Voces del Periodista Diario

Navegando entre la Ciudad del Sol y La nueva Atlántida

Sinfonía Telúrica

Por Abraham García Ibarra

Estando en movimiento en la vuelta 81 al planeta -29 mil 500 días- uno puede estar curado de espantos. No nos hace falta vacuna para enfrentar el coronavirus. De esa experiencia vital, nos queda una  enseñanza: Lo más peligroso en circunstancias adversas, es tenerle miedo al miedo.

Al arrancar el tormentoso y atormentado septiembre, hemos tenido tres amaneceres inspiradores. Desde nuestro solitario y personal observatorio en la azotea del edificio que habitamos en la Ciudad de México, a las 5:00 se nos abre transparente La vía láctea.

El primer mensaje que nos mandan las estrellas es el de su propio censo: 100 mil millones. Como diría el filósofo de Tepito: No somos nada. Apenas una particular molecular, sujeta las leyes de la Naturaleza.

El maese Galileo Galilei y la primera Ley del Movimiento

En las clases de primaria se nos dieron nociones sobre el número y los nombres de los planetas de nuestro Sistema Solar. Se nos identificaron algunas galaxias. ¿Cómo recordar a estas alturas sus ubicaciones e identidad? Nos conformamos con el gozo matinal de lo que se nos presenta a la vista.

En 2020, algunos temerarios del norte nos anuncian una nueva versión -no precisamente cinematográfica- de La Guerra de las Galaxias, con la pretendida intención de colonizar Marte.

¿Para eso estudió Galileo Galilei y nos legó hace 400 años la primera Ley del movimiento, detonante de la moderna Revolución Científica? Galileo hizo del conocimiento, sabiduría, y sostuvo sus teorías frente a la amenaza de sus safios inquisidores.

Si se trata de Galileo, ¿cómo disociarlo de su contemporáneo y de algún modo su mentor, Francis Bacon, aquél que soñó La Nueva Atlántida en la que la Humanidad viviría en armonía consigo misma y con la Naturaleza, a la que había que acompañar diligentemente de la mano de la Ciencia? Copérnico merece un libro aparte.

Es algo cruelmente curioso. Con tantos conocimientos, Bacon murió de pulmonía: fiebre, tos seca, cansancio. Los mismos síntomas anunciadores del Covid-19.

Las pandemias como armas de destrucción masiva

Cuatro siglos han transcurrido y los mexicanos de 2020 amanecieron a descampado frente al ataque de una nueva pandemia de similar origen. No es que falte Ciencia. Lo que sobra es la mercantilización de los hallazgos de la Ciencia. Conocimiento, no es sabiduría: Es negocio.

Es pertinente desandar un siglo de América antes de Galileo y Bacon: Los mexicanos nativos no fueron vencidos precisamente por el poder del acero  de los conquistadores españoles. Más bajas mortales les provocó La viruela, que llegó con La espada y la cruz.

Nos fascinan las efemérides: El 7 de septiembre se cumple el V Centenario de que el legendario Cuitláhuac hizo morder el lodo y el polvo a los conquistadores. Aquella noche, Hernán Cortés se deshizo en llanto con sus capitanes derrotados; también gimoteantes con sus armaduras maltrechas y sus caballos muertos.

Operación pandemia: Cuitláhuac, el vencedor y Señor de Iztapalapa, sucumbió, no por herida de la lanza, sino víctima de la peste. Para el 25 de noviembre de este año, los pueblos originarios de aquella alcaldía oriental se preparan para rendir tributo a su memorable tlatoani.

La población estadunidense, víctima de la justicia inmanente

Un siglo después de la Conquista de México, algunos gobernadores de las colonias británicas en América del Norte encontraron la eficaz  fórmula para exterminar a las comunidades nativas: La viruela. Rendía 10 bajas por una causada por los arcabuces; 900 por cada mil.

En 2020, el coronavirus ha provocado en los Estados Unidos seis millones 116 mil contagios; 186 mil fallecimientos en seis meses, mientras que se triplican los casos de depresión: Justicia inmanente.

A punto de terminar el verano universal, la estación está marcada, no por La guerra de las galaxias, sino por la pugna en pos de un Nuevo dorado. La vacuna, señores, la vacuna.

La demencial guerra por patentes y producción de vacunas

En esa salvaje guerra están enzarzados heroicamente los Estados Unidos, China y la Unión Europea, cuyos gobiernos bailarán al son que les toquen en su momento los monopolios de la industria farmacéutica, que terminan por alzarse con el santo y la limosna.

Eso es lo nos ofrecen el ruido y la furia veraniegos. Acaso volvamos a nuestra terraza matinal, que nos recuerda que, la Ciudad de México, fue alguna vez transparente, según don Alfonso Reyes. Ahí, quizá la memoria nos remita a La Ciudad del Sol, la utopía que diseñó desde la cárcel el dominico insurgente Tomás Campanela (1602). Es cuanto.

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