Voces del Periodista Diario

La legítima protesta de las mujeres en México

* Tres generaciones se unen en lucha / Exigen a los gobiernos atiendan sus demandas
* Reivindican su movimiento pacifista y llaman a desterrar todo signo de violencia /  Actos violentos, los menos
* 8 de marzo, no se olvida

Por Juan Bautista

Irradiaban energía en todo su ser. Sus voces a coro rebotaban en los viejos y nuevos edificios. Los cristales retumbaban ante las frases cargadas de protesta contra un sistema patriarcal y su herencia en estos tiempos. Su cadencioso paso por las principales calles del centro de la ciudad, anunciaba el surgimiento de un nuevo movimiento social; ese día, las mujeres tomaron la ciudad y el poder.

Presenciar ese río, esa fuerza, ese caudal de protesta con firmeza, lleno de consignas por la dignidad, por el respeto a la vida, por la exigencia del derecho a la igualdad y el derecho de participar en la vida pública en todos los órdenes en las mismas o mejores circunstancias que los hombres, fue una experiencia profunda, distinta, legítima en sus demandas.

Tres o cuatro generaciones reunidas por una y mil demandas entorno al respeto a la vida y el alto a los feminicidios, expresados en frases llenas de imaginación, indignación… de rabia, denuncia, de estallar en llanto y alegría por el pasado y las luchas presentes.

Estuve ahí, a un lado de Laura, sumándome  a la protesta y registrando la evolución de un nuevo iceberg social, que llegó para convertirse en una nueva corriente, en mar, en otro territorio por el cual las mujeres mexicanas no habían transitado juntas, desde que Regina nació, en 1968.

La era de las mujeres llegó para quedarse

Estar cerca de este tsunami femenil, movimiento en gestación. Inicio de un volcán, como es la lucha de las mujeres en este otro tiempo. Fue indagar en lo profundo de la memoria histórica una respuesta inmediata a un rosario de códigos y nuevos lenguajes, otros alfabetos en construcción.

Reclamos al Estado, justicia por los centenares y miles de asesinatos por el simple hecho de ser mujer, desde las tumbas en el desierto de Chihuahua en Ciudad Juárez hasta el campus universitario, o los llanos en el Estado de México. Como flechas directas a la memoria colectiva, a la reconstrucción del cuerpo de la diosa Coyolxauhqui, en contra de ese poder violador, delincuente y ciudadano común, convertido en verdugo sin que se explique científicamente por qué lo hizo.

Una estela por la dignidad de las mujeres, que así exigen una participación directa en la toma de decisiones, dentro y fuera de los partidos, a quienes hoy, no les piden un gramo de apoyo, ni de los gobiernos en turno, aún a los dirigidos por mujeres, que no voltearon a tiempo a ver sus demandas y por eso, hoy están en las calles, protestando con toda su energía y fortaleza.

Alcancé la punta de la descubierta en Bellas Artes, frugal, sensual, directa y sin ambages, con un discurso colorido y más, de demandas escritas en blancas cartulinas a mano, solicitando unir a más para llegar más lejos, para reapropiarse el espacio que les fue arrebatado a sus abuelas, a sus madres, a ellas mismas. Y para no dejar espacio, porque sus hijas, nietas y bisnietas, no padezcan y sufran el camino espinoso y de espejismo en que fueron creadas, donde las tradiciones de las haciendas y sus caciques, se han trasladado a las gerencias, a las jefaturas de departamentos, a las alcaldías y a los gobiernos de los estados. Hoy, están ahí, aquí, allá, más allá, reclamando su espacio y su tiempo, por ellas, por su pasado y por los nuevos tiempos que están en construcción.

Sí, fue complicado entender el porqué de los diversos mensajes, la secularidad de la manifestación, su amplia pluralidad, la unidad en divergencia, la solidaridad repartida en breves espacios por defender el mismo territorio “que es de todas”.

Mil mensajes escritos en los cuerpos, en una misma manta, una leyenda, para que “lo escuches tú”, y el gobierno, el poder, la iglesia, para que el mensaje llegue más allá de las fronteras. Si bien el epicentro de este telúrico movimiento se dio en el centro de la Ciudad de México, replicó en varias ciudades de los estados de la República, en ese sentido, el movimiento tiene un carácter nacional, al cobijo de una bandera intercontinental que festejó el día internacional de la mujer. (*)

El movimiento feminista en México alzó como en ningún otro tiempo su voz, desplegó su organización, su fuerza, inteligencia y coraje, en la plaza pública como un solo ente, aún diverso. La convocatoria a la movilización pacífica en todo momento fue respetada por una gran mayoría. Sólo un mínimo sector rompió, fue violento.

Mensaje de las oradoras natas

La cubierta entró triunfal a la histórica explanada del Zócalo para llegar al templete ubicado frente a la puerta principal de Palacio Nacional. Las dirigentes, oradoras natas, realizaban una crónica de sus demandas, coreaban justicia, exigieron castigos, y saludaban a las miles de flores que invadían gradualmente, la explanada en forma pacífica.

Habían pasado casi treinta minutos, cuando grupos de encapuchadas ya sostenían un enfrentamiento con los hijos de Dios, un grupo de cristeros, quienes realizaban una cadena humana en las rejas de la Catedral Metropolitana. Ellos, solicitaban respeto a la vida y decían “No al aborto”. Las mujeres policías tuvieron que intervenir para que la violencia no llegara a mayores.

La lucha por el espacio, también es ideológico. El mitin continuaba con algarabía y en orden, se anunciaba que existían todavía contingentes detenidos en la Plaza de la Revolución, que la marcha era lenta. Justo en ese momento, a las 16:45 horas, otro grupo de mujeres encapuchadas, bien organizadas, con tácticas de asalto, intentaron acercarse a la puerta de Palacio Nacional, dos de ellas, arrojaron botellas de plástico con líquidos color ámbar, las mismas que explotaron con gran estruendo, causando confusión y provocando micro caos entre las mujeres policías que celosamente resguardaban la Puerta Mariana.

“Tú también eres mujer, y mi lucha es tu lucha, no dejes que el gobierno nos asesine”, gritaba una encapuchada a una mujer policía quien se mantenía inmutable con el rostro rojo y la mirada fija en su adversaria, escena que se sucedía en cadena.

La bomba estalló a un lado mío, fue ensordecedor por un momento. Una nube de humo nos envolvió, una mujer en llamas apareció de pie, otra salió disparada, una más caía con todo y mochila. Sentí el calor de la explosión, no me moví, seguí tomando fotos hasta donde mi instinto de seguridad lo permitió. La mujer en llamas fue atendida, se conocería después, que se trató de una fotorreportera de El Universal. Gajes del oficio.

El mitin continúo su marcha hasta el anochecer. La plaza, colmada, completa de consignas y esperanza, recibía a más solidarias mujeres, que como flores frescas y alegres, posaron sus pies en la histórica plancha, símbolo de mil batallas, con la idea de haber cumplido y más triunfado en esta primer multitudinaria manifestación en favor de los derechos y de la vida de las mujeres.

Las hijas de Quetzalcóatl y Tonantzin, rebeladas, indignadas, tomaron su espacio para siempre, como debió ser desde los primeros tiempos.

———

(*) “Para entender esta indignación, esta resistencia Lurín Lotman, semiológo ruso, refiere la lucha por el espacio al considerar a la semiósfera como el lugar físico que se rebela contra el régimen y sus relaciones de poder. Es el lugar, continúa, donde convergen todos los signos posibles de indignación de las diferentes formas de lucha que, con base en la reconfiguración del espacio por parte de los cuerpos, ha servido de cimiento para definir la contestación al régimen con palabras, como “revolución”, “indignación” y “esperanza”, conceptos que están fuera de la frontera que representan las redes del poder. Así, la semiósfera es el espacio público donde convergen diversos grupos de personas con un trasfondo histórico cultural compartido, en el cual adquieren no sólo una personalidad propia, también la recuperación de su propia voz.

Garduño García, Moisés. Dinámicas de Poder y prácticas de resistencia en las revoluciones árabes, México, Ed. Publicaciones de la Casa Chata, 2016, P. 39-40.

Articulos relacionados

Sin complicidades: Enrique Pastor Cruz Carranza

MUJERES EN LA HISTORIA (1)

Voces Diario

ESFERA HUMANA

Redacción Voces del Periodista