamaulipas le sigue, en los tres recientes años se han dado los casos más brutales porque sus ejecuciones se han consumado con las tres agravantes: Premeditación, alevosía y ventaja.

Con esos expedientes, ¿resulta exigible la exposición de los compañeros al peligro que entrañan los choques armados entre fuerzas del orden y los sicarios del crimen organizado?

No se puede, a un artero crimen, agregar un segundo aún más artero, condenado, por añadidura, a la impunidad. Ahí está el “recuento de los daños” en la extinta Procuraduría General de la República y en las correspondientes de los estados: Tácitamente, en los archivos, también muertos.

El deshumanizado capítulo escenificado en Culiacán

Viene a tema el asunto por el reciente terrible capítulo escenificado en Culiacán, Sinaloa, el pasado 17 de octubre.

Desde los pisos de las televisoras y cabinas de radio metropolitanos escuchamos una generalizada e incesante protesta por la escasez de boletines oficiales que les sirvieran de base para su “información”.

Esas empresas, concesionarias de bienes públicos, cuentan con corresponsalías al menos en las capitales de los estados. En Culiacán no les funcionaron para blasonar: En vivo, en directo y a todo color.

No obstante esa ausencia, antes de una o dos horas de detectado inicio de los acontecimientos al través de las profusas y confusas redes sociales, en las barras vespertinas y nocturnas en la Ciudad de México los conductores ya tenían en persona o telefónicamente a sedicentes líderes de opinión para “analizar” los hechos.

Lo primero que observamos en el seguimiento de esas emisiones, fue el sumario dictamen a bote pronto: A los gobiernos federal y del estado, y a los mandos de las corporaciones participantes, les falló la estrategia de comunicación.

Tope en ello, los analistas soltaron de su ronco pecho, hipótesis, juicios de valor y acusaciones a granel, que se extendieron y repitieron en las emisiones matinales del día siguiente y de todo el fin de semana.

Aquellos líderes de opinión que tienen espacios en medios impresos propiedad de las mismas empresas electrónicas, abundaron en conclusiones con pretensiones de concluyentes e irrebatibles.

A remolque de no pocos insidiosos cibernautas

Dos percepciones nos quedan de esa experiencia “periodística”: 1) Aunque luego los cuestionen tendenciosamente, esos intocables opinantes dependen en grado y medida para sus evaluaciones y valoraciones de los boletines gubernamentales, y 2) No se resiste la tentación de fundar juicios en los contenidos instantáneos y no pocas veces intencionados, de las redes sociales, sin ponerles corchetes.

El dato, no precisamente adicional, es que los líderes de opinión prolongan sus enfoques posteriores construyendo planos como si estuvieran en los despachos donde se diseñó la operación, encuentran sus deficiencias e insuficiencias, hacen observaciones sobre lo que se debiera haber hecho y, trasladan su imaginación al vivo teatro de batalla, donde tienen la solución a todos los imprevistos de acciones de esa naturaleza. “Así es como da resultados el trabajo de inteligencia”.

Las cartas de presentación de constructores de opinión pública

No dejamos de lado un fenómeno: Nos consta que, en buena parte de las barras informativas y “de análisis”, tienen tiempo triple A opinantes que, en agencias privadas, venden resultados de encuestas, en no pocos casos fabricadas en ejercicios de simulación digital para efectos electorales y de gestión pública, al servicio de los partidos políticos y dependencias del gobierno, sobre todos del gabinete ampliado.

En otros, los nuevos opinantes fueron funcionarios de órganos autónomos del Estado y ahora no lo son. Son identificables algunos que, en administraciones pasadas, cobraron en espectros como el desaparecido Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) de la Secretaría de Gobernación, y no falta el que lo hizo como asesor de los Estados Mayores de la Defensa y la Marina Armada de México, que actuaron fallidamente en la guerra al crimen organizado.

Falla la estrategia de Comunicación del Estado, según peritaje de esos especialistas, en lo que no estamos necesariamente en desacuerdo; pero, ¿se construye una mejor una opinión pública con la suplantación de los boletineros gubernamentales por esos arrogantes líderes de opinión puestos a buen refugio?

En tanto desciframos esa duda razonable, hacemos votos porque los colegas que cumplen valerosamente con el trabajo de campo en el país más peligroso del mundo, después de Afganistán, para el ejercicio de la prensa libre, no sigan siendo agregados a la estadística macabra de muertos o secuestrados. Es cuanto. 

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