Voces del Periodista Diario

Trump o Clinton, de la sartén al fuego

VOCES OPINIÓN Por: Mouris Salloum George.

Dice la conseja popular, y dice bien, que el que por su gusto es buey, hasta la coyunda lame. Aplica en estos días en que los chicos del coro fácil en nuestro patio trasero se suman a una implacable descalificación del candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump.

Seguramente, esa afirmación merece un deslinde. Por supuesto, no faltan argumentos para cuestionar la desbocada retórica del locuaz magnate, sobre todo por sus amenazas contra los mexicanos/ mano de obra que aportan jugosos rendimientos a la economía estadunidense.

Tenemos académicos de altos vuelos en centros de estudios superiores, especializados en Política Exterior y particularmente en las relaciones bilaterales México-Estados Unidos que, basados en la Historia y otras ciencias, exponen serena y juiciosamente razones por las que aquí debemos estar alertas sobre el curso de las campañas electorales en el Imperio y su eventual desenlace.

Pero aquí, la chiquillada mediática cae en los mismos exabruptos que Donald Trump al tratar ilusoriamente de cerrarle el paso rumbo al Salón  Oval.

Violencia verbal contra violencia verbal, denuestos contra denuestos, injurias contra injuria, lejos de contribuir a un análisis productivo quedan reducidos a una mera provocación. No siempre jugarle al David da el resultado deseado contra Goliat.

Pero el quid del asunto es el siguiente: Los ataques contra Trump no son casuales ni gratuitos. Las exclamaciones contra el candidato republicano invariablemente van acompañadas del elogio de Hillary Clinton como la más idónea para el futuro de nuestras relaciones bilaterales.

De entrada, en el gran marco internacional, recordemos que, antes de que el republicano soltara sus misiles ensalivados contra su rival demócrata, era del dominio público en el mundo diplomático la sospecha de que doña Hillary era reputada como madrina de la temible y temida Hermandad Musulmana, partera ahora, es versión generalizada, del Estado Islámico.

Con independencia de ese expediente de lato alcance, fresca está la memoria de que el Partido Republicano domiciliado en la Casa Blanca con el nombre de George W. Bush, quiso tener en México al embajador Carlos Pascual, especializado en Estados fallidos.

Sólo el arribo del demócrata Barack Obama a la Casa Blanca, facilitó a Felipe Calderón desembarazarse del “diplomático incómodo”.

Pero con Obama, fue colocada en el Departamento de Estado la señora Hillary Clinton. ¿Cambió el giro en el tratamiento a México?

La fabricación de autodefensas

No nos parece. Un dato para documentar nuestro optimismo: Fue esa jefa del Departamento de Estado quien, no precisamente en un desliz del subconsciente -en alusión relacionada con la situación específica de Michoacán- casi le da estatuto de “fuerza beligerante” a lo que  tipificó como narcoinsurgencia.

¿Y qué recomienda la Inteligencia militar y política en situaciones de insurgencia? Obviamente, una estrategia contrainsurgente. Por eso, algunos analistas empezaron a examinar la formación de autodefensas (grupos paramilitares) en México, categoría en la que nuestro colaborador Rodolfo Sánchez Mena incluyó a autodefensas norteamericanos, dados los antecedentes de origen y procedencia de algunos de esos combatientes. Viles sicarios en algunos casos.

No se trata, ese, de un asunto menor. Pero asunto mayor es que, a finales del sexenio de Calderón, la señora Clinton le arrancó la firma del Acuerdo para la Exploración y Explotación de Yacimientos Petroleros Transfronterizos México-Estados Unidos.

Expertos internacionales en la materia cayeron en cuenta que, por ejemplo en el caso de los llamados El Hoyo o Los Hoyos de la Dona, localizados en el Golfo de México, con gran potencial de hidrocarburos, Estados Unidos se quedó con la parte de león, dejando a México lechos fracturados e inaccesibles para su explotación. En principio, por el alto costo de cualquier tentativa de operación, que requiere tecnología de punta. De la que carecemos.

Peca de ingenuo quien suponga que, instalada en la Casa Blanca, la señora Clinton dejará de lado aquel acuerdo si, como se sabe, desde los tiempos del gran neocolonizador, Henry Kissinger, las garras imperiales están puestas ahora mismo en el petróleo de Venezuela, una vez que, en cuanto a México, eso es ya pan comido. ¿Quién no ha visto cercano la campaña demócrata a Kissinger?

Con Trump o Clinton, lo mismo da, hay que poner las barbas a remojar. De eso se trata.

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