Voces del Periodista Diario

En México no hay estadistas

VOCES OPINIÓN Por: Lic. Mouris Salloum George.

¿Por qué, el gobierno está tan asustado -al menos así lo aparenta-, por las contingencias atmosféricas en el Valle de México, y no reacciona de la misma manera frente a la contingencia económica, que dejó de ser tal para convertirse en sistémica y amenaza con su aclimatación como crisis estructural?

Como “El Hombre en México” del Fondo Monetario Internacional (FMI), como agente en nuestro país de la Reserva Federal (Fed) de los Estados Unidos, y como funcionario ratificado recientemente del Banco de Pagos Internacionales, el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens sabe todo de lo que el resto de los compatriotas ignora.

Digámoslo de esta manera para seguir la frecuencia histórica. Hacia 1982, con la galopante crisis económica encima, el secretario de Hacienda de José López Portillo, Jesús Silva Hérzog declaró que la situación de las finanzas públicas era sólo “un problema de caja”. El sexenio terminó con la expropiación bancaria.

En la primera semana de su mandato, Miguel de la Madrid previno que su gobierno aplicaría una “economía de guerra” y Carlos Salinas de Gortari en su turno dio por finiquitado el problema de la deuda externa y afirmó que nuestros hijos serían liberados de ese insaciable Leviatán. Hasta se escucharon las estrofas del Himno Nacional.

Superado, relativamente, el hoyo negro del maquinado Error de diciembre  de 1994, al final de su mandato Ernesto Zedillo Ponce de León anunció que su administración dejaba blindada a su sucesor la operación de la economía estatal, desde entonces fondeada con un “crédito flexible” del FMI.

La economía de la tamalera

En el sexenio de la economía de la tamalera, Vicente Fox blasonaba que “las fundamentales” de la macroeconomía estaban más que sólidas, como nunca lo estuvieron durante los gobiernos del PRI. Empezó públicamente el saqueo de la renta petrolera.

En 2008, estalló la crisis financiera incubada en los Estados Unidos. El secretario de Hacienda, precisamente el doctor Carstens diagnosticó que México sufriría sólo “un catarrito”. A punto de terminar su sexenio, el triunfalista Felipe Calderón presentó ante el mundo la economía mexicana como “un buque de gran calado”.

A partir de diciembre 2012, el cielo mexicano empezó a poblarse de gordas nubes cargadas de lo que se creía  maná bienhechor. Las nubes se descargaron y su contenido fue equiparable al de gases tóxicos, peores que los de un derrame nuclear.

Al intentarse la instrumentación de las grandes reformas “transformadoras”, sobre todo la energética, y caerse en cuenta que el gabinete económico estaba apenas en una “etapa de aprendizaje”, los pelos de los mexicanos empezaron a ponerse de punta.

En más de ocho años desde que era titular de Hacienda, el doctor Agustín Carstens Carstens ha madurado en el dominio de sus facultades monetaristas. Desde enero de 2016 empezó a advertir sobre el advenimiento de “una crisis potencialmente severa” para las economías emergentes, y recomendó estar alertas contra la corrosiva volatilidad.

Hace unos días, el gobernador del Banco de México insistió en su advertencia. Un verdadero estadista lo escucharía y probablemente estaría dispuesto a rectificar algunos diseños de futuro. Pero en México no hay estadistas.

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