Voces del Periodista Diario

Neoliberalismo: Injusto, diabólico y pecaminoso

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

En 1986, tuvimos noticias del VI Encuentro Internacional de Solidaridad, celebrado en Madrid, España, bajo los auspicios del Secretariado correspondiente en homenaje a Oscar Arnulfo Romero, religioso asesinado el 24 de marzo de 1980 por un sicario al servicio del chacal Roberto d’Aubuisson, macabro rostro de la Junta Revolucionaria de Gobierno de El Salvador.

Nominado al Premio Nobel de la Paz por Reino Unido en 1979 -se le dio el galardón finalmente a Teresa de Calcuta-, monseñor Romero es reputado como el Primer Arzobispo Mártir de América Latina. La vocación que lo puso en la mira de sus victimarios, fueron los Derechos Humanos.

Con ese precedente, nos sorprendió que, desde el arranque de su mandato en 1988, Carlos Salinas de Gortari se arropara bajo las banderas de Solidaridad, rubro al que dedicó un programa especial (Pronasol) y con el que hasta quiso cambiarle el nombre al Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Explotación creciente de indígenas y campesinos sin tierra

Más nos sorprende esa desfachatez, porque de la Declaración de Madrid, el Movimiento Cristiano de Solidaridad, en su segundo punto, sobre el clamor del sufrimiento del pueblo latinoamericano, invoca la voz de Puebla (Tercera Conferencia Celam/ 1979) y señala: Ese clamor expresa la extrema pobreza generalizada en el continente y revelada en la explotación creciente de los pueblos indígenas, de los negros -los más pobres entre los pobres-, los campesinos sin tierra, los obreros mal pagados, los subempleados y desempleados, los niños, los hambrientos, los jóvenes sin futuro y las mujeres del pueblo.

A renglón seguido -continua la declaración-, el grito de los pobres en América Latina tiene su origen en un sistema esencialmente injusto, diabólico y pecaminoso el capitalismo- en todas las formas y su historia.

Precisamente, en la III Conferencia del Episcopado de América Latina, celebrada en Puebla en enero-febrero 1979, escuchamos la respuesta a las voces imperiales que hablaban de marxismo recalentado, asestándolo desde Washington y Roma a la Teología de la Liberación, generada en las lecturas e interpretaciones de las resoluciones del Concilio Vaticano II de una década de antes, cuya divisa fue la opción por los pobres.

Las ganancias, en primer lugar; las personas después

Nos viene a mente La sociedad de los poetas muertos, en memoria del monje trapense, místico hasta lo más profundo de sus fibras, Thomas Merton, adepto a las inspiraciones de la Nueva Solidaridad y militante por la Justicia Social.

En uno de sus textos, Merton, de origen francés, naturalizado estadunidense, escribió: Cuando hablamos de nosotros como del mundo libre, hablamos ante todo de un mundo en el cual los negocios son libres. La libertad de las personas no viene sino después porque para nosotros, esa libertad depende del dinero.

“En consecuencia, la libertad más esencial es la de ganar dinero. Nuestra sociedad está ordenada ante todo para los negocios, y cada vez más tenemos que escoger entre los derechos de la persona humana y el beneficio de una organización que obtiene ganancias, los derechos de la persona pasan trabajo para hacerse oír: Las ganancias en primer lugar; las personas después”.

Un agudo diagnóstico sobre el suicidio de las democracias

La cita anterior está tomada de El suicidio de las democracias, obra del periodista y escritor francés, Claude Julien (1972) que disecciona las democracias occidentales y, al final de su libro, evoca al jurista profesor de Derecho de Chicago, Philip B. Kurland quien concluye, a propósito de los Estados Unidos: “Si, como nación, somos culpables de un fracaso, no es porque no hayamos logrado alcanzar el ideal que profesamos, es porque, cínicamente, no hemos tratado de alcanzarlo”.

Se pregunta el autor: ¿Es tiempo todavía? Ocioso resulta remitirle la pregunta al incendiario anaranjado Donald Trump. Todo lo vuelve voces en el desierto. Es cuanto.

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