Voces del Periodista Diario

Sistema Nacional de Áreas Protegidas (Ja ja ja ja ja)

La Piedra en el Zapato

Por Abraham García Ibarra

Hace apenas unas cuantas horas, recordamos en este mismo espacio que México es campeón mundial en niños obesos. ¿Se puede codificar ese “logro” como un crimen de lesa infancia?

“Somos, lo que comemos”, es el lugar común que aplica aquí y en el mundo. Esto es muy peligroso, nos manda decir la ONU. ¿Qué es tan peligroso? Que, existiendo todavía producción de alimentos naturales en México, el mercado de consumo esté invadido por alimentos procesados: Chatarra

El peligro que nos advierte la ONU, es el de la homogeneización de los alimentos con base en tóxicos conservadores, saborizantes y colorantes.

Somos lo que comemos: Papillas G, gaseosas, hamburguesas, Nuggets, sopas instantáneas, margarinas, galletas, pizzas, caldos o consomés, etcétera.

Algún día, alguien nos reveló que la “receta secreta” de un célebre coronel que tuvo éxito con un afamado pollo, consistía en alimentarlo con su propio excremento. Purina y otras cosas ahora.

Vivimos, pues, en Toxicolandia.

Irremediable: Sacando a luz nuestra nostalgia reporteril

El oficio periodístico nos ha brindado la fortuna de recorrer casi todo el territorio nacional, de costa a costa; de frontera a frontera.

Pisamos, con las plantas de los pies llagadas, el Desierto del Vizcaíno y las minas de sal de Guerrero Negro, en la Península de Baja California; desafiando nubes de mosquitos, pero alumbrados por luciérnagas, nos adentramos en las selvas aún vírgenes -antes de- de la Península de Yucatán; desde Chetumal, Quintana Roo, o por Valladolid, Yucatán. Nadamos en la laguna de Bacalar, la de los siete colores.

Seguimos fascinados con la Selva Lacandona y reporteamos el eterno conflicto en Las Chimalapas, frontera entre Oaxaca y Chiapas. Aventuramos en el Bolsón de Mapimí, en la Sierra Tarahumara, la Cuenca Alta del Río Mezquital o las regiones de Gómez Farías y Cuatro Ciénegas; el Desierto de Altar y La rumorosa, las mesetas de El Nayar y la Purépecha. En fin.

Cuando intentamos la conquista del Archipiélago de Revillagigedo  

Siendo originarios de Mazatlán, Sinaloa -por marismeño nos siguen reconociendo algunos paisanos-, a nado rompimos olas con la ilusión de conquistar el Archipiélago de Revillagigedo.

Sobre el Pacífico hacemos la primera escala. Cuando en los cincuenta hicimos la primera visita al territorio de Baja California Sur, la Antropología nos enseñó que los indios Waikura -también lleva su nombre alguna variedad de caracoles- sobrevivieron siglos con una dieta peculiar.

Territorio de características volcánicas, la comunidad lograba eventualmente cazar algún conejo o liebre. Al destazarlo, lo repartían en porciones iguales. Como era bocado excepcional, cada comensal lo ataba crudo a un hilo de cáñamo. Lo chupaba, lo paladeaba, lo aproximaba a la boca del estómago y lo jalaba para un segundo y |hasta un cuarto “banquete”.

Alimento cotidiano también, eran las pitahayas. Las degustaban frescas. A la hora de defecar, entre las rocas localizaban una “cazuelita”. Obraban, secas al sol, recogían las semillas para preparar atole. Hasta aquí la cápsula cultural: La “civilización” occidental se encargó del exterminio de aquellos indios. Hoy su nombre lo lleva un transbordador de turistas.

Lejana y breve postal del Acuario del Planeta

A orillas peninsulares permanecemos para recrear la vista sobre el alucinante Golfo de California (los nativos prefieren el nombre, al de Golfo de Cortés. Por algo será).

Inventario del que se conoce como Acuario del Planeta, mil 200 kilómetros de largo; 150 de ancho; 900 islas e islotes: 870 especies marinas, 580 especies de aves, 35 variedades de mamíferos marinos. Qué tentación para los depredadores.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), calculó desde los años 70, casi poéticamente, que la cosecha en ese reservorio daría para alimentar a toda la población mundial de aquella década.

Se prefieren ahora los exclusivos desarrollo residenciales y turísticos, las escaleras náuticas, y otras monsergas al servicio del crimen organizado y visitantes chabacanos que han agotado el abulón, la langosta, las tortugas golfinas, etcétera, y tienen a la vaquita marina in articulo mortis.

La legal y legítima “Mamá del abulón”

Para quienes no lo saben, un dato: Por La mamá del abulón se conoce a la bióloga sinaloense Margarita Lizárraga Saucedo. Ocupó sus empeños cintíficos en evitar la extinción de ese molusco, exquisito, dicho sea de paso. La FAO tiene instituida una medalla con su nombre, en mérito de su defensa de esa y otras especies.

Lo que le falta por destruir al Estado neoliberal

Cambio de itinerario: El territorio mexicano tiene uno de los potenciales de biodiversidad que ya quisieran países del Mediterráneo Sur o los países de Medio Oriente: De 34 regiones con diversidad biológica en el mundo, México tiene tres, con mil 500 especies de aves (70 por ciento entre ya extinguidas o en peligro de extinción).

De 37 áreas silvestres en el mundo, México tiene tres con hermosas variedades de flora y fauna; 22 áreas con aves endémicas. No olvidar la mariposa monarca. También hay que hablar de los reptiles. Que mello, dirían nuestras nietas.

Según nos cuentan los estadígrafos de la burocracia tecnocrática, en México tenemos un Sistema Nacional de Áreas Protegidas ¿20? por su valor cultural, ceremonial, ambiental, etcétera. Estarían “protegidos” más un millón 399 mil kilómetros cuadrados. Mucho gusto.

Lo que no nos cuentan esos estadígrafos, es que, en la mayoría de esas áreas bajo protección federal, estatal o municipal, las trasnacionales de la minería, el petróleo, la electricidad y del turismo y sus mayordomos domésticos, han abatido criminalmente ese gran patrimonio natural. Todo, ante el altar del becerro de oro.  

Nos acaban de informar en la sede de los tres Poderes de la Unión, que los incendios en el valle de México y otras cuencas forestales, como las de Jalisco, Nuevo León o la Sierra Gorda, son, entre otras, obra de la mala leche de algunos malosos y coartada de los burócratas que cobran como el Presidente y se las pasan devengando horas-nalga en sus rascacielos metropolitanos… en nombre de la Comisión Ambiental de la Megalópolis.

Cronos no cumple antojos ni endereza jorobados

Si algún joven o niño e incluso un viejo, han escuchado hablar de los viejos paisajes del Valle de México o del Parque Nacional de los Leones -donde sólo hay ramplones leones de mármol-, les recomendamos buscar una pinacoteca donde se expongan obras de José María Velasco o acudan a una filmoteca o videoteca del recuerdo, sin pedirle al tiempo que vuelva. Cronos no cumple antojos ni endereza jorobados.

Ah, se nos pasaba: Hoy es 22 de mayo: Es El Día Internacional de la Diversidad Biológica: 196 Estados miembros de la ONU tienen firmado el convenio alegórico. México entre ellos. Mucho gusto. Es cuanto.

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