Voces del Periodista Diario

Erdogan y los abogados del diablo

VOCES OPINIÓN Por: Lic. Mouris Salloum George.

Desde una perspectiva humanista, es de obligado sentido común condenar toda tentativa o consumación de golpe de Estado, primero que nada porque la consecuencia de la innoble pugna entre las élites gobernantes o de opositores contra el poder establecido, es que el baño de sangre invariablemente tiene en los pueblos sus víctimas propiciatorias.

Con independencia de filias o fobias, puede tipificarse el caso de Turquía como una expresión de barbarie de fuerzas antagónicas incapaces de hallar en la voluntad civilizatoria instrumento para procesar y resolver el conflicto por la vía pacífica, viendo en los gobernados el fin último de la política.

Nada se gana con destacar que, al menos desde 1960, Turquía es presa de disensos en que la última palabra la dictan facciones militares.

Lo cierto es que, desde que se hizo del poder Recep Tayyip Erdogan, su régimen ha sido denunciado ante la ONU por un despiadado despotismo que se ha manifestado en múltiples encarcelamientos, ejecuciones y expulsiones de militantes de la oposición, entre los que vale mencionar a periodistas, académicos y religiosos, de lo que se colige el brutal propósito de aplastar la Libertad de Expresión, fundamento de toda democracia.

Desde esa óptica, no deja de ser sospechoso que los primeros abogados del diablo en defensa del sátrapa turco, sean líderes políticos inscritos en el directorio de la OTAN, cuyo primer argumento contra los fallidos golpistas es que actuaron contra un gobierno “civil, democráticamente electo”.

¿Faculta el origen electoral a quien asume la jefatura del Estado a reprimir y en algunos casos masacrar los movimientos de disidencia?      

Lo que subleva de esas reacciones, es la actitud mendaz de los poderosos amigos del señor Erdogan, pues en años recientes algunos de ellos maquinaron el derrocamiento de los gobiernos de Grecia e Italia, legitimados por sus pueblos en las urnas electorales, sólo para no alterar la hegemonía y la pretendida estabilidad de la Unión Europea, dicho sea de paso, puesta recientemente en entredicho por el pueblo inglés.

Ahí viene un buque cargado de… montones de dólares

En la lectura de los sucesos del pasado fin de semana, encontramos una expresión insultante de un hombre de las cúpulas del poder, Abdullah Gul: Turquía no es un país latinoamericano, en alusión a experiencias golpistas en la región, incurriendo en disimulo sobre el hecho de que los perpetradores de esos crímenes fueron sonsacados por Washington, que ahora sale en defensa del gobierno “democráticamente electo” de Turquía.

Como ese argumento salió de las bocas de Barack Obama y de la alemana Angela Merker, algunos líderes latinoamericanos, entre ellos Enrique Peña Nieto, les hicieron el coro ipso facto, como si el sistema político mexicano estuviera rechinando de limpio.

¿En qué momento esos encumbrados latinoamericanos tuvieron una manifestación de solidaridad con el reprimido pueblo turco? Todo lo contrario.

Ese doble racero nos coloca en la siguiente dimensión: La permanencia de la tiranía turca implica más valor que la vida de miles de víctimas que han sucumbido bajo su vesania.

La sinrazón es esta: En 2000, el intercambio comercial entre Turquía y América Latina fluctuaba en unos mil millones de dólares anuales; en 2015 se elevó a ocho mil millones de dólares.

En febrero pasado, el ministro de economía turco, Mustafá Elitas anunció que para 2023 se logrará una meta inmediata de 23 mil millones de dólares. Es una magnífica canasta cuando la mayoría de los países latinoamericanos tienen hambre de inversión extranjera.

En la disputa por esos recursos frescos se han puesto en la lista de espera México, Colombia, Perú y Ecuador, que tienen a sus cancilleres y secretarios de Economía acelerando los correspondientes Tratados de Libre Comercio. Chile va sobre sus huellas.

A eso se reduce todo. Lo de gobierno civil, “democráticamente electo”, más que mascarada, es una perversa coartada de los insensibles Cresos.

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