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No es lo mismo Cándido Ríos que Verónica Guerin

Voces del Director

Desde Filomeno Mata 8

Por Mouris Salloum George (*)

Con eso de que agosto fue ocupado en seguir contando cosas buenas, de plano casi pasó inadvertido el asesinato, hace dos semanas, del periodista veracruzano Cándido Ríos Vázquez y otros dos acompañantes.

Ríos Vázquez fue fundador de La voz de Hueyapan y el día de su muerte era corresponsal de El Diario de Acayucan. Teóricamente, estaba bajo el amparo del Mecanismo para la Protección de Defensores de Derechos Humanos y Periodistas, dependiente de la Secretaría de Gobernación.

El de Ríos Vázquez es el crimen mortal número diez en Veracruz en los últimos seis años. El número 39 en México durante el actual sexenio federal.

En los anexos del quinto Informe de Gobierno de Enrique Peña Nieto se dedica unas líneas al exterminio de periodistas para decir que en 25 se ha ejercido acción penal.

Las organizaciones gremiales tienen el dato de que, de todos los expedientes acumulados históricamente en instancias de procuración de justicia y tribunales, en sólo tres se ha dictado sentencia judicial.

Antes del de Ríos Vázquez, el caso que más resonancias a nivel nacional e internacional ha generado, es el del investigador y escritor sinaloense Javier Valdez Cárdenas. Va para cuatro meses del atentado y hasta ahora no se ha satisfecho la exigencia general de su esclarecimiento.

En los últimos tres sexenios federales, lo evidente es que el ejercicio de la Libertad de Expresión y del Derecho a la Información no son prioridades constitucionales que quiten el sueño a la autoridad. La impunidad incita a la incesante repetición de esos crímenes.

Un asesinato que sí obligó a la toma de conciencia

Por estos días, cadenas televisivas mexicanas  tienen en oferta la película sobre una historia real que conmovió a Irlanda y el resto de Europa: El asesinato a balazos en Dublín de la periodista Verónica Guerin ocurrido el 26 de junio de 1996.

Verónica era periodista de investigación del periódico Sunday Independent. Había abandonado el confort de la crónica facilona y se aplicó, obviamente con riesgo de su vida, a desentrañar la maciza y sucia madeja del tráfico de drogas, sus redes de mercadeo directo a los adictos y los circuitos de lavado de dinero.

Fue objeto de dos agresiones contra su integridad personal y de amenazas en contra de su familia. No se dejó intimidar. El 26 de junio de 1996, después de haber sido tentada fallidamente con el soborno, viajando sola en su automóvil fue “liquidada” a pleno sol por dos sicarios a bordo de una motocicleta.

Por fin, la indignación popular obligó al Parlamento a reformar la Constitución irlandesa por la que se crearon agencias gubernamentales de represión y confiscación de bienes que servían de fachada “institucional” al trasiego de los capitales producto del narco.

Los principales jefes mafiosos y sus brazos armados, algunos extraditados de países vecinos, fueron pasados por la ley y sometidos a largas penas de prisión. La criminalidad cedió,  el consumo de drogas disminuyó en promedio 15 por ciento y la corrupción fue atemperada.

“Se ha neutralizado a 107 de los delincuentes más peligrosos”

El 2 de septiembre pasado se dijo aquí que se han dado golpes a las principales organizaciones criminales y “neutralizado a 107 de los 122 delincuentes más peligrosos”.

Por supuesto, se aplica una política que fortalece el respeto y la protección a los derechos humanos, la cual contradice diversos informes de organizaciones civiles nacionales e internacionales, que consideran que la situación de México sigue siendo crítica.

Muy loable el reporte, si no fuera porque las viudas y los huérfanos de defensores de derechos humanos y periodistas siguen clamando justicia por los crímenes de ayer, los más recientes y los que seguramente se sucederán en el futuro. México no es Irlanda.

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