Voces del Periodista Diario

Ley de Seguridad Interior, a lomo de tortuga

VOCES OPINIÓN Por: Mouris Salloum George

Durante la pasada década, en el Palacio Legislativo de San Lázaro aparecieron pruebas de la inventiva de los diputados federales en plena supremacía de la tecnología digital. Ahí se inventó El reloj parlamentario.

El invento respondió a la urgencia de sacar en plazos fatales iniciativas de ley que urgían al PRI, en dos periodos sexenales en que los tricolores militaban en partido distinto al del jefe del Ejecutivo.

Instituido el método de sesiones plenarias a media noche para el debate y aprobación de dictámenes “de obvia necesidad”, cuando no se asegura el número de votos afirmativos, simple y sencillamente el reloj se detiene en la fecha previa; se grilla para prolongar la sesión al día siguiente y hasta un tercer día. Así funciona El reloj parlamentario, que obliga incluso a atrasar las ediciones del Diario de debates.

Es el modo en que los legisladores federales, hasta en eso, violentan el tiempo real.

Los legisladores empacan para irse a los balnearios

El tiempo real de nuestros días, desde los espacios legislativos, territorios de las Fuerzas Armadas  mexicanas y dominios de las comisiones de Derechos Humanos, exigen desatorar la iniciativa de Ley de Seguridad Interior, en cuya aprobación insiste tanto sobre todo el Ejército.

El punto del atorón estriba en que las oposiciones insisten en que la ley en comento contenga un cronograma que marque puntualmente el calendario de retorno de los activos militares a sus cuarteles.

Una decisión de tamaña envergadura, sacar a los soldados de las calles, ¿a quién preocupa?

Preocupa al gabinete de Seguridad Nacional y a los gobernadores, que tienen cuatro años y más de cuatro meses sin aproximarse, ni en la imaginación, al México en paz que el 1 de diciembre de 2012 prometió el presidente Peña Nieto a la sociedad.

Sin contar con el prolongado puente de Semana mayor del que se gratifican servidores de los poderes públicos, al actual periodo de sesiones ordinario del Congreso de la Unión le restan cuando mucho siete sesiones plenarias.

La Comisión de Gobernación, que debe planchar el dictamen de la iniciativa citada, no le encuentra la cuadratura al círculo para cuadrar, entre lo deseable, lo posible. 

Ayer, el pastor priista de la Cámara de Diputados, César Camacho Quiroz dijo que sus coordinados no quieren forzar la votación respectiva; la quieren acreditar con el mayor consenso político entre las fracciones parlamentarias.

Es evidente que el mexiquense sólo mira al interior del recinto, donde el reloj parlamentario no marca la misma hora que el de la Torre Latinoamericana.

Lo que está en cuestión, sin embargo, no es si la Legislatura federal quiera seguir operando con su propio horario. La cuestión es que ninguno de los partidos, en ese tema, quiere pagar los costos políticos en plenos tiempo electorales.

No obstante, ese obtuso juego electorero implica seguir jugando con la paciencia de las Fuerzas Armadas. Y aquí ya entramos en los planos de las palabras mayores. No se vale.

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