Voces del Periodista Diario

Unas palabras para el maestro Carlos Payán Velver

Voces del Director

Desde Filomeno Mata 8

Por Mouris Salloum George (*)

Hoy tomamos una vía alterna para escapar del mundanal ruido electorero que, pasada las horas de euforia, lanza sus rugidos a las puertas de la instancias jurisdiccionales. El rayo pasó, pero su estruendo nos sigue aturdiendo.

No es este, un tema de nostalgia: Es carne viva que palpita entre un cúmulo de historias que se nos aparecen sin solución de continuidad desde todos los escenarios y por todos los medios de comunicación; los convencionales y los abiertos por los nuevos hallazgos tecnológicos.

Si McLuhan nos propuso que el mensaje es el medio, en nuestro convulso México la oración se invirtió: El miedo es el mensaje.

Frente a circunstancias indeseables que hacen imposible la promesa de Un México en paz, la gestión del proceso informativo y de construcción de opinión pública pasa por la satisfacción de un imperativo que nos legaron los viejos maestros: El periodismo debe ejercerse como magisterio de y en la calle.

Al servicio del ciudadano de a pie hemos puesto el oficio periodístico, ponderando el impacto de las noticias en el ser colectivo, dándole el riguroso y escrupuloso seguimiento a la información de contexto y procurando una lectura editorial que esclarezca el sentido de los acontecimientos, que se nos presentan en alucinante sucesión.

Intransigentes denunciantes de la tentación del pensamiento único que dictan los poderosos, privilegiamos el contacto con la sociedad civil, de cuya sabiduría parten las soluciones a las pequeñas y grandes magnitudes que agobian a las gentes del llano.

Así hemos actuado durante más de tres décadas desde nuestro santuario en cuyo frontispicio aparece nuestra identidad social: Club de Periodistas de México, una comunidad que hace de la fraternidad y la solidaridad un credo militante e irrenunciable: El que no nace para servir, no sirve para vivir.

Entre los grandes del periodismo trascendente

Motiva estas líneas un suceso periodístico reciente: El pasado sábado, en la Casa Refugio Citlaltépetl, el colega don Carlos Payán Velver asombró al develar ante quienes no lo han tratado personalmente su faceta de poeta, condensada en una de sus obras: Memorial del viento.

Evento esencialmente cultural y emotivamente personal, la ocasión nos puso sin embargo en la ruta de la reflexión sobre lo que entraña el periodismo trascendente, del que tenemos lecciones de los grandes pensadores mexicanos liberales del siglo XIX, imbatibles combatientes por lo Republica y por la Libertad de Prensa.

Ese es el punto; La Libertad de Expresión y el Derecho a la Información en un periodo en que su ejercicio irrita a los tiranos o sus caricaturas, que no soportan ser tocados ni con la letra de una palabra, porque su arrogancia les impide ver su cara de ruindad ante el espejo propio.

Don Carlos, por cuyas venas corre tinta a torrentes, es un periodista de excepción; versátil, ha explorado todas las disciplinas y géneros de la comunicación. En su piel y su espíritu, no obstante, está tatuada su trayectoria en el periodismo impreso.

Puso don Carlos su inspiración y su sello al viejo diario Unomásuno, pero seguramente su obra más reconocida y respetada por su constancia y su congruencia, es el diario La Jornada.

En todas las trincheras del combate social

Comunista sin embozo, partidario y militante de movimientos político-ideológico e impulsor de causas sociales que no repararon en la lucha armada, don Carlos no se ha apartado del compromiso esencial de la misión periodística. Al modelo han sido leales sus contemporáneos y al menos dos generaciones de discípulos.

En la sesión pomearia del pasado sábado, bajo la estampa de un viejo y noble patriarca, creímos ver en don Carlos los perfiles de un Pigmaleón, aquel escultor chipriota que esculpió a Galatea y, de tanto amor, terminó casándose con su escultura.

Después de todo, en el centro de Memorial del Viento está presente su amada Cristina.

El evento nos puso en la orden del día una consideración del polaco Kapucsinski: Una mala persona no puede ser buen periodista. Al sensible ser humano y al periodista de cuerpo completo, larga vida.

(*) Director General del Club de Periodistas de México, A.C.

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