Voces del Periodista Diario

Retomando a Vicente Fox Quesada

Abraham García IbarraEl lecho de Procusto

Por Abraham García Ibarra

En el viejo santoral republicano, diciembre era un mes clave para evaluar a dos de los más determinantes conductores del gabinete económico del Presidente en turno.

Al secretario de Hacienda le correspondía defender la iniciativa de Ley de Ingresos y la miscelánea fiscal para el año siguiente; al de Programación y Presupuesto, el ídem de Egresos de la Federación.

Esos puestos, en el gabinete de Carlos Salinas de Gortari los ocupaban, respectivamente, Pedro Aspe Armella y Ernesto Zedillo Ponce de León, recién estrenados.

A pesar de la “Alianza estratégica”

Por primera vez (15-XII-88), en el Palacio Legislativo de San Lázaro ambos funcionarios comparecieron discurso en mano para explicar los Criterios de Política Económica y anexos de soporte 1989.

El salón de plenos de la Cámara de Diputados parecía apaciguado después de las violentas jornadas de los Colegios Electorales de julio-septiembre para la calificación de los resultados del 6 de julio anterior.

“Parecía” repetimos, habida cuenta que dos semanas antes, el Partido Acción Nacional (PAN) había pactado con el usurpador la Alianza estratégica (permuta de legitimidad de gestión a cambio de concertacesiones electorales).

A mayor abundamiento, de manos del jefe nacional del PAN, Luis H. Álvarez, el coordinador de la bancada azul, Abel Vicencio Tovar, ya había recibido la “Carta de Intención” arrancada a Salinas de Gortari para oootra Reforma electoral.

De nada  valió: En la sesión del 15 de diciembre la tribuna fue tomada por asalto por la bancada del PAN.

Vimos (a decir verdad ecuánime) a Pedro Aspe Armella -la bandera nacional a unos 40 centímetros de su brazo derecho-, en calidad de rehén de los diputados panistas, sonsacados por el propio Vicencio Tovar y el yucateco Carlos Castillo Peraza.

El histrión que se coronó con orejas de burro

Fue aquella una acción predecible. De la fracción parlamentaria del PAN formaba parte un diputado que, desdenantes, era reputado por sus paisanos como El orate de San Cristóbal.

Ese personaje se había divertido entre las curules,  paseando con su cabeza rematada con unas orejas de burro confeccionadas con réplicas de boletas electorales. Pretendía, ese histrión, chacotear con la representación de  Salinas de Gortari.

Ahí estaba El  alto vacío: Su rostro embozado bajo una espesa barba.

Y después le fue cruzada la banda presidencial

Doce años después, en el mismo recinto, el 1 de diciembre de 2000, al mismo personaje le fue cruzada la banda presidencial. De Palacio se fue al Auditorio Nacional: Remató el día besando un crucifijo.

En el mismo 2000, el notable muralista mexicano José Chávez Morado firmó a puño y letra un texto en que pregunta y se responde, a saber:

“¿Qué es Fox? ¿Quién es Fox? Cuál es Fox? La respuesta, queridos amigos, es lamentablemente sencilla: Nada. Una nada llena de palabras. Por eso es capaz de decir algo un día para decir lo contrario el otro día. Así va creando una telaraña de palabras que, sumadas a otras, están asfixiando a México…”.

Exquisita pensión mensual de por medio, todavía lo hace: “Y yo, ¿por qué? Ah, qué Vicente Fox tan folclórico. Es cuanto.

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