Voces del Periodista Diario

Si me detengo, empújame; si retrocedo… mátame

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

Líder -lo que se llama líder-, las derechas político-religiosas mexicanas lo tuvieron -lo tienen aún- en el moreliano Salvador Abascal Infante. Fallecido en 2000, sobrevive en la memoria de los neocristeros y una veintena de sus bravas obras bibliográficas todavía se expone en stands en algunos eventos de la nostálgica Unión Nacional Sinarquista.

Segmentos de la ultraderecha empresarial mexicana todavía tienen como icono al sinaloense Manuel de Jesús Clohthier y del Rincón, muerto en conveniente accidente carretero en octubre de 1989. La Confederación Patronal de la República Mexicana y el Consejo Coordinador Empresarial conservan su imagen en la galería de presidentes nacionales.

En el imaginario y en el alma popular permanece La esfinge Lázaro Cárdenas del Río, cuyo liderazgo fue reconocido hasta su muerte en octubre de 1970. Su noble sombra se proyectó en las elecciones presidenciales de 1988 y El cardenismo es presencia subyacente en el México de nuestros días.

En cierto modo y por sus actos de gobierno, Luis Echeverría tuvo rasgos de líder. Se invoca aún su nombre entre las masas campesinas y la clase trabajadora. En la casa de enfrente se le sigue satanizando.

No por otra cosa y causa, casi al final de su mandato, en Monterrey, Nuevo León, abortó la llamada Conspiración de Chipinque para derrocarlo y su sucesor, José López Portillo, pretendió desterrarlo a las Islas Fiji.

El liderazgo surge y se arraiga en la sicología de las masas

Con la condición de líder no se nace. Son las multitudes, la sicología de las masas las que otorgan el liderazgo, reconociendo previamente dos calidades diferenciadas: La de verdadero revolucionario o la de simple rebelde.

Fuera de la política militante, pero incidiendo en ella, maneras de liderazgo se dan en la Academia y en la Cultura. Tenemos cuadros valiosos que han merecido el Premio Nobel, y reconocimientos internacionales por sus aportes a la Ciencia, a las Artes y al deporte.

El título de Estadista no distingue a cualquiera

El título de Estadista se puede endosar al austero Ernesto Zedillo Ponce de León: Enfrentó y superó las intrigas de su antecesor en la presidencia de México y, cumplido su mandato, sirve todavía en programas de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Formado en el Instituto Politécnico Nacional y con posgrado por la Universidad de Yale (EU), Zedillo fue distinguido en 2003 con el doctorado Honoris Causa por la universidad competidora, la de Harvard, cuyos egresados -dicho sea de paso- nominaron como el ex alumno más abominable de ese plantel a Carlos Salinas de Gortari.

Los tres sucesores de Zedillo en el poder presidencial, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto están bajo escrutinio popular y en vías de ser remitidos al basurero de la historia.

Mexicanos, siempre en busca del Tlatoani

En la cultura Mesoamericana, el rango de líder acompañó la investidura del Tlatoani, que ejerció el gobierno entre los pueblos originarios.

Los estudios sobre la sicología del mexicano concluyen que nuestros pueblos parecen desconcertados e indefensos si carecen de la conducción del Tlatoani.

Sin embargo, vale una acotación: En náhuatl, se denomina Tlatoani “al que habla”: al orador.

Congruencia, el valor estimativo del hombre de acción

Vale esa acotación, porque, sin hacer del lado al hombre de pensamiento, desde el movimiento de Insurgencia 1808-1810, los mexicanos han otorgado el título de líder a los hombres de acción; en cuyo caso se premia la congruencia entre las ideas profesadas y el ejercicio del mando político o eventualmente militar.

Congruencia, es el atributo que caracterizó la obra, verbigracia, de Benito Juárez y de Lázaro Cárdenas del Río. En periodo posterior, la de Adolfo El joven López Mateos.

Nos quedamos con la sensación de que Francisco I. Madero optó voluntariamente por el martirologio.

Nuestros próceres nacionales han surgido preferentemente del vivac, aun cuando previamente intentaron la acción civil. En tiempos de paz, de procesos electorales y del ejercicio del poder político, expuesto posteriormente al juicio popular.

Entre Cárdenas Solórzano y Clouthier del Rincón

En 1988, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano estuvo en la tesitura de erigirse en caudillo. Inexplicablemente, no dio el gran salto y fue reducido a líder moral -desarmado- del partido que él mismo creó, y del que a la postre fue expulsado.

En el mismo año, emergió la figura del citado Clouthier y del Rincón, coloquialmente conocido como El Maquío. A su muerte en 1989, quedó activa la estela del clouthierismo, borrada por los miembros del mismo partido que lo postuló, el PAN, y que ejercieron el poder presidencial durante dos sexenios, tipificados como La docena trágica.

Ya pasó la revolución electoral pacífica, ¿y ahora?

Vivimos, en 2018, lo que los politólogos etiquetan como una revolución electoral pacífica, de lo que sigue que los románticos vieron el nacimiento de una nueva era.

Si de romanticismo hablamos, lo expresamos con la siguiente incitación: Si avanzo, sígueme/ Si me detengo, empújame/ Si retrocedo… mátame.

Extrema la voluntad personal, aunque haya sido manifestada antes, se conoce como credo de Ernesto El Che Guevara, quien el próximo 14 de junio cumpliría 91 años de edad. También hizo suya la convicción: Preferible morir de pie, que vivir de rodillas. Así murió El Che. Es cuanto.  

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