Voces del Periodista Diario

Un salvaje 2018 en cuenta regresiva

Voces del Director

Desde Filomeno Mata 8

Por Mouris Salloum George (*)

En términos cuantitativos, el de 2018 mexicano es un proceso político histórico: Están en la liza 3,447 cargos de elección popular. Obviamente, la presidencia de la República es la joya de la corona.

Los ciudadanos que resulten electos, gobernarán a 124 millones de individuos. Potencialmente, la masa de votantes podría ser de 90 millones de personas.

Si los partidos con registro nacional cubrieran por si solos la lista total de candidatos, podría estimarse en más de 27 mil 500 los contendientes; más los que logren el fíat como independientes.

Por lo que respecta a las elecciones generales, la voluntad popular está expuesta al humor y los intereses de sólo 18 consejeros y magistrados federales. Las sentencias de los siete magistrados son definitivas e inatacables. Éstos califican la elección presidencial.

Si potencialmente en el 18 participan 90 millones de votantes, el desenlace final es una reducción al absurdo, analizado el punto desde el enfoque constitucional que codifica la electoral como una función de Estado.

El Estado, pues, está en el centro de gravedad en la “libre y secreta” formación de los poderes públicos.

Ahora bien, puesta en números la fotografía del proceso en marcha, lo que queda entre corchetes es su calidad.

Partamos de dos premisas: 1) La doctrina aristotélica habla de la Política como la organización y conducción de la vida social, 2) la Sociología Política define la Democracia como la sociedad justa en acción.

Dicho sumariamente, el Estado neoliberal no satisface en México esos dos imperativos sustanciales.

La Política, como lucha civilizatoria entre adversarios, ha devenido guerra sucia entre enemigos. De ello sigue que la Democracia aquí es un espectáculo salvaje en el que la norma legal se agota entre la simulación, la suplantación y la usurpación.

Ese degradante y deprimente fenómeno no es casual: La ruptura se dio en la década de los 80 como resultado del asalto de una arrogante tecnocracia sobre la administración pública, desplazando a los políticos profesionales de la gestión del poder.

Una revisión de la basta nómina de funcionarios federales por designación a partir de 1982 hasta 2017 -unos doce mil cuadros-, nos revela que, desde el gabinete presidencial hasta los mandos medios, la mayoría de sus titulares no acredita militancia en organización social o política alguna. Ni siquiera elemental experiencia en el sector público.

Atroz consecuencia que pudo evitarse: La burocracia pública se ha constituido en plutocracia, la plutocracia en kakistocracia (gobierno de los peores) y la kakistocracia en cleptocracia (gobierno de ladrones).

¿Voto universal, libre y secreto en el 18? A otro perro con ese hueso.

*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.

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