Voces del Periodista Diario

El fraude de la “excelencia académica”

VOCES OPINIÓN Por: Mouris Salloum George

Aun sin autentificar la validez de sus títulos de maestros y doctores obtenidos, dicen, en prestigiadas universidades extranjeras, ni lograr su revalidación en México, los arrogantes tecnócratas mexicanos se sueñan “la última Coca-Cola en el desierto”. Ergo, han convertido al país en un agreste páramo.

Desde la década de los ochenta, esos falaces mandarines empezaron a blasonar su “excelencia académica” para incrustarse en la Administración Pública de la Federación, desplazando a los viejos hombres de Estado que sólo acreditaban su sabiduría empírica, pero le dieron a México un prolongado periodo de estabilidad política y económica.

Cómo estará de irrisorio el asunto, que hasta Vicente Fox, destripado en la Universidad Iberoamericana, y Felipe Calderón, rechazado en la UNAM y refugiado en la Escuela Libre de Derecho, se han dado baños de virtud profesional a la hora de publicar su currículum oficial. Ambos encarnan lo que en el llano se conoce como La docena trágica.

Ambos personajes -que cuestan a los contribuyentes mexicanos un dineral por concepto de pensión vitalicia y otros placeres vicarios para ellos y sus familias-, sin embargo litigan mediáticamente para convertirse en factótum en la próxima sucesión presidencial en 2018.

La alegre feria de los impostores

A partir de los sexenio de José López Portillo y  Miguel de la Madrid, han pasado o permanecen en el sector público más de 800 de esos especímenes que alardean sus posgrados preferentemente en centros de educación superior de los Estados Unidos, aunque no sean más que cuestionables constancias de asistencia a algún taller o diplomado chafa.

Sólo por excepción, dos que tres han sido pillados en usurpación académica, sin ninguna consecuencia jurídica de cara al hecho de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al través de jurisprudencias, codifica ya como delito la charlatanería.

Existen anuales evaluaciones de instituciones internacionales, de reconocida autoridad académica, que dan crédito a las mejores universidades del mundo, entre las que aparece la UNAM.

Recientemente, The times higher education dio a conocer su ranking de los mejores centros de educación superior en el planeta.

Ya no están en la punta de esa lista las universidades norteamericanas de Harvard, Yale, Chicago y otras, de las que se dice consagrada la mayoría de los tecnócratas-burócratas mexicanos, algunos de los cuales, por su ineptitud, han sido enviados a retiro por Enrique Peña Nieto. Salva por un pelito su calificación, Stanford.

El oneroso costo del aprendizaje

Para desgracia de nuestros afligidos compatriotas, a la luz de la tragedia socioeconómica que padecen, los detentadores del gobierno no caen en cuenta de lo que hace tiempo consignó un filósofo estadunidense: Conocimiento, no es sabiduría.

Muchos pretendidos conocimientos, sí, pero pocos resultados en la praxis. Al menos, no resultados productivos.

Hacia finales de 2014, Peña Nieto anunció 2015 como Año de la eficacia. A finales de 2015, de cara el descalabro operativo de la Reforma Energética, se disculpó diciendo que sus gestores pasaban por una fase de aprendizaje. ¿Qué hicieron, entonces, esos aprendices, en las aulas de las universidades extranjeras?

Ni en tiempos de bonanza, los cautivos pagadores de impuestos están para pagar becas de aprendizaje a quienes usurpan funciones de Estado. En tiempos de vacas flacas, mucho menos.

No obstante, el Ejecutivo se resiste a moderar el gasto corriente federal, del que se engorda una rapaz e improductiva burocracia, cuyos mandos viven a cuerpo de rey, mientras que el infalizaje ambula en la economía informal y en la criminalidad.

Si hay crímenes de lesa humanidad, el que se perpetra en México es uno de ellos. Para suerte de los delincuentes de cuello blanco, está el Manto de Noé de la impunidad. Por eso estamos como estamos.

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