Voces del Periodista Diario

Poder económico: El leopardo no puede cambiar sus manchas

Sinfonía Telúrica

Por Abraham García Ibarra

(No sabemos a ciencia cierta cuál es el grado de parentesco entre el leopardo y El gatopardo.)

Que la avaricia esté codificada entre los siete pecados capitales, es suficiente para sospechar que es la partera del mercantilismo, obscena deformación del capitalismo. La avaricia es el detonante de la acumulación. Los Cresos nunca tienen llenadera.

Sobre los escombros del maquinado error de diciembre de 1994, en Cancún (México) se tendió alfombra roja a la Sociedad Mont Pelerin, villa ésta de las heladas cumbres de Suiza país, en donde, cada nuevo año, se convoca en Davos el Foro Económico Mundial.

La sociedad nombrada -sus fundadores y sucesores se resisten a reconocerla como secta– surgió a iniciativa del economista europeo Friedrich Von Hayek quien en 1947, dos años después de terminada de la Segunda Guerra Mundial, invitó a 36 intelectuales liberales del después conocido como Primer Mundo, para reflexionar sobre la suerte de la libre empresa frente a los nuevos Estados nacionales. Se trataba de exorcizar a la Unión Soviética.

Estado mínimo, sí, pero con Sistema Tributario Progresivo

Moderados la mayoría de participantes que, a tenor del convocante postularían el Estado mínimo, sin embargo incluyeron en su agenda la cuestión del Sistema Tributario Progresivo (STP). El radical economista de ultraderecha, el también europeo Ludwig Von Mises abandonó la mesa: Son ustedes una manga de socialistas.

(Los idolatras mexicanos de Mises crearon aquí un instituto que lleva su nombre, para propagar su doctrina.)

Dado un salto en el tiempo, lo que tratamos de consignar es que Hayek es asumido como Padre del neoliberalismo. Con estas cartas le fue asignado décadas después el Premio Nobel de Economía.

Servicio neoliberal a la carta: Menos Estado, más sociedad

A sabor de la Revolución conservadora (obra de Thatcher-Reagan) los tecnócratas mexicanos le otorgaron título de fe a Milton Friedman, impulsor de la Escuela de Chicago, que en la década de los ochenta colocó sus primeros caballos de Troya en el gabinete presidencial.

A remolque de Friedman, las dictaduras latinoamericanas, principalmente las de Chile y Argentina, terminaron en rehenes de los tanques pensantes del neoliberalismo. 

Fue durante el periodo reaganiano en que el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) comenzó a editar y distribuir entre sus asociados una serie de cuadernillos exaltando la filosofía económica de Hayek. Se granjearon las simpatías de Carlos Salinas de Gortari quien, al grito de ¡Menos Estado, más sociedad! les obsequió la institución del nuevo corporativismo empresarial, con todo y el patrimonio nacional.

El proceso de implantación del Estado neoliberal partió bajo la divisa Al diablo con la justicia social, regímenes fiscales especiales para los grandes corporativos privados nacionales y extranjeros, concesiones para ceder el dominio del territorio nacional, fosas institucionales, incluyendo la banca de desarrollo, para el depósito de papeles chatarra con los que se pagó la “desincorporación” de las empresas productivas del Estado, etcétera.

Don Juan Sánchez Navarro sí estudio El Contrato Social

De la moda, lo que te acomoda, recomiendan diseñadores y costureras: Los del poder económico se acomodaron bien las prescripciones de Hayek, Mises, Friedman y fauna de acompañamiento.

Acaso en las universidades públicas, en las carreras de Derecho y de Ciencias Políticas y Sociales, los programas toquen un tema. En el ITAM, en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, la Anáhuac, la Lasalle, la Panamericana pasa de lado o se lo cuestiona.

Ese tema se editó en 1762 en París, Francia, con crédito a Jean-Jaques Rousseau bajo el título: El contrato social. Algunos viejos empresarios mexicanos ilustrados -nos consta en el caso de don Juan Sánchez Navarro, primer presidente del CCE- lo tuvieron como libro de cabecera para documentarse sobre los orígenes y los fines del liberalismo clásico.

En lo sucesivo, los principios fundamentales de El Contrato… quedaron a elección y gusto de los plutócratas nativos, subrayando el de la Libertad y retirando la vista de otro básico: La igualdad.

La última y nos vamos: Apuntamos párrafos antes que los intelectuales liberales reunidos a convocatoria de Hayek en 1947, incluyeron en la orden del día la cuestión del Sistema Tributario Progresivo. Ni siquiera lo ha tocado la cuarta transformación y las cúpulas empresariales andan que no las calienta ni el Sol. Es cuanto.

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