Voces del Periodista Diario

Por una humanidad sin fronteras

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

Los que tienen, de veras, memoria y dignidad histórica de izquierda, conmemoran hoy el 54 aniversario del Asalto al cuartel de Madera (Chihuahua 23-IX-1965).

Hazaña de magisterio, de maestros y estudiantes normalistas rurales que se identificaron con las causas campesinas, sus mejores narrativas se las debemos al profesor José Santos Valdés y Carlos Montemayor; éste, sin apartarse del rigor científico, presentó aquella acción en su novela Las armas del alba.

De aquel expediente, después de 1968 jóvenes urbanos retomaron la fecha para darle identidad a una Liga Comunista, que se ha desvanecido en la noche de los tiempos.

Sólo quedan algunos residuos que terminaron como excrecencias amarillas enquistadas en un partido devorado ya por insaciables y corruptas tribus que se parapetan todavía en membretes “de izquierda”. Para tales especímenes, el sacrificio del profesor Arturo Gámiz García y sus seguidores devino innoble oportunismo político.

Como en días de la guerra sucia, libertad a los presos políticos

La vocación normalista, sin embargo, 54 años después, a contrapelo de la brutal represión, se mantiene viva y actuante por los 43 de Ayotzinapa, que el próximo jueves cumplen cinco años de desparecidos.

Hoy, como en los negros días de la guerra sucia, vuelve a tocar las puertas del poder el clamor de libertad de los presos políticos. Ya no se vale la insidia de los agentes del Estado: No son más que políticos presos.

Rosa Luxemburgo: De cómo evitar que la mujer piense

No creemos forzar el sentido de nuestro tema de hoy si recuperamos la siguiente convicción, a saber:

“La libertad, sólo para los miembros de gobierno, sólo para los miembros del Partido, aunque muy abundante, no es libertad del todo. La libertad es siempre la libertad de los disidentes.

La esencia de la libertad política depende, no de los fanáticos de la justicia, sino de los efectos vigorizantes y benéficos de los disidentes. Si ´libertad´ se convierte en privilegio, la esencia de la libertad política se habrá roto”.

La autora de esa máxima terminó sus días, antes de cumplir 49 años de edad, con el cráneo y la cara destrozados a culatazos. Fue rematada con el tiro de gracia por la soldadesca que la custodiaba en el hotel irónicamente llamado Edén.

Recordamos a Rosa Luxemburgo, asesinada por el gobierno de la Social Democracia alemana el 15 de enero de 1919 y arrojado su cadáver al río Spree, donde fue hallado dos semanas después.

En países donde hay izquierda que se precie de serlo y lo demuestra en la militancia activa, el centenario del crimen de La Rosa roja se está conmemorando. La espartaquista fue reconocida por Lenin como Águila de la revolución, gesto de virilidad que hizo de lado diferencias ideológicas y teóricas que los enfrentaron.

Rosa Luxemburgo nació en la Polonia bajo dominio zarista. A los 15 años ya estaba refugiada en Suiza. No es casual que, alejada de todo nativismo, se pronunciara desde su juventud por una humanidad sin fronteras.

23 de septiembre de 1965: Las mujeres del alba

En enero de 2019, leímos un texto de Silvia Herrera (Milenio Diario) en que la autora recuerda a Luxemburgo en el centenario de su ejecución. Nos llama la atención su observación: El feminismo mexicano prefiere a artistas preponderantes como emblemas de sus causas.

De mayo pasado recuperamos un anuncio: Las mujeres del alba, obra también de Carlos Montemayor, sería llevada a “la pantalla grande”.

Es la historia de mujeres que estuvieron con los guerrilleros del norte que tomaron por asalto el Cuartel de Madera, Chihuahua. La iniciativa corre por cuenta de Jimena, hija del poeta militante desaparecido físicamente en 2010. La memoria histórica no atiende exorcismos. Es cuanto.

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