Voces del Periodista Diario

¿Quién quiere en México un verano ardiente?

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

La Historia -dejó escrito el clásico- se produce una vez como tragedia y se reproduce como farsa. La farsa, sin embargo, cuando se instrumentaliza el espontaneismo, suele tener consecuencias aún más trágicas.

En la primavera de 1919, cuando el constitucionalismo mexicano triunfante conmemoraba el CXIII Aniversario del natalicio de don Benito Juárez, en la Plaza del Santo Sepulcro, en Milán, Italia, otro Benito, Mussolini, presentaba sus fasci italiani di combattimento.

Cuatro años después, en cervecería de Múnich, Alemania, Adolfo Hitler ensayaba su fallido push contra la República, experimento que lo condujo a la formación del Partido Nacional Socialista que lo encaramó más tarde al poder totalitario.

En los años treinta -lo hemos recordado aquí mismo en las últimas semanas- en México aparecieron émulos de Mussolini y Hitler que asumieron los modelos fascista y nazi europeos. Sus apologistas las identificaron como milicias del espíritu.

Los nostálgicos de Mussolini aún lo lloran aquí

Durante los años sesenta y setenta, en los estados de Puebla, Guanajuato y Jalisco reaparecieron institutos cívico-militares y federaciones universitarias anticomunistas que se gratificaron con el asesinato de profesores y estudiantes de planteles de enseñanza superior.

En la Ciudad de México, en discretas capillas de algunos barrios elegantes -San Ángel, por ejemplo-, en abril o julio de cada año todavía se celebran aquelarres para recordar a Mussolini en su natalicio o en su ejecución.

La semana pasada, llamó nuestra atención que, en un medio de comunicación de Estado, en uno de sus segmentos se hizo alusión al Día Internacional de los Pueblos Indígenas (9 de agosto).

El conductor recapituló sobre los foros regionales a los que se convocó a partir de marzo pasado a representaciones de pueblos originarios para que plantearan sus demandas, informados previamente que serían tomadas en cuenta en la formulación del Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2019-2024.

Lo que nos sacó de onda, es que el conductor de aquel segmento denunció que las comunidades indígenas mexicanas siguen siendo víctimas de las políticas neoliberales fascistas que las mantienen excluidas del desarrollo nacional. Fascismo es un término que se repitió por lo menos en cuatro ocasiones en la trasmisión.

La irrupción de sedicentes anarquistas en la escena política

La exclusión es una constante que se extiende en general a los sectores de la clase trabajadora de la ciudad y el campo, que durante más de cuatro décadas han visto precarizados el empleo y los salarios -cuando todavía logra ingreso a ocupaciones informales-, fenómeno que afecta a las clases medias, que algunos sociólogos tipifican como desclasadas.

Desde el primer día del sexenio pasado (1 diciembre de 2012), en la toma misma de posesión del nuevo gobierno, los eventos externos en la Ciudad de México fueron irrumpidos por bandas autodenominadas anarquistas. En algunas crónicas periodísticas se les presentó con caretas de annonymus.  

En ese periodo, con sospechosa asiduidad vimos el asalto de esos grupúsculos a las movilizaciones sociales de organizaciones obreras, campesinas y de colonos en la Ciudad de México. Activo aún el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), no encontramos un registro en el que se esclarezca la identidad de aquellos provocadores, cuya impunidad los incitó a repetir sus actos vandálicos en cuanta oportunidad se les presentó.

¿Entremeses para un banquete mayor?

Vienen a tema esos antecedentes, porque, a finales de la semana pasada, vimos violentada la convivencia social, económica y administrativa en la sede de los tres Poderes de la Unión por células encapuchadas y portadoras de instrumento de destrucción, que vandalizaron instalaciones del transporte público, comercios y sitios de divertimento en la llamada Zona Rosa, contigua al Centro Histórico de la Ciudad de México.

Estaciones y unidades de transporte colectivo, patrullas de Seguridad Pública y equipo de bomberos; todo, sin distinción, fue objeto del ataque incendiario masivo.

Pasivas columnas policiales formadas por mujeres, ciudadanos de a pie -lo mismo personas de la tercera edad que niños-, fueron blanco de las furiosas embestidas de las hordas desencadenadas, que atacaron incluso a sus propios correligionarios y apoyadores.

Con puntual sincronización, la barbarie marchó sin obstáculos rumbo a la Avenida de la Reforma, donde la glorieta, en cuyo centro está El Ángel de la Independencia, fue sometida al mismo colérico tratamiento.

No es asunto de cuantificar los daños físicos, resultado de las ingobernables jornadas que, pese a la bien cronometrada provocación, no provocó daños humanos graves que lamentar.

Lo asombroso del caso, es que las bandas atacantes terminaron por denunciar paladinamente que son victimizadas y criminalizadas por la autoridad que, dicho sea de paso, para impedir “mártires”, se mantuvo replegada frente a la acción devastadora.

Todavía resuena el grito: ¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!

El jueves 15 y la mañana del viernes 16, por nuestra parte ocupamos nuestras jornadas en la calle Primo de Verdad, en el corazón de la capital de la República. Fue sede de un coloquio organizado con la colaboración de la Unión de Universidades Latinoamericanas en ocasión del 90 aniversario de que a la Universidad Nacional de México le fue reconocida su autonomía.

Ocasión auspiciosa para el encuentro de rectores de las principales universidades públicas de América Latina y de España, estuvo ahí la representación de la histórica Universidad de Salamanca.

Ni modo de evitar nuestro habitual ejercicio memorioso: En octubre de 1936, el paraninfo de la Universidad de Salamanca fue tomado por asalto por falanges armadas con ametralladoras, comandadas por el general Millán Astray. Desde sus entrañas, se escuchó el grito ¡Muera la inteligencia¡¡Viva la Muerte!

Un docente identificó al fascismo como organizador del ataque contra la República. Don Miguel de Unamuno tomó la tribuna para hacer frente a la escoria falangista: ¡Venceréis, pero no convenceréis! España fue empujada a la guerra civil.

Pero el tema de la autonomía universitaria, cruzando el 1968 mexicano, nos da tema para otra entrega. Es cuanto.

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