Voces del Periodista Diario

Sábila, Ficus y México

Para Contar 

Por Arturo Zárate Vite

Todos contra todos. Para donde quiera que se mire en México, hay expresiones de un ambiente adverso. Resabios, amarguras, resentimientos, crispación, envidias y venganzas.

Escenario ampliado, que avanza como la humedad en la pared y va contaminando diversos ámbitos de la sociedad, el entorno. Observable hasta en situaciones menores, que en apariencia no tienen mayor trascendencia, pero con un gran significado y motivo para reflexionar.

Hace más de 25 años, cuando empezó a demolerse una vieja casona para después construirse edificio de condominios, en una de las tantas colonias de la Ciudad de México (CDMX), los albañiles no sabían qué hacer con una planta de Sábila, a la que se le atribuyen múltiples beneficios medicinales y cosméticos.

La maceta con la Sábila iba de un rincón a otro, empolvada, su existencia amenazada por el maltrato y abandono. Nadie se ocupaba de echarle agua. Cero cuidados. Convertida en estorbo. Depositada en la basura.

Sin embargo, sobrevivió. No falto el vecino ecologista que la rescatara y la pusiera en su balcón. Volvió a florecer, recuperó su fuerza. Desempolvada y lucidora de sus hojas verdes.

Aparecieron las hormigas rojas y casi acaban con su raíz. El dueño decidió cambiar a la Sábila de lugar. Se le ocurrió sembrarla en el diminuto jardín rectangular de la banqueta, en la calle. Para acompañarla también sembró a metro y medio de distancia un Ficus.

La Sábila y el Ficus aceptaron esa morada, en la selva de cemento en que está transformada la CDMX, como la mayoría de las grandes ciudades en el planeta, en particular las del tercer mundo donde la ecología, las zonas verdes, sufren para sobrevivir.

Así, varios años. El Ficus enano, sin mucha altura, robusto y porte recto, altivo, con leve torcedura. La Sábila enfrentó y superó otra agresión; rata de cuatro patas, quizás por la escasez de alimentos en los caños de la metrópoli, hizo un agujero, devoró el 90 por ciento de la raíz y obligó a la planta a recostarse. El jardinero se encargó se levantarla y rescatarla.

Con lo que no contaban el Ficus y la Sábila era con la mano destructora del “ser humano”, movida tal vez por ese resentimiento, enojo, malestar, que no acepta a nadie, que campea en la sociedad.

Al Ficus lo bañaron con un líquido para secarlo y a la Sábila la cortaron a ras de tierra. Si alguien quería obtener los beneficios de la Sábila, con cortarle una o varias hojas era suficiente, y dejar la opción de volverlo a hacer cuando lo requiriera.

¿Será el fin del Ficus y la Sábila?

No lo se. El jardinero confía que con echarles frecuentemente agua, volverán a reverdecer.

¿Y si le echamos agua a México para que crezca su economía, en vez de secarlo o cortarle sus tallos productivos?

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