Voces del Periodista Diario

¿Qué pasa si Trump rompe el TLCAN?

EL LECHO DE PROCUSTO Por: Abraham García Ibarra

Existe, en la picaresca mexicana, una conseja muy ranchera, a saber: Sólo el primer perro sabe a qué le ladra; el resto  ladra por puro instinto de imitación.

Aplica ese dicho a ciertas manifestaciones de nuestra cultura política, y expresamente de la subcultura legislativa.

Tenemos casos, no necesariamente excepcionales, de “políticos” que han pasado por las legislaturas de sus estados (hasta dos y tres veces), por la cámara de diputados federal, por el Senado y hasta por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.

Ese “legislador” -que además puede ser un redomado faltista- nunca ha leído ni siquiera la exposición de motivos de una iniciativa de ley ni el dictamen que votó afirmativamente.

Usted lo verá, sin embargo, presentándose en su distrito al final de cada periodo de sesiones para informar a “sus electores” sobre las arduas y extenuantes jornadas parlamentarias en las que participó en los debates y en la aprobación de tantas y cuantas leyes. (Aplausos).

Nos viene a cuentas y a cuento ese “modelo” de legislador en estos días porque, sin distingos de siglas partidarias, vistiendo traje de patriotas no pocos diputados federales y senadores se han puesto el arnés para combatir la amenaza de Donald Trump de renegociar o romper el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (hoy TLCAN).

Nos tocó estar atentos al Senado en las legislaturas federales LIV y LV; sobre todo en la segunda, en que los priistas Emilio M. González y Carlos Sales, presidieron respectivamente la Cámara alta y la Comisión de Comercio cuando se presentó a sanción el TLC, habida cuenta que es la instancia para autorizar este tipo de instrumentos.

Como se votó el TLC

Observamos que durante varias semanas a los senadores del montón no se les entregó copia del TLC con la coartada de que no se tenía a la mano la traducción del inglés al español del clausulado correspondiente, porque contenía muchos “términos técnicos”.

Una vez que en El Capitolio estadunidense se votó el TLC (1993), el senador por el Partido Auténtico del Partido de la Revolución (PARM/ integrante del Frente Democrático Nacional-FDN), Porfirio Muñoz Ledo solicitó a la directiva llamar a comparecencia al secretario de Comercio de Carlos Salinas de Gortari, Jaime Serra Puche, para que ilustrara al pleno sobre el contenido de aquél, que todavía era codificado como “Acuerdo”.

El priista Carlos Sales se mofó “de la pretensión” de Muñoz Ledo. Lo que ocurría es que ni los propios senadores priistas conocían la versión del TLC. Tanto Emilio M. González como Sales habían sido puestos en guardia en una suite del Hotel Presidente Chapultepec, a unos 150 metros de Los Pinos, en espera de que, desde la Oficina de Presidencia, se les hiciera llegar el texto del dictamen.

Fue hasta horas después del 83 aniversario de la Revolución mexicana, que el pleno del Senado fue instalado para sacar vía fast track la votación aprobatoria.

La soberanía nacional y otras monsergas

Este texto no tiene desperdicio. Sólo recordaremos unas líneas dirigidas a los senadores de oposición, señalando riesgos por la eventual demora de su votación: “… el aislamiento con inflación y sin crecimiento promovería injusticia”.

Esto es lo mejor: “Además, dividiría a la nación y debilitaría nuestra soberanía y representaría un simulacro de autoritarismo”. Tal cual.

Curioso método discursivo: Se denunciaban eventuales riesgos que, a la postre, se tradujeron en atroces consecuencias de la vigencia del TLC. Por supuesto, este instrumento fue aprobado como lo quiso Los Pinos.

En repetidas oportunidades, hemos consignado aquí que mientras el Senado mexicano se sometía a los designios de Salinas de Gortari, en El Capitolio se reconocía que en el TLC se metía secretamente de contrabando la cláusula sobre los hidrocarburos mexicanos.

Algunos legisladores estadunidenses expresaron reservas dado el régimen constitucional vigente sobre el petróleo. Otros, entusiastas, esgrimieron el argumento de mayor peso: Recuérdese que los presidentes mexicanos son duchos en darle rodeos a la Constitución, cuando les conviene (“Y nos conviene”, debió agregar).

Retomamos una línea del contenido del dictamen sobre el TLC: “Debilitaría nuestra soberanía”. ¿Y qué es lo que ha ocurrido a lo largo de poco más de dos décadas de depredación telecista?   

Hoy, el portal digital Sin embargo, nos aporta un hallazgo periodístico: Por mandato discrecional de la Secretaría de Economía,  sustanciales contenidos del TLCAN están sujetos a reserva sin plazo definido.

Esto es, esos contenidos son secreto de Estado negados al conocimiento de los mexicanos, para no afectar “el proceso de aplicación” de dicho instrumento.

Por estos días, se da por descontado que el Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica va directamente al carajo con la llegada a Trump a la Casa Blanca. Pero, ¿quién reparara la devastación que en México ya ha causado el TLCAN? Es cuanto.

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