Al adentrarse en el terreno de las definiciones partidistas dos de las tres entidades que tendrán cambio de gobernador en 2017: Estado de México y Coahuila, los dados ruedan sobre el tapete con más nerviosismo que certidumbres.
Todas las miradas analíticas se centran en el Estado de México, gobernado sin interrupción por el PRI, por tres razones, a saber: 1) Es la tierra nativa del presidente Enrique Peña Nieto, 2) Los partidos de oposición echarán toda la carne al asador en junio, con vistas a la sucesión presidencial, 3) El gobernador tricolor Eruviel Ávila Villegas contiende en las internas del PRI para alzarse con la nominación.
(Ayer, en uno de los actos más importantes de la agenda presidencial de Peña Nieto en enero, para fijar posiciones frente al presidente Donald Trump, se dio lugar especial en el presídium a Ávila Villegas como representante de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago), y no a su presidente en turno, Graco Ramírez, aspirante presidencial también, pero por el PRD).
Y bien: Esta semana, el PRI exhibió más signos de debilidad que de fortaleza.
El dirigente nacional tricolor, Enrique Ochoa Reza, al alimón con la directiva estatal (ambas instancias tripuladas desde Los Pinos) buscaron vejigas para nadar: Las encontraron en el membrete del Partido Encuentro Social (PES), el impresentable Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y el Partido Nueva Alianza (Panal).
Del Panal basta decir que es criatura corporativa del Sindicato Nacional de Trabajadores de le Educación (SNTE) desde que dirigía la central magisterial Elba Esther Gordillo Morales, hoy prisionera del Peñismo.
El PVEM terminó las jornadas comiciales 2015-2016 como el partido más multado en la historia electoral de México.
Con eso está dicho todo: En cuestión de días se hará público el nombre del candidato tricolor. Obviamente, para no alborotar la caballada, se optará por la “candidatura de unidad”.
Se pensaría que, en automático, la nominación favorecería a Alfredo del Mazo Maza, a quien se le deben después de haber sido sacrificado a última hora hace seis años para darle la candidatura al citado Ávila Villegas. No puede darse por descontada esa solución, dada la resistencia de otros priistas colaboradores del actual gobierno estatal.
Sin caer en el sospechosismo, puede afirmarse que el PRI aventajó algunas millas en la carrera al quitarse una de las preocupaciones más angustiosas: La amenaza de alianza PAN-PRD, abortada de última hora.
Se atribuye esa ruptura a la pusilanimidad del senador Alejandro Encinas, que inicialmente catalizaba el acuerdo entre ambas formaciones.
El PRD se queda colgado de la brocha en espera de que se formalice un pacto con el electoralmente precario Partido del Trabajo (PT).
El PAN de su lado, cae presa de la guerra intestina al entrar en juego las aspiraciones de su ex candidata presidencial derrotada en 2012, Josefina Vázquez Mota.
La resistencia la encarnan la familia custodia del panismo, Durán Reveles y otro eterno aspirante, Ulises Ramírez, impulsores de la mancha azul en la franja conurbada que abarca Tlalnepantla, Naucalpan, Atizapán, los Cuautitlanes, Tultitlán, etcétera.
El campo de la oposición real queda abierto para el Partido Regeneración (Morena). Ni tardo ni perezoso, ayer el presidente nacional, Andrés Manuel López Obrador abanderó la precandidatura de Delfina Gómez, ex alcaldesa de Texcoco.
Otro sacudimiento que facilita el camino al PRI es el de Coahuila. También reventaron las negociaciones previas PAN-PRD. Los azules se van solos.
En Nayarit, los amarillos habían sido excluidos por el PAN, que se va por la libre con Antonio Echeverría (hijo del ex gobernador del mismo nombre).
En Nayarit también, el propio gobernador priista, Roberto Sandoval, con la marca de la casa, se encargó de destapar al líder de la Confederación Nacional Campesina (CNC), senador Manuel Jiménez Cota. Las primera cartas, pues, están en el tablero.