Voces del Periodista Diario

Ladrones de tinta/ Fahrenheit 451

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

La primera vez que visitamos la Ciudad de los Palacios, lo hicimos a principio de los cincuenta a invitación de un cronista amigo para disfrutar de la serie final de la Liga Mexicana de Béisbol en el desaparecido parque Delta.

Entre partidos, desplazábamos nuestros pasos por la calle de Niño Perdido hacia el norte para recorrer San Juan de Letrán. En la banqueta de Seguros La Nacional, nos tendíamos de espaldas para poder contar los pisos de la Torre Latinoamericana. Cruzábamos Avenida Juárez para arrodillarnos ante el Palacio De las Bellas Artes.

Ahí, interrumpía nuestro encanto marismeño el alboroto que armaban brigadas de Las legiones de la moral que asaltaban puestos de periódicos y revistas, y convocaban a boicotear salas cinematográficas, para secuestrar y destruir literatura y    celuloides, atentatorios contra la moral y las buenas costumbres.

Ya asentados en el Distrito Federal, cotejamos nombres de aquellos legionarios, de genes cristeros, y vimos algunos de ellos en los directorios del Partido Acción Nacional.

Fahrenheit 451 y sus reproducciones en Chile y Argentina

En librerías “de viejo” dimos con y adquirimos Fahrenheit 451, obra de Ray Bradbury. Esa es la graduación en que el fuego consume la letra impresa.

Una década después, en Chile y Argentina tuvimos en nuestras manos bandos castrenses en los que aparecían listas de libros prohibidos, sancionados por Juntas militares y jerarquías del clero católico.

El arraigado mal humor por aquellas manifestaciones fascistas contra la cultura se nos atemperó cuando de manos filiales recibimos como obsequio Ladrones de tinta, del erudito sobre el Siglo de oro, Alfonso Mateo-Sagasta.

Con base en el hallazgo de una pirata segunda parte de El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, el autor nos remite a una sonriente trama en que los gigantes de la literatura española de aquella época se enfrascan en un duelo de talentos, al que no es ajeno ciertas sospechas de plagio. El lector termina enriquecido con un irrepetible catálogo de autores y obras reputadas, justamente, de clásicas.

En el periodo posrevolucionario, y aún en el neoliberal, hemos tenido constancias del rescate en nuestro país -por la Secretaría de Educación Pública, la UNAM, el Fondo de Cultura Económica y otras casas editoriales-  de pensadores grecolatinos y, con amoroso empeño, de escritores mexicanísimos.

¿Es casual que Octavio Paz haya obtenido el Premio Nobel de Literatura y otros autores mexicanos el Premio Cervantes de Literatura Española?

No hemos agradecido bastante a Gutenberg y a Juan de Zumárraga

En alguno de sus ensayos, un afamado periodista-escritor nuestro ya fallecido, al biografiar a notables de la literatura mexicana, retoma un dato: La fuente seminal de su formación fue la Biblia.

No acabamos de agradecerles bastante a Juan Gutenberg, inventor de la imprenta en tipos móviles, ni a Fray Juan de Zumárraga por la importación del invento a México. Ay, nuestra nostalgia, por el sistema caliente que forjó a grandes de la prensa mexicana.

Volvemos a los primeros párrafos de esta narrativa: En las últimas semanas, hemos sido impactados por los frecuentes y bárbaros asaltos al campus de la UNAM: En el penúltimo, el secuestro y la quema del inventario literario de una de sus facultades.

Antes de clausurarse la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara, el santuario de la cultura fue tomado, para apilar libros y quemarlos. Estampas de Fahrenheit 451.

Las legiones de la moral de los cincuenta, actuaban cara al sol. Los que ahora asaltan recintos culturales lo hace encapuchados. En ambos casos citados, la impunidad.

El linchamiento mediático de Oscar Ricardo Valero

Por estas horas, el mexicano Oscar Ricardo Valero es sometido a un linchamiento mediático. Su “crimen”, tratar de poseer, sin pagar, un libro en un establecimiento de Buenos Aires. El valor comercial de ese cuaderno es de 167 pesos. Ocho dólares. Bien puede rembolsarse la tarifa por suscripción púbica. “El ladrón” no la necesita.

El canciller Marcelo Ebrard Casaubón se erigió en implacable fiscal y juez: Cero tolerancia a la deshonestidad. Le va bien el estilo sumario: Lo practicó desde que era jefe de la Policía del Distrito Federal. Importó la doctrina desde la “culta y tolerante” Nueva York.

Y nosotros que pensábamos dedicar esta entrega a la poeta universal Minerva Margarita Villarreal, escritora, editora, traductora, docente y directora de la Capilla Alfonsina, fallecida el 20 de noviembre de 2019. No desistimos. La acompañaremos con la memoria de la grabadora y pintora Rina Lazo. Ida su materia, la obra de ambas mujeres seguirá iluminándonos. Volveremos a ellas. Es cuanto.

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