Voces del Periodista Diario

¿Quién se anima a hacerse el harakiri?

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

Al cruzar la línea entre las décadas setenta-ochenta, años del espejismo petrolero en que se nos proponía aprendizaje para administrar la abundancia, un ala del Colegio de Economistas de México, mejor conocida como Los Ifigenios en mérito de una irrepetible maestra universitaria, propuso una idea genial al gobierno de la República.

Concretamente, la iniciativa incitaba -ya que se trataba de administrar la abundancia- a pagar el total de la deuda externa que la administración en turno había recibido de la que le antecedió por debajo de los 20 mil millones de dólares.

Para poner el dato en perspectiva, en 2018 sólo el hombre más rico de México, Carlos Slim Helú reporta activos por tres veces más aquella suma.

La sola idea fue interpretada por los inquilinos de Palacio Nacional como un acto terrorista: Si tal audacia fuera asumida por el gobierno mexicano y repetida por pares con similar solvencia, ¿qué sería de la burocracia del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional?

Deje usted eso: Si la ola pagadora se extendiera por el mundo, el sistema financiero planetario colapsaría y sería necesario que la ONU lanzara la convocatoria por instituir un Nuevo Orden Económico Internacional. Racional, si vale la acotación.

Escuchamos el alarido tecnocrático: ¡Esos canallas cobran con la izquierda y pegan con la derecha!

Barack Obama, “un populista interventor”

Como sea, entre 2007-2009, el sistema financiero mundial fue puesto en bancarrota desde el santuario del mercantilismo global: Los Estados Unidos.

Fue tal el pánico, que Barack Obama recordó que el Estado no había sido privado de su facultad interventora. El Departamento del Tesoro y entes reguladores se encargaron de tomar el control de algunos bancos quebradores en quiebra. Con costo a cargo, por supuesto, de los contribuyentes.

Sin superarse los efectos del tsunami, hacia 2012 particularmente institutos de investigación económica de los Estados Unidos y especialmente de Europa exploraron sobre qué soportes financieros sostenían el sistema bancario universal.

Por las venas abiertas del sistema bancario mundial

No tardaron mucho en dar con la respuesta: Los bancos más poderosos del mundo -obviamente entre ellos los de la Unión Americana- son el circuito por el que circulan caudalosos ríos de billetes verdes que se ingresan a los mercados de dinero bien lavados y planchados: Blancos como la nieve.

Nieve es, precisamente, el lubricante del sistema: Entre capital y excedentes, entre producción y renta: 800 mil millones de dólares anuales.

Todo cabe en el menú: Desde Juanita la más bonita (Darío Fo dixit), pasando por la cocaína, la heroína y la morfina hasta las drogas sintéticas. (Los medicamentos controlados no es asunto accesorio.)

A decir verdad, ¿importan a la Casa Blanca los millones de adictos que tienen en su ídem? Por supuesto que no. Lo que al Departamento del Tesoro le interesa y naturalmente le preocupa son los rendimientos fiscales de la gran empresa narca.

El reflejo condicionado, en su rango de economía periférica, subordinada, se reproduce en México.

600 mil millones de pesos al año no son “morralla”

Desplazado el Estado como impulsor de la economía productiva, segada la fuente tributaria de la Hacienda Pública: El petróleo; las maquiladoras y ensambladoras beneficiadas con regímenes fiscales especiales, negado el gobierno a cobrar impuestos, libre de contribuciones la economía especulativa, ¿cuál alternativa le queda a la Tesorería de la Federación para seguir existiendo?

El espejismo del turismo -si se le quita su condición de lavador– no da ni para cumplir cabalmente con una política laboral compensatoria: Su personal vive de las propinas y de alguna busca con narcotráfico hormiga.

No se puede pensar en la opción de las fantasiosas Zonas Económicas Especiales. Se ha pretendido animar la inversión anunciándole de antemano al sector privado exenciones fiscales durante cinco y diez años, empezando por el Impuesto sobre la Renta y otros regímenes, pero no pasan aún la etapa confiscatoria de los territorios donde van a operar.

Se ha informado recientemente, con datos de diversas fuentes, que a México ingresan, conservadoramente, 600 mil millones de pesos al año, sólo por producción y trasiego de drogas. En columnas aparte, no cuantificados plenamente, están los tráficos de personas y de armas.

La representación de los hombres de negocios que formará el consejo empresarial de la futura Oficina de la Presidencia de la República, ¿estará dispuesta a aconsejar una ofensiva a fondo contra la droga y el lavado de dinero?

Es pregunta que se contesta con el principio de supervivencia: Nadie está dispuesto a hacerse voluntariamente el harakiri. Es cuanto.

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