Voces del Periodista Diario

Recordando al Tenorio: Imposible la dejasteis, para vos y para mí

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

Cuando, después de medio siglo de hilar consecutivamente diez elecciones presidenciales, en 1982 el PRI fue tomado por asalto por los tecnócratas -a algunos de los cuales les encantaba en aquel tiempo ser presentados como los jóvenes turcos mexicanos-, el sentimiento social llamado sensibilidad fue arrojado al museo junto con los dogmas y mitos de las tres grandes revoluciones nacionales.

La cadena de triunfos tricolores en más de casi 55 mil elecciones federales, estatales y municipales a partir de 1929, obviamente fue producto de la sensibilidad política de los candidatos convertidos en hombres de poder: Hombres de Estado, según se podía codificar hasta entonces a quienes tuvieron a su cargo el Ejecutivo federal.

En ese periodo, en que hasta en el extranjero se hablaba de décadas de estabilidad política y económica y del milagro mexicano, se construyó un sólido entramado de instituciones socialmente compensatorias para el pueblo, según se permitía el término entre los cuadros partidistas y los funcionarios emanados del PRI.

La humanista visión de Adolfo López Mateos

Conforme fue creciendo la población y sus requerimientos, el complejo ejercicio de la política social fue recuperado del gabinete legal para confiarla al mando presidencial directo.

Correspondió al mexiquense don Adolfo El joven López Mateos crear la Secretaría de la Presidencia, reconocida como una supersecretaría, dado el alcance de sus funciones en el ámbito económico y social.

Después de tres sexenios, José López Portillo modificó la denominación e instituyó la Secretaría de Programación y Presupuesto (SPP) a la que le asignó atribuciones de las secretarías de la Presidencia y de Hacienda y Crédito Público (SHCP).

Así se incubó el huevo de la serpiente

El populista Presidente, pues, empolló el huevo de la serpiente: La SPP fue recipiente de la tecnocracia formada en centros privados de Estudios Superiores locales y en la universidad extranjera, e infiltrada en la SHCP y el Banco de México. Se pusieron de moda los tanques pensantes.

Entre las supersticiones que importaron los tecnócratas se trajeron todo el paquete neoliberal regido por el individualismo salvaje.

López Portillo colocó en la SPP a Miguel de la Madrid en 1978. Al nominarlo candidato presidencial en 1981, dio oportunidad de que su tanque pensante lograra el control del Instituto de Estudios Políticos, Económicos y Sociales, órgano del PRI responsable de diseñar las plataformas de los candidatos presidenciales. Ahí, en 1985 recibió su credencial un oscuro personaje.

El privilegiado lector del Elogio de la Traición

De la Madrid cedió en 1988 la banda presidencial a su sucesor en la SPP Carlos Salinas de Gortari, cuyo alter ego fue el franco-español José María Córdoba Montoya (nombre mexicanizado), egresado de la École Polytechnique de París. Este es el oscuro personaje que fue habilitado como priista en 1985.

En 1992 Salinas encomendó a Córdoba Montoya la Oficina de Presidencia. Si vale el dato, Córdoba Montoya se dio desde 1977 el título de doctor en economía por la Stanford University, no validado aún por este plantel, asunto que después se supo aquí.

Cuenta la leyenda negra que el jefe de la Oficina de Presidencia fue uno de los primeros lectores en México de El Elogio de la traición, obra de gran pegue en Francia durante la gestión presidencial de Francois Mitterrand y la introdujo en Los Pinos. Sobra describir el contenido. Con eso está dicho todo. (Sus implicaciones en el crimen contra Luis Donaldo Colosio en 1994 es tema de otra historia.)

Que no quede piedra sobre piedra

Es con la Generación del cambio o Grupo compacto de Salinas de Gortari en que se considera la sensibilidad social y política un estorbo. Ya no hay pueblo. Es la sociedad la supuesta mandante: Del andamiaje de las políticas socialmente compensatoria no quedaría piedra sobre piedra.

En su lugar aparecieron las privatizaciones: Del sector minero metalúrgico, del transporte aéreo, del sistema de banca y crédito y, para almacenar el pus, el Fondo Bancario de Protección al Ahorro; de la propiedad social de la tierra productiva, del Sistema de Ahorro para el Retiro de los Trabajadores, de los Ferrocarriles Nacionales de México, y un etcétera que le da vuelta a la esquina.

El eje rector de todo ese saqueo es el Tratado de Libre Comercio de 1993, símbolo de la entrega de la soberanía nacional concretada, en una de sus expresiones, en el embargo de la factura petrolera como garantía de pago del rescate de la presidencia del suplente Ernesto Zedillo Ponce de León.

Este punto nos da pie para explorar otra vertiente de las sucesiones presidenciales. Vale:

El estilo personal de entregar la Presidencia

Don Adolfo El viejo Ruiz Cortines recibió de Miguel Alemán la presidencia con relativa institucionalidad. La cedió, con significativa alegría a López Mateos. El mexiquense entregó a Gustavo Díaz Ordaz la banda presidencial en tiempo y forma. Pero…

El poblano estuvo a punto de retirarle la candidatura presidencial a Luis Echeverría. Quedaron resquemores y don Luis pretendió desembarazarse de su antecesor enviándolo de embajador a España.

Echeverría operó su relevo bajo la técnica del oficio de tinieblas. El PRI se enteró del destape de López Portillo cuando ya era del dominio público.

El ex secretario de Hacienda, sin embargo, mantuvo una helada relación con su ex jefe y lo sacó del país con el nombramiento de embajador plenipotenciario para evitar la implantación de un minimaximato.

De López Portillo a De la Madrid se produjo la ruptura cuando, siendo éste Presidente electo, no fue consultado para la Expropiación bancaria. Arrancando su mandato, restituyó a los ex banqueros un buen margen de acción en la operación del sistema.

De la Madrid tardaría tiempo para confesar que, a la hora de designar a su sucesor, desconocía la catadura moral de los Salinas.

De película fue el conflicto entre Salinas y Zedillo cuando el primero operó para dejarle custodia al suplente de Colosio, en la persona de su secretario de Hacienda, Pedro Aspe Armella. Estalló el maquinado Error de diciembre de 1994 y el morbo cuando el ex secretario de Educación le dio bote al hermano incómodo, Raúl.

Zedillo no encontró resistencia del PRI a la hora de echarlo de Los Pinos y colocar a Vicente Fox, quien no tuvo la misma delicadeza con Felipe Calderón y entró en forcejeo con el michoacano la noche del 30 de noviembre de 2006, dejando por los suelos, literalmente, la banda presidencial.

Calderón dejó indefensa a la candidata el PAN, Josefina Vázquez Mota, y le cumplió el dirigente nacional del PRI, Pedro Joaquín Coldwell, el compromiso pinolero de no hacérsela de tos a Enrique Peña Nieto.

Todo el conflicto por una obra elitista

Aunque fue obvio que le dolió la derrota de su delfín José Antonio Meade, el mexiquense pareció respetar las formas republicanas y, en principio, dispuso la colaboración de su gabinete con la comisión de transición acordada con Andrés Manuel López Obrador.

El romance fue roto por la tozudez de ambos lados en torno al proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. ¿Vale tanto la obra elitista como para romper el orden institucional que algunos veían tan aterciopelado?

Como sea, llega la hora nona de Peña Nieto y siente la daga de la nostalgia. Quién sabe si el 1 de diciembre López Obrador, al momento de recibir la Presidencia de México, repase El Tenorio y le diga al despedido: Imposible la dejasteis para vozy para mí. Es cuanto.

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