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¿Unidad nacional de una sociedad polarizada?

VOCES OPINIÓN Por: Mouris Salloum George

Los datos al canto nos revelan que, del Producto Interno Bruto (PIB: unos 16 billones de pesos), 37 individuos o grupos familiares privados se alzan con 15 por ciento de la riqueza nacional: Más de dos billones 400 mil millones de pesos,

Del Presupuesto de Egresos de la Federación para 2017, se reservan a gasto corriente dos billones 232 mil millones de pesos. En este concepto se incluye el pago de servicios personales. Esto es, la remuneración a la burocracia federal, que monta casi un billón de pesos.

Ciertos análisis recientes, señalan que el 10 por ciento de personas con más altos ingresos en el país, absorbe el 53 por ciento del PIB; “el resto”, 47 por ciento, se distribuye entre unos 110 millones de mexicanos.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en su periódica  evaluación sobre México, tiene como constante una injusta distribución del ingreso nacional que profundiza las estructuras de la desigualdad socioeconómica.

Segmentos sociales a punto de la crisis humanitaria

Agencias de la ONU que atienden el tema del Desarrollo Humano, advierten que importantes segmentos de la población mexicana están expuestos a una crisis humanitaria en variantes que tratan del ingreso de los hogares para solventar gastos de alimentación, salud y educación.

Datos procesados por instituciones oficiales mexicanas señalan que, de la Población Económicamente Activa (PEA), de unos 50 millones de personas con capacidad laboral, más de 30 millones se ocupan en la economía informal, en la que la principal negación es la de contratos colectivos de trabajo y la  nula  Seguridad Social.

Visto ese deprimente paisaje nacional, cuya principal señal es la polarización socioeconómica de la población, ¿es atendible el llamado a la unidad nacional, pretendida para hacer frente a la agresiva política asumida por Washington contra el gobierno de México?

No se pueden pedir más concesiones y sacrificios a los marginados que, como dice el clásico, lo único que pueden perder son sus cadenas, si es que éstas no están también hipotecadas.

Hace falta que, desde las cumbres del privilegio, se eche un ojo al llano. Y entonces nos entendemos. Vale.

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