Voces del Periodista Diario

Si no hay libertad de expresión, no hay prensa libre

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

Desde 400 años a.C., por las calles romanas ya circulaban edictos y libelos impresos en moldes de diversos materiales. Lo que hizo Johann Gutenberg a mediados del siglo XIV, fue perfeccionar el modelo para la producción industrial de textos selectos.

Por lo que sabemos en nuestros días, el irreverente ateniense Aristófanes nunca pidió a los hombres de mando político ni permiso ni escudos legales para ejercer gustosamente su oficio.  

En la Cámara de los Comunes del Parlamento inglés, en 1787 fue Edmund Burke quien reclamó el respeto a la prensa como contrapeso a los poderes públicos.

Todavía, en la segunda mitad del siglo XX, aquí veíamos a algunos practicantes blindados bajo una coraza con la leyenda Cuarto poder. Había qué ver nomás las enormes charolas metálicas que repetían la pretensión y en los costados de sus vehículos la advertencia se agigantaba.

Un periquillo sarniento muy sarnoso

 Un cuarto de siglo después de la iniciativa de Burke, en el México fluctuante José Joaquín Fernández de Lizardi, “por la libre”, le puso el cascabel al gato: Su sarnoso periquillo creó época. Mereció el título de Pensador mexicano. No cualquiera. ¿Qué ley lo amparaba? La de su soberanía personal.

Nos falta espacio en el directorio para nombrar a periodistas y escritores mexicanos de las alas centrista o federalista, conservadores o liberales, republicanos o monárquicos, que subvirtieron en el siglo XIX el orden establecido, pero nos quedamos con aquellos que, en sucesivas intervenciones armadas extranjeras, militaron al frente de la Patria. ¿Invocaban alguna legislación para ejercitar su libertad?

Hace un siglo, alguien se enteró de que Venustiano Carranza publicó la Ley de Imprenta, sin alusión expresa a derechos consagrados por los constituyentes del 17. Los hermanos Flores Magón no pudieron esperar a que saliera ese ordenamiento para sostener Regeneración.

¿En qué mandato se parapetó Francisco I. Madero para imprimir y hacer circular La sucesión presidencial de 1910 o el Plan de San Luis? En el del hartazgo popular de la dictadura.

En 1978 nos amanecimos con la novedad de que el artículo sexto de la Carta fundamental nos iluminó con diez palabras: El derecho a la información será garantizado por el Estado.

Ya apareció, ya está aquí, nueva Liga de la Justicia

En mayo de 1984 los asesinos del maestro Manuel Buendía no estaban enterados de que a su víctima lo amparaba aquella garantía. ¿Hubieran actuado de otra manera de haber leído la Constitución?

Hasta la fecha, tampoco los victimarios de cientos de colegas se han preocupado por leer la línea transcrita. Acaso porque se le colgaron después (2014) otros párrafos que dicen que, para el ejercicio del derecho de acceso a la información, la Federación y las entidades federativas, en el ámbito de sus respectivas competencias, bla, bla, bla

Anoche soñamos que tenemos en México una nueva Liga de la Justicia. Desde Toluca soplaron aires reivindicatorios: El Congreso estatal nos ofrecerá como regalo de Navidad una Ley de Protección a Periodistas, pues, dice una leyenda en un paño de mesa de foro, si no hay libertad de expresión, no hay prensa libre.

A nuestra edad, es posible que en enero de 2020 ya no sepamos si fue verdad tanta belleza. Es cuanto.

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