Sinfonía Telúrica
Por Abraham García Ibarra
No nos referimos a los sedicentes combatientes por la democracia que se atrincheran en el anonimato de las redes sociales; a los que, con poder adquisitivo, contratan picos de ganso en las cajas de resonancia electrónicas para difundir sus ominosos mensajes o a terceros que, desde sus ciudadelas cupulares, se escudan en un lenguaje jesuítico para subvertir el orden establecido con el fin de acarrear agua a sus trituradores y rentables molinos.
Tampoco a los emisarios del reciente pasado que no logran digerir la derrota que les fue infligida por más de 30 millones de votantes en 2018 y no terminan de lamerse las llagas, ni a los portavoces de los partidos políticos con registro legal, a fin de cuentas entidades de interés público con legítimos derechos de participar en la lucha de los contrarios.
Nos referimos a los que se atreven a dar la cara, a su vez amparados en el derecho ciudadano inherente a las libertades civiles y a las prerrogativas constitucionales.
En esa línea vemos a un activo de la Confederación Patronal de la República Mexicana, Gustavo de Hoyos, quien desde hace varios meses ha abierto sus cartas y no hace ejercicios de prestidigitador para ocultar sus objetivos, sus metas y sus fines. No le hace, pues, al francotirador.
70 mil millones de pesos alcanzan para financiar una sublevación
Por el mismo carril transita ahora el accionista de un corporativo comercial norteño, afiliado a la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD), Pedro Luis Martín Bringas, cuya familia aparece en la lista Forbes entre las más ricas del mundo con una fortuna de 3 200 millones de dólares (unos 70 mil millones de pesos, suficientes para financiar cualquier aventura política).
El personaje no se anda por las ramas: Su llamado es a constituir el Frente Nacional contra Andrés Manuel López Obrador. Resulta prematuro calcular cuántas divisiones pueda formar quien suponemos asume la condición de comandante en jefe del nuevo ejército democrático.
Dicho sea de paso, somos clientes de aquella cadena comercial, una de cuyas sucursales nos queda a tiro de piedra. Desde las primeras semanas del Covid-19 atestiguamos la ausencia de los ancianos empacadores, conocidos coloquialmente como cerillos, enviados a confinamiento. En su lugar quedaron unas cajitas de cartón con hendidura para depositar las propinas para los remotos confinados.
¿Puede usted donar una canasta para “los menos favorecidos”?
El sábado pasado, nos topamos con una sorpresa más: En otra cadena afiliada a la ANTAD, al pagarse la cuenta, con cierto rubor la cajera consulta si se estaría dispuestos a donar una mínima canasta alimentaria para “los menos favorecidos” a un costo de 130 pesos. No es alta la suma pero, ¿solicitarla a un cliente que paga con tarjeta de Bienestar?
Esas exacciones emocionales y físicas se agregan al ya institucional redondeo, siempre aplicado en contra del consumidor y no al revés. Si esas donaciones llegan a las manos de los necesitados, no hay constancia. Lo que si consta es que el retenedor solicita periódicamente el beneficio de deducibilidad fiscal con cargo a “filantropía”.
Ventaja de las pandemias: Desenmascaran a los Tartufos
Perdón por el sinuoso atajo anterior, pero el tema de esta entrega es la aparición de los nuevos combatientes por la democracia que salen de sus catacumbas para airearse a pleno sol. Es saludable que así suceda porque, al final de cada batalla, en principio retórica, el respetable puede saber de qué cuero salen más correas.
Algunas ventajas de las pandemias, son esos fenómenos sociopolíticos: Siempre dan oportunidad de conocer la catadura moral de ciertos Tartufos que en tiempos normales prefieren ver los toros desde la barrera o, empleando otra figura, desde los reclinatorios en las misas dominicales. Es cuanto.