Voces del Periodista Diario

La Historia, una vez como tragedia, otra, como farsa

El lecho de Procusto

Por Abraham García Ibarra

“Personaje colonizado, superficial… Un tecnócrata desdeñoso”. El perfil está hecho para un candidato presidencial.

Construyó ese personaje Pigmalión, quien se describe a sí mismo como un imagen-maker, hacedor de mitos palpitantes, un transformador de hombres comunes en héroes; de estatuas inertes, en seres llenos de vida. “Tomo gente y la vuelvo magia, ilusión, paradigma, leyenda…”.

Al tecnócrata-candidato presidencial se le nombra Imago. El ambiente de la contienda presidencial está marcado por “la desconfianza generalizada”. El éxito de la política, dicen los estrategas, depende de llenarle a la mayoría dos órganos fundamentales: La imaginación y la tripa.

En campaña, el candidato alimenta la imaginación de la gente, pero la tripa permanecerá dolorosamente hueca.

El desenlace del candidato presidencial triunfante

Diestros en mercadotecnia, los colaboradores de Pigmalión –que se las saben de todas, todas– conducen a su paradigma a las urnas, bajo el lema: El poder para el pueblo. Cruzan el umbral del árbitro electoral: Imago alcanza 60 por ciento de los votos: 25 puntos porcentuales por encima de su más cercano competidor.

La plaza central es desbordada por la magna concentración para festejar el triunfo. “El equipo”, a la misma hora, revisa un diagnóstico clínico cuya conclusión es seropositivo. A lo mucho, seis meses de vida.

Cuando el candidato triunfante se dirige a los micrófonos para pronunciar ante la muchedumbre el discurso de la victoria, es interceptado por un hombre joven de ojos demenciales, pistola en mano. En segundos sus disparos le perforan el pecho al “paradigma político”.

La trama, confiesa Pigmalión, “fue armada desde mucho antes que nosotros apareciéramos en escena…”.

El saludo postrero a Luis Donaldo Colosio

La tarde del 22 de marzo de 1994, en la terraza que circunda la alberca del hotel Ejecutivo, de Culiacán, Sinaloa -entonces el más solicitado-, la comitiva de sinaloenses que acompañaba al candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio, fuimos convocados a tomarnos “la foto” con el sonorense.

Entre los sinaloenses periodistas, radicados en la Ciudad de México, estuvimos el mazatleco Guillermo Fárber y el autor de este ejercicio memorioso.

Nos desconcertó en ese momento sentir que la vitalidad del ex presidente del PRI y ex secretario de Desarrollo Social, se viera menguada: “Es un resfriado”, nos explicó uno de los miembros del Estado Mayor Presidencial al cuidado de la seguridad del candidato.

Porteños al fin, Fárber y este escribidor coincidimos en la sensación después del saludo: Mano como de pescado, fría, húmeda y resbaladiza. ¿Presagio?

No más de 24 horas después, en Lomas Taurinas, Tijuana, Baja California, en medio de una multitud, Colosio recibió un certero disparo que le perforó el cráneo. Murió casi al instante. Al menos clínicamente. Después de dos horas se dio el parte forense, concluyente.

Primero se creó el ambiente: “La campaña no levanta”

En enero de 1994, los medios metropolitanos daban estado a una suerte de premonición: La campaña no levanta. Carlos Salinas de Gortari salió al paso: ¡No se hagan bolas! El candidato es Luis Donaldo.

El 6 de marzo, en celebración diferida del 65 aniversario de la fundación del PRI (Partido Nacional Revolucionario/1929), Colosio había sido la figura central en una concentración multitudinaria.

Colosio pronunció un mensaje para los bronces (“Cambio con responsabilidad”), cuya frase más trepidante fue: ¡Veo un México con hambre y sed de justicia! Proclamaba la autonomía del partido, libre de la injerencia y del control presidencial.

Aunque Colosio se presentó como producto de la cultura del esfuerzo y pasó por los filtros legislativos y la dirigencia nacional del PRI, su formación académica y su trayectoria profesional le daban un perfil de tecnócrata.

Sería por eso que -se dijo después de su asesinato- su nominación no fue del agrado de la nomenclatura tricolor, a la que, desde antes, se caracterizaba como la dictadura de los sectores. Se pretendió imputar a la tal nomenclatura la autoría de ese crimen.

La historia de Fárber: “A imagen y semejanza”

La historia de Imago es contada por Guillermo Fárber en su novela político-electoral A imagen y semejanza, editada por Siglo XXI en 1992.

En el primer rencuentro en la Ciudad de México, comentamos con el autor la sensación que nos produjo el saludo-despedida de Colosio en Culiacán, la tarde del 22 de marzo de 1994. Por nuestra parte, le atribuimos a Guillermo un tino profético en el desenlace de Lomas Taurinas.

Un sinaloense, Francisco Serrano, fue ejecutado en campaña presidencial en octubre de 1927. Su rival, implicado en ese asesinato, el sonorense Álvaro Obregón, corrió la misma suerte en julio de 1928, ya como presidente reelecto. El sonorense Luis Donaldo Colosio, el 23 de marzo de 1994.

En octubre de 1989, el sinaloense ex candidato presidencial Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, murió en un conveniente carreterazo al sur de Sinaloa, apenas diez meses después de haber denunciado la usurpación del poder presidencial de 1988.

Cuando en la campaña de Francisco I. Madero (después presidente masacrado), el oaxaqueño José Vasconcelos pasó por primera vez por Culiacán, Sinaloa, pronunció una frase irónica-hiriente: Estamos entrando al reino de la barbarie

Cuatro nativos del antiguo Estado de Occidente fueron víctimas mortales en poco más de medio siglo: La política no tiene horario ni calendario

Lo dejó escrito el clásico: La Historia se produce una vez como tragedia; se repite como farsa (cuando se sueltan los demonios). Es cuanto.

VP/Opinión/JSC

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